La crisis despierta a los monstruos

Las pesadillas que provocan las preocupaciones del paro y los impagos se materializan en ‘Good Morning’, en la sala Nudo de Madrid

Hubo un tiempo en que los monstruos que acechaban en las sombras de la noche para sacarnos los escalofríos, justo en ese plácido trance entre la vigilia y el sueño, llevaban la careta del hombre del saco, de un dentudo vampiro o un espeluznante fantasma. Los años han pasado, y con ellos se han desdibujado muchos de aquellos miedos e inseguridades infantiles. Pero aun así, al pasar la escoba bajo la cama, el mocho sigue chocándose con algún ente maligno dispuesto a amargarnos el descanso y, ya que estamos, la vida. Ahora sus rostros son otros, pero igual de grotescos: desde los de los banqueros...

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Hubo un tiempo en que los monstruos que acechaban en las sombras de la noche para sacarnos los escalofríos, justo en ese plácido trance entre la vigilia y el sueño, llevaban la careta del hombre del saco, de un dentudo vampiro o un espeluznante fantasma. Los años han pasado, y con ellos se han desdibujado muchos de aquellos miedos e inseguridades infantiles. Pero aun así, al pasar la escoba bajo la cama, el mocho sigue chocándose con algún ente maligno dispuesto a amargarnos el descanso y, ya que estamos, la vida. Ahora sus rostros son otros, pero igual de grotescos: desde los de los banqueros que amenazan con el desahucio, a los políticos que, a la que parten, se reparten, los empresarios que insisten en hacer funcionar sus negocios a base de despidos o, simplemente, el de un futuro que se vislumbra en la lontananza maquillado hasta las orejas de un aciago tono gris desencanto.

Inspirados en la vida misma, la suya y la de tantos, Brutal KO, una compañía con raíces en el País Vasco, el Mediterráneo y Canarias, presenta en la sala Nudo de Madrid la tragicomedia de creación propia Good Morning, en cartel del 25 al 28 de abril y los días 3, 17, 24 y 31 de mayo. Su representación quiere dar voz al relato del sufrimiento callado de un chico que es a la vez todos ellos, un joven incapaz de conciliar el sueño desde hace meses, hundido y extenuado, acosado por el espectro del paro y paralizado al verse incapaz de cumplir con las expectativas que tanto él como sus allegados le habían conferido. “Es una obra que habla de la soledad, del vacío, de sentirte en primera línea contra el mundo”, cuenta Iván Bilbao, el director. “Es ese enfrentarte a las cosas sin saber cómo hacerlo, y dar todo el rato vueltas sobre lo mismo”.

“En una sociedad decadente, el arte, si es veraz, debe también reflejar la decadencia. Y, a menos que quiera quebrantar la fe con su función social, el arte debe mostrar el mundo como algo en continuo cambio. Y ayudar a cambiarlo”, sentenció el escritor checo Ernst Fischer. Quizá inconscientemente movidos por ese mantra, estos artistas han querido añadir un matiz luminoso a su negrísima visión: “El protagonista está con el agua al cuello, con una amenaza de embargo de su casa por impago, pero al final hay un hilo de esperanza, porque de lo que se trata es de tomar las riendas de tu vida. Aunque esto se acaba para él, pero no para todos, porque hay gente que sale del paso y otra que no, algo que todos tememos”.

Para desarrollar el texto, en el que lo onírico (o más bien la pesadilla) se confunde con lo real, Bilbao ha trabajado mano a mano con los intérpretes –Jano Sanvicente, Itziar Cabello, Fernando Becerra, Luis Cortadellas y Almudena Ardit- en una labor continua de improvisación, de la que han ido surgiendo tanto las ideas como el guion. “Este proceso es lo que más tiempo nos ocupa, pero también es lo más enriquecedor, porque te encuentras con cosas mágicas”. Apoyados por la sala Nudo, donde son residentes, no quieren dejar pasar la oportunidad de subrayar la importancia de la creación escénica alternativa, en caída libre (eso sí, al igual que el circuito convencional) tras la drástica subida del IVA cultural del 8 al 21%. “En las salas de pequeño formato es donde se esconden las mejores propuestas, los mejores actores…”, cree Bilbao. “Hay un trabajo de quitarse el sombrero que debería trasladarse a lo comercial, haría falta reconducir al público, porque a nosotros también nos gustaría poder vivir de esto”.

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