CRÍTICA DE 'AI WEIWEI: NEVER SORRY'

Duelo de cámaras

Una de las primeras imágenes de Ai Weiwei: never sorry muestra una cámara de videovigilancia del Gobierno chino, apuntando a la residencia del artista que ha encontrado en la hipervisibilidad de la era digital la mejor arma para la disidencia. Más adelante, en el estudio del artista, el espectador descubrirá reproducciones en mármol de dicha cámara: uno de los muchos detalles que colocan el pulso contra el poder, a través de la documentación de sus tácticas de acoso, en el centro del discurso de Weiwei.

También ese es el motor narrativo de este documental que, en muchos momento...

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Una de las primeras imágenes de Ai Weiwei: never sorry muestra una cámara de videovigilancia del Gobierno chino, apuntando a la residencia del artista que ha encontrado en la hipervisibilidad de la era digital la mejor arma para la disidencia. Más adelante, en el estudio del artista, el espectador descubrirá reproducciones en mármol de dicha cámara: uno de los muchos detalles que colocan el pulso contra el poder, a través de la documentación de sus tácticas de acoso, en el centro del discurso de Weiwei.

AI WEIWEI: NEVER SORRY

Dirección: Alison Klayman.

Género: documental. Estados Unidos, 2012.

Duración: 91 minutos.

También ese es el motor narrativo de este documental que, en muchos momentos, encuentra sus picos dramáticos en auténticos duelos de cámaras, en los encontronazos de su protagonista con esos representantes de la ley y el orden que estrechan su cerco hasta la climática desaparición temporal del artista y su posterior comparecencia ante los medios con el discurso magullado. “La policía no conoce el poder de las imágenes. Ellos tienen una cámara, nosotros tenemos la nuestra, pero el público nunca verá lo que graban ellos, lo nuestro sí. No es un juego justo”, señala el artista en una secuencia, en la que cenar en una terraza al aire libre se convierte en un acto de pacífico desafío activista.

La película de Alison Klayman tiene el suficiente poder didáctico como para articular la coherencia que existe entre el elocuente discurso artístico de Ai Weiwei, su compromiso político y un exhibicionismo utilizado como arma de denuncia y confrontación. Weiwei esquiva mucho mejor que Marina Abramovic en el documental Marina Abramovic. The artist is present, de inminente estreno, el riesgo de elaborar una suerte de autorretrato ególatra al modo de un Celebrities de Muchachada nui, pero los documentalistas delatan su puritanismo en la perplejidad con la que reciben la manera en que el artista gestiona su vida privada y su paternidad extramatrimonial.

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