Decía Umbral en Un ser de lejanías: "Lo malo del articulismo es que nos roba el presente. El articulismo supone sacrificar la verdad a la actualidad". ¡Categórica afirmación! Suerte que luego matizaba, muy a lo Rilke: "Entiendo por verdad la constatación gustosa del presente, el tiempo sin fisuras, el campo sin puertas, la fluencia natural de la vida". Creo que entiendo lo que quería decir. Es imprescindible el articulismo que camina pegado a lo inmediato, pero a mí siempre me ha gustado más, y así se va intentando, el articulismo que te cambia el paso, que propone otro ritmo, que tie...

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Decía Umbral en Un ser de lejanías: "Lo malo del articulismo es que nos roba el presente. El articulismo supone sacrificar la verdad a la actualidad". ¡Categórica afirmación! Suerte que luego matizaba, muy a lo Rilke: "Entiendo por verdad la constatación gustosa del presente, el tiempo sin fisuras, el campo sin puertas, la fluencia natural de la vida". Creo que entiendo lo que quería decir. Es imprescindible el articulismo que camina pegado a lo inmediato, pero a mí siempre me ha gustado más, y así se va intentando, el articulismo que te cambia el paso, que propone otro ritmo, que tiene una parte de dietario y otra de crónica, que parece estar pensándose a medida que se hace, tensado entre el escepticismo y el entusiasmo. Un articulismo que ilumine algo que desconocíamos (un perfil, un suceso, una obra, un estado del alma), que adopte formas y tonos diversos, que desvele las pasiones y contradicciones de quien lo escribe, que sea cada semana distinto pero siempre igual a su autor.

Que ofrezca un reposo, un freno ante los avances y batacazos y aluviones de la actualidad. Que intente inventar, en definitiva, un espacio íntimo, confidencial. También lo dijo Umbral: "En pleno imperio de la información sigue funcionando, como una confidencia, el tú a tú entre el columnista y el lector".

Yo me formé, como lector y futuro escritor de artículos, en el Tele-Exprés, el mejor diario en la Barcelona de los 60-70, el más sorprendente, el más, por así decirlo, europeo. En el Tele-Exprés yo leía siempre dos secciones que eran las dos maneras de entender el género: Del alfiler al elefante, de Manuel Vázquez Montalbán, y El día de siempre, de Joan de Sagarra. Era un chaval y al principio no entendía la mitad de lo que me contaban, pero los maestrazgos suelen actuar por goteo. De Vázquez Montalbán fui aprendiendo a descifrar lo esencial de una información, que no es tarea fácil. De Joan de Sagarra, lo que trataré de contar ahora.

Siempre me ha gustado un articulismo que ofrezca un reposo ante los avances y batacazos de la actualidad

El primer artículo de Sagarra que cayó en mis manos se llamaba Anteayer, y lo que me fascinó fue que no trataba sobre nada en concreto. No daba o comentaba una noticia ni expresaba una opinión, sino que se acercaba considerablemente, veo ahora, al espíritu del flâneur, del paseante retratado por Baudelaire en Spleen de París. Era un artículo lleno de soledad y deriva, un artículo nocturno, que atrapaba muy bien el aire concéntrico y lluvioso de muchas noches de la Barcelona de finales de los sesenta. El anverso de la Barcelona oficial, por así decirlo. Anteayer retrataba un paisaje y un fragmento del alma de un personaje, del propio columnista. Comenzaba así: "Anteayer por la noche me llegué al Pub. Siempre voy al Pub de Tuset con la remota esperanza de encontrarme con Lady Brett Ashley y, claro está, jamás la encuentro. Brett Ashley es el personaje de una novela de Hemingway, y los personajes de las novelas de Hemingway, como el ángel del Apocalipsis, no suelen ir al Pub a tomar una copa".

Ese comienzo me atrapó como pocos, pero lo que realmente me sacudió fue, a la mitad, la siguiente frase: "Ha ganado el Barça. Montal se fumará un habano, pero Youki no recibirá jamás los cien mil cigarrillos rubios que una Navidad le prometiera su marido, el poeta Robert Desnos, muerto hace veinticinco años en el campo de exterminio de Terezin". Aquella era una frase absolutamente anómala (no solo políticamente) en el articulismo de la época. No solo abría una ventana sobre el paisaje espiritual de su autor, cosa indispensable a la hora de tramar complicidades, sino también hacia una posible manera de escribir, de imaginar. ¡Aquel giro, aquel vuelo inesperado, de Montal a Terezin, como un tucán de pico amarillo saltando sobre tu hombro!

Yo nunca había leído nada así en un periódico. Aquella frase y aquel artículo (que acababa diciendo "Sigue lloviendo y el viento parece crecer" con la misma voz de su hermanos, Jaime Gil en Noche triste de octubre y Feste en Noche de reyes) fueron para mí una influencia capital, de valor incalculable, y aquí quiero celebrarlo.

Yo creo que los mejores artículos, como las mejores canciones, provocan la sensación de que se han hecho exclusivamente para ti; que hay un alma gemela (más mayor o más joven, eso da lo mismo) vagando por la ciudad, nocturna y desvelada, y que escribe como canta para ti, solo para ti.

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