Brasil busca su hueco en el mapa de las pasarelas

La semana de la moda de São Paulo se reinventa para encarar su futuro

Una modelo de Alexandre Hercovitch desfila ayer en São Paulo.Y. CHIBA (AFP)

Parece un absurdo afirmar que por una vez Brasil piensa en pequeño cuando en una semana cerrará en Río de Janeiro su cuarta colección de invierno del año. Pero la última edición de la São Paulo Fashion Week se ha presentado esta vez reducida, con el presupuesto encogido y con una ausencia generalizada de nuevas propuestas.

También con las prisas e improvisación que han forzado a Pedro Lourenço a cancelar su desfile porque no tuvo tiempo de traer la colección desde su atelier de Nueva York o con modelos que, viviendo en París, no tenían la menor ...

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Parece un absurdo afirmar que por una vez Brasil piensa en pequeño cuando en una semana cerrará en Río de Janeiro su cuarta colección de invierno del año. Pero la última edición de la São Paulo Fashion Week se ha presentado esta vez reducida, con el presupuesto encogido y con una ausencia generalizada de nuevas propuestas.

También con las prisas e improvisación que han forzado a Pedro Lourenço a cancelar su desfile porque no tuvo tiempo de traer la colección desde su atelier de Nueva York o con modelos que, viviendo en París, no tenían la menor idea de su plan de trabajo a menos de una semana de la inauguración.

Atípica, esta semana se ha tenido que llamar de transición. Brasil ha cambiado su calendario y los diseñadores han tenido que rebuscar en sus baúles el ADN de sus marcas para tejer, en dos meses menos de lo previsto, lo que venderán el próximo invierno al resto del mundo.

Las citas de la moda de São Paulo y Río no serán más en enero y junio, sino en octubre y marzo para que las firmas tengan más tiempo para confeccionar sus prendas desde el lanzamiento en las pasarelas hasta su llegada a las tiendas. Una petición de los propios diseñadores que les ayudará a lidiar con la lenta, enorme y, todavía, cara maquinaria de producción de su país, donde venden el 95% de sus creaciones.

El juego de fechas es también un paso más hacia la profesionalización del sector por la que Paulo Borges, el bautizado como padre de la moda brasileña y organizador de sus pasarelas, trabaja desde hace 15 años. El calendario, además, se acerca a la programación internacional en la que Brasil busca su papel.

Osklen, una de las firmas más internacionales, fue la primera en pasar la prueba. Oskar Metavaht presentó una colección de apenas 18 propuestas en una pequeña galería en el rico barrio de Jardins. Era el “resumen de su trabajo", dijo. Y fue también la confirmación de que Osklen crea con un ojo puesto en sus fieles admiradores de la jet set carioca y otro en su creciente clientela de Tokio, Roma, Buenos Aires o Miami. De ahí que haya elegido la sofisticación de los años sesenta de Aspen y el estilo rústico de la Patagonia para diseñar chalecos de lana en rojo, negro y blanco, tacones de piel de vaca y pantalones de neopreno. Un look gélido con espaldas desnudas difícil de digerir en Brasil.

Varias de las propuestas vistas durante estos días en dos carpas en el Parque Villalobos –la gran Bienal está ocupada estos días- parecen coletazos de las presentadas durante la colección de primavera-verano 2012 de París. La reinterpretación de propuestas aquí se da por hecho. “No creo en las tendencias, es solo una expresión usada para orientar el consumo. Ya está todo inventado, lo que hace la moda es reinventar miradas”, mantiene Borges.

Tufi Duek quiso basar su colección en la película Los Pájaros que Hitchcock presentó 1963 aún siendo uno de los recursos vintage más manidos. El director fue también protagonista en la propuesta que Marco Zanini presentó la pasada temporada para Rochas en París.

La adaptación de Tufi Duek apostó por el negro en corpiños, guantes y botas mosqueteras y dio protagonismo absoluto al palabra de honor (tomara que caia en portugués que significa ojalá que se caiga). El pico del cuervo inspiró el resto de escotes y sus alas los volúmenes de las caderas.

Mas fieles a la identidad brasileña fueron los ya consolidados Ronaldo Fraga y Alexander Herchcovitch. El legado de Fraga se alimenta de una visión intelectual del regionalismo brasileño y, esta vez, fue la enciclopedia de Paulo Marques de Oliveira “sobre los fundamentos del mundo” la que ilustró sus telas. El diseñador propone un viaje desde el cuello mao de Oriente a la ligereza de la seda en vestidos impresos con los bosques de Minas Gerais. Las referencias al viejo continente, sin embargo, se mantienen: la mujer de Fraga usa jerseys maxi-tricot, que ya fueron tendencia la temporada pasada y viste zapatos Oxford abiertos de charol azul, también aplaudidos hace meses en Europa.

El desfile de Alexander Herchcovitch comenzó con parte del público revolviéndose en sus asientos ante los abucheos de los fotógrafos que corearon furiosos “Sao Paulo Furto Week” –un cámara de France Press desapareció de la sala de prensa-, pero concluyó con el aplauso más entusiasta de la cita hasta ahora. Herchcovitch deconstruyó chaquetas y vestidos para colocar mangas, cuellos y escotes en faldas péplum y aportó un aire romántico en sus estampados que, por lo menos en esta cita, pareció algo nuevo.

Sin rastro de las cuotas

Los organizadores de la SPFW se refieren a menudo al ADN brasileño para intentar describir la moda del país. Hablan de felicidad, colores y transparencias, pero se olvidan del mestizaje. Mientras que en Brasil un 51% de la población se declara negra o mulata, en las pasarelas se impone el modelo ario de Gisele Bündchen.

De los 19 diseñadores, apenas Osklen, Lino Villaventura, João Pimenta y Uma Raquel Davidowicz apostaron por una representación significativa de modelos negros. El debate viene de lejos y de vez en cuando va más allá de la intimidad del backstage y de los despachos de las agencias.

La temporada pasada Osklen desempolvó el asunto al querer que su colección de verano se presentase en cuerpos de color. El diseñador no consiguió ni completar el casting y tuvo que conformarse con un 30% de mestizaje. “He ido ya a cuatro agencias en las que me han rechazado porque ya tenían un negro”, explica Jorge Gaspar, el maniquí encargado de abrir el desfile de João Pimenta. “Antes pensaba que nos faltaba profesionalidad, pero hoy veo que es el mercado el que no quiere usarnos. Las marcas evitan contar con negros tan oscuros como nosotros. En Europa y EE UU ves muchos más negros que en Brasil”, lamenta”.

El comprador de la alta costura brasileña es blanco y ver su ropa en un cuerpo oscuro está lejos de ese sentimiento que impulsa el mercado del lujo en este país, según los expertos. “Es una cuestión comercial. El consumidor busca sentirse identificado con lo que ve en las pasarelas”, explica Graça Cabral, una de las responsables del evento. La SPFW mantiene un acuerdo con el ministerio público para que se respete una cuota de negros del 20%, pero no se cumple.

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