Opinión

Forsythe salva del precipicio la nueva etapa de la CND

José Carlos Martínez debuta con la Compañía Nacional de Danza en el madrileño Teatro de la Zarzuela

Bailarines de la CDN ensayan la coreografía Artifacts II, de William Forsythe.FERNANDO MARCOS

Si Maya Pliseyskaia, que dirigió esta compañía (y a la que se oculta en un vídeo conmemorativo de los 30 años del conjunto) dijo aquello de que “la danza salvará el mundo”, se puede aseverar que Forsythe salvó la velada de anoche, la hizo tolerable. Una obra maestra bailada aceptablemente y tres rellenos prescindibles, donde brilla la obsecuencia imitativa, el envejecimiento prematuro y los recursos de estandarización al uso en las modas globales: ropa civil preferiblemente negra, paneles móviles, contraluces directos, mezclas musicales gratuitas y sin conciencia de los estilo...

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Si Maya Pliseyskaia, que dirigió esta compañía (y a la que se oculta en un vídeo conmemorativo de los 30 años del conjunto) dijo aquello de que “la danza salvará el mundo”, se puede aseverar que Forsythe salvó la velada de anoche, la hizo tolerable. Una obra maestra bailada aceptablemente y tres rellenos prescindibles, donde brilla la obsecuencia imitativa, el envejecimiento prematuro y los recursos de estandarización al uso en las modas globales: ropa civil preferiblemente negra, paneles móviles, contraluces directos, mezclas musicales gratuitas y sin conciencia de los estilos que se trocean.

Gillo Dorfles, en 2010 y a propósito de la entrada de Artifact suite en el repertorio del Teatro alla Scala de Milán escribía que era importante mantenerlo visible y actualizado porque Forsythe era uno de los máximos cultores de la tradición balletística junto a ser, a la vez, su más poderoso inversor, cuya primera acepción es alterar, trastocar las cosas o el orden de ellas. Incontestable y definitorio, la poderosa síntesis del análisis estético de Dorfles se aliaba a la impronta del coreógrafo neoyorkino.

En Forsythe el efecto de progresión que se atomiza y revierte crea un efecto de desorden habitable, reconocible pero a la vez dotado de una aspereza en el estilo, un esfuerzo de abatir con la respiración y el dibujo el aire que circunda al bailarín o a la pareja e incluso al conjunto del cuerpo de baile lineal, que en este caso evoca la formación académica. El símbolo del telón que cae abruptamente en repetidas ocasiones, si es que queremos que tenga un significado específico, se trataría de que las últimas barreras formales también abaten, desechadas sobre la escena para insistir en una progresión de decontrucción rival. Hay un diálogo entre las dos parejas, que se espeja y hace canon, o por defecto, yuxtapone en la retina del espectador el fraseo.

Lo único sensato que puede decirse de la plantilla es que tiene una actitud ejemplar

Se reafirma la idea que tanto la pieza de Inger (un remedo barato del genial estilo de Mats Ek y un atropello a la partitura del Bolero de Ravel) como la de Cerrudo (a la que cuesta calificar como obra más allá del ejercicio de taller de un debutante) estarían mejor en la CND2, mientras la de Forsythe es un regreso bienaventurado que abre una senda de recuperación. La obra de Preljocaj, incalificable en su pedantería casi escolar, sencillamente nunca debió venir a visitarnos. Ofende a la coréutica y a Fokin, a Carl Maria Von Weber y a cualquiera que le gusten los toros, pero todo esto probablemente le crea un trasnochado regusto contestatario al coreógrafo, que, hombre de talento, tiene piezas bellísimas. Este Espectro de la rosa es un decálogo de todo lo que no debe hacer jamás en el versionado de un gran clásico, sea en la tendencia que se quiera.

Lo único sensato que puede decirse de la plantilla es que tiene una actitud ejemplar, solidaria y entregada; no puede saberse cuan a gusto están en esa balsa de mercurio. Aún sin haber fuertes cambios de registro, no se oculta el esfuerzo que ha sido levantar este programa en medio de un proceso, si se quiere natural, de cambios, tensiones y probablemente, dudas que tienen que ver con el destino artístico del conjunto y de las personas. No se trata sola y puerilmente de zapatillas de punta sí, o tutús no.

Martínez necesita tiempo para exponer sus planes que aún no se revelan con la debida claridad. Es ciertamente críptico en esta oferta, por momentos desconcertante, en cuanto hacia dónde vamos y quienes seremos en un futuro que no debe ser lejano. Es la urgencia de unos tiempos que, también en el arte, se apuran y comprimen. Uno de los retos ahora puede ser, hipotéticamente hablando, esa soñada noche íntegra Forsythe, ya hoy atemporal con su gráfica poderosa, planteada como un puente a medio construir, a partir de tantos diversos módulos de actuación como de recursos disponga. Así las cosas, demos la bienvenida a Martínez como una oportunidad.

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