Un estudio cifra por primera vez el aumento de la superficie quemada en el planeta debido al cambio climático: un 15,8% en 16 años
Australia, Siberia y América del Sur, entre las regiones en las que el calentamiento está incrementando más el área afectada por el fuego
Los estudios de atribución al calentamiento global de fenómenos meteorológicos adversos suponen uno de los grandes avances de los últimos años de la ciencia climática. Las mejoras en la computación permiten realizar potentes simulaciones informáticas para poder averiguar cuánta responsabilidad tiene el cambio climático causado por el ser humano en un evento meteorológico determinado. Por ejemplo, cuánto ha contribuido a aumentar la intensidad de una tormenta o cómo de probable (o improbable) hubiera sido una ola de calor si el mundo no se hubiera calentado debido a los gases de efecto invernadero relacionados con la actividad humana. En el caso de los incendios suele ser más complicado, porque se trata de eventos multifactoriales, y más aún a la hora de realizar atribuciones sobre la superficie quemada. Pero un equipo de científicos del Reino Unido y Bélgica ha cifrado por primera vez el aumento del área quemada en todo el planeta; y concluyen que el cambio climático incrementó en un 15,8% la superficie vegetal afectada por los incendios entre 2003 y 2019.
O dicho de otra forma: en ese periodo y sin el cambio climático, habría habido menos superficie quemada en un porcentaje equivalente, apunta Seppe Lampe, investigador de la Universidad Libre de Bruselas, y autor principal de este estudio que publica la revista Nature Climate Change. La otra autora principal es Chantelle Burton, científica del Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido. Lampe explica por correo electrónico que se trata del primer análisis en el que se ofrece una estimación de superficie afectada para el conjunto del planeta, aunque ya “existen estudios regionales para, por ejemplo, el oeste de Estados Unidos y Australia”.
La investigación publicada este lunes señala varias interesantes tendencias sobre la evolución de la superficie quemada en la Tierra en general, pero también en un nivel regional. Para el conjunto del planeta, los investigadores estiman que el área afectada por el fuego debido al cambio climático aumenta a un ritmo anual del 0,22%. Pero cuando se baja al detalle se aprecian zonas muchísimo más afectadas que otras. De las 43 regiones en las que se han dividido los continentes, la que se lleva la peor parte —con un tasa de incremento anual del 3,04%— es el centro de Australia. En este caso, los autores sostienen que entre 2003 y 2019 el cambio climático ha provocado que el área afectada por el fuego creciera un 61,9%, casi cuatro veces más que la media mundial (15,8%). Otras regiones que se sitúan sensiblemente por encima de la media son el sureste de América del Sur (28,9%) y Siberia occidental (un 17,5%). En el caso de la región mediterránea, donde se ubica España, también se está por encima de la media global, con un incremento del 16,9% para el periodo analizado.
“El efecto del cambio climático en el área quemada seguirá aumentando”, destaca Lampe. “Actualmente, estamos viendo un aumento en el área quemada global de 0,22% por año. Esto implica que dentro de 10 años, tendremos otro 2 o 2,5% de área quemada adicional por año”, advierte. En su artículo, los investigadores lanzan este aviso: “esta tasa anual también aumenta con el tiempo, lo que indica que las tendencias podrían acelerarse en las próximas décadas”.
Cambio de usos de suelo
Pese a la influencia del calentamiento global, Lampe explica que en términos generales el área quemada en todo el planeta ha caído ligeramente en las últimas dos décadas. “Esta disminución se debe en gran medida a una reducción de la superficie quemada en las sabanas africanas, normalmente vinculada a un aumento de la fragmentación del paisaje”, añade Lampe. Forma parte de lo que se conoce como “forzamientos humanos”. Por ejemplo, el cambio de uso de los suelos: transformar superficies boscosas en áreas de cultivo o en pastos. “Lo que estamos demostrando es que, sin el cambio climático, la superficie quemada habría disminuido mucho más”, afirma este investigador de la Universidad Libre de Bruselas.
Los investigadores estiman que los forzamientos humanos hicieron que entre 2003 y 2019 la superficie quemada en el planeta se redujera en un 19,1% (en este caso, comparándolo con el periodo 1901-1917). Pero esa reducción queda prácticamente anulada debido a la crisis climática. Es decir, el calentamiento global hace que la superficie quemada aumente y los forzamientos —como el cambio de uso del suelo (que genera una reducción de los bosques) y el aumento de la densidad de la población humana― hacen que el área afectada se reduzca. En estos momentos, prácticamente uno y otro fenómeno se compensan, pero no está claro que esto vaya a continuar así.
“Nuestros modelos sugieren que el efecto de los forzamientos humanos directos contrarresta los efectos del cambio climático en el área quemada en muchas regiones del mundo, lo que lleva a la estabilización observada o a una ligera disminución en el área quemada mundial”, apunta el artículo publicado en Nature Climate Change. “Sin embargo, la fuerza de la señal del cambio climático está aumentando rápidamente, lo que sugiere impactos más fuertes de los incendios en el bienestar humano y la dinámica de los ecosistemas en el futuro cercano”, añade el estudio. “Por lo tanto, es probable que se requieran tanto una mitigación ambiciosa del cambio climático como la adaptación a los impactos específicos del aumento del riesgo de incendios como parte de estrategias sostenibles de gestión de la tierra y los incendios”, afirman estos investigadores.
“Nuestros resultados destacan la importancia de las reducciones inmediatas, drásticas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero, junto con estrategias de manejo del paisaje y del fuego para estabilizar los impactos del fuego en las vidas, los medios de subsistencia y los ecosistemas”, remachan los autores del estudio. Porque los incendios no solo están alimentados por el cambio climático, sino que a la vez también alimentan el cambio climático al liberar más dióxido de carbono a la atmósfera. Y, además, tiene importantes afecciones para “la calidad del aire y la salud”, advierte el equipo de expertos que firma este artículo.