El Reino Unido cierra su última central eléctrica de carbón y pone fin a 142 años de relación con este combustible fósil

Tres cuartas partes de los países de la OCDE prevén desengancharse durante esta década de esta tecnología, principal responsable de las emisiones de CO₂ que sobrecalientan el planeta

Vista aérea de la central de Ratcliffe-on-Soar, en Nottinghamshire, el pasado 26 de septiembre.Molly Darlington (REUTERS)

En la medianoche de este lunes, un grupo de empleados de la central eléctrica de carbón de Ratcliffe-on-Soar (170 de los 3.000 que llegaron a trabajar en estas instalaciones) han podido reunirse por última vez en la cantina de esta planta del condado de Nottinghamshire, al norte de Inglaterra. Pero esta vez se han juntado para presenciar por streaming cómo se han apagado las unidades generadoras de una central que ha proporcionado energía durante 57 años. Era la última ...

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En la medianoche de este lunes, un grupo de empleados de la central eléctrica de carbón de Ratcliffe-on-Soar (170 de los 3.000 que llegaron a trabajar en estas instalaciones) han podido reunirse por última vez en la cantina de esta planta del condado de Nottinghamshire, al norte de Inglaterra. Pero esta vez se han juntado para presenciar por streaming cómo se han apagado las unidades generadoras de una central que ha proporcionado energía durante 57 años. Era la última central de carbón que quedaba en activo en el Reino Unido y se pone fin así a 142 años de relación con este contaminante combustible fósil, que además es el principal generador del dióxido de carbono que sobrecalienta el planeta.

Se cierra de este modo un capítulo fundamental en la historia de una isla que protagonizó la Revolución Industrial, y que hizo del carbón su principal motor económico y hasta el factor definitorio de su personalidad. La legendaria niebla londinense, que desapareció hace ya mucho tiempo, era más el resultado de la contaminación provocada por la incesante combustión que por las inclemencias meteorológicas.

La primera central que quemaba carbón para producir electricidad en el Reino Unido comenzó a operar en 1882. Y a principios de los años noventa del siglo pasado el 65% del consumo eléctrico del país se cubría con este tipo de tecnología. Pero una mezcla de pérdida de competitividad respecto al gas y las renovables y un conjunto de políticas climáticas sostenidas en el tiempo han llevado a un desenlace que la noche de este lunes se ha certificado con el cierre de Ratcliffe-on-Soar. El Reino Unido se convierte así en el primer país del G7 que se desengancha por completo del carbón en su sector eléctrico. Pero no es una rareza, porque forma parte de una tendencia por dejar atrás este combustible: un tercio de los países de la OCDE no emplean ya el carbón, y se espera que tres cuartas partes lo hayan eliminado para 2030. España, que ha vivido un rápido proceso de desenganche similar al del Reino Unido y donde esta tecnología apenas genera ya el 1% de la electricidad de todo el país, tiene entre sus planes el cierre total para el próximo año. La preocupación de los expertos se centra ahora en algunos países emergentes (como la India, Indonesia, Vietnam y Filipinas) donde la demanda de este combustible sigue creciendo.

El primer gran descenso en el uso del carbón en el Reino Unido se produjo en los años noventa del pasado siglo por la pérdida de competitividad de las minas del país y el aumento de la utilización del gas. La segunda gran caída fue ya en la década de los 2010, cuando a las razones de mercado se le unió un paquete de medidas contra el cambio climático del Gobierno conservador encabezado por David Cameron. Esas medidas, que luego fueron adoptadas también en gran parte por la Unión Europea, se fueron manteniendo en el tiempo con los distintos gabinetes.

Un informe del grupo de expertos en energía y cambio climático Ember describe cinco factores clave que facilitaron este rápido desenganche en el Reino Unido: anunciar el fin del carbón para 2025 con una década de anticipación, poner un precio al dióxido de carbono, respaldar la energía eólica marina, reformar el mercado para fomentar las renovables e invertir en la red para permitir más desarrollo de las alternativas limpias. “El Reino Unido proporcionó tanto las zanahorias como los palos”, resume Phil MacDonald, director general de Ember, sobre esa política que ha combinado incentivos a las energías más limpias y penalizaciones a las más sucias.

La planta de Ratcliffe-on-Soar, en una imagen de archivo de 2022. NEIL HALL (EFE)

“El cierre de Ratcliffe pone fin a una era. Los mineros pueden estar orgullosos de un trabajo que proporcionó energía al país durante 140 años. Muchas generaciones de este país tenemos con ellos una deuda de gratitud”, ha dicho Michael Sanks, el secretario de Estado británico de Energía. Esta eliminación gradual en el Reino Unido ha permitido que desde 2012 se dejen de emitir 880 millones de toneladas de dióxido de carbono (el equivalente a más del doble de las emisiones totales de toda la economía del país en 2023). Además, según los cálculos de Ember, la sustitución de este combustible por la eólica y la solar ha supuesto un ahorro de 2.900 millones de libras (unos 3.475 millones de euros).

“El abandono del carbón por parte del Reino Unido es un tributo a todos aquellos que han dado la batalla contra el cambio climático en los últimos 20 años”, ha valorado Doug Parr, director de Políticas de la organización Greenpeace UK. “Quedan batallas pendientes, como suprimir el uso de gas y petróleo”, ha añadido.

Evolución en la OCDE

El cierre de Ratcliffe-on-Soar forma “parte de una tendencia global más amplia”, señala Ember, que recalca que la generación de carbón de las naciones de la OCDE alcanzó su punto máximo en 2007. “Y ya se ha reducido a la mitad desde ese punto máximo”, señala Dave Jones, director de perspectivas globales de esta organización. En estos momentos, el carbón representa solo el 17% de la generación de electricidad en los 38 países de la OCDE, frente al 36% en 2007. “El rápido crecimiento de la energía solar y eólica fue responsable del 87% de la caída del carbón durante este período”, añade el informe de Ember.

Las preocupaciones de los expertos climáticos internacionales se centran ahora en algunos de los países emergentes en los que el consumo de carbón sigue creciendo. El último balance sobre este combustible de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) apuntaba a que en 2023 la demanda de este combustible caería de nuevo en casi todas las economías avanzadas, encabezadas por la UE y EE UU. Sin embargo, ese descenso se compensaría con los crecimientos previstos para el año pasado en China, la India, Indonesia, Vietnam y Filipinas.

Al investigador del Oxford Institute for Energy Studies David Robinson le preocupa esta “doble velocidad”, aunque añade: “hay que reconocer que China está cumpliendo con creces con sus compromisos sobre la penetración de renovables, de vehículos eléctricos, baterías y otros aspectos relevantes para la lucha contre el cambio climático”. De hecho, ese impulso de las energías limpias provocó ya en el inicio de 2024 una reducción en el uso del carbón en el país asiático.

“China e India están lejos de quedarse de brazos cruzados”, insiste por su parte Jones. “En la India, los buenos objetivos de energías renovables para 2030 significan que la mayor parte de la creciente demanda de electricidad del país provendrá de la renovable”, añade.

Tareas pendientes en el Reino Unido

Más allá del fin del uso del carbón para generar electricidad, el Reino Unido tiene todavía tareas climáticas pendientes. Una de ellas es que las industrias que siguen empleando este combustible (como los altos hornos) dejen de emplearlo. Pero, además, otro combustible fósil está en el punto de mira: el gas natural. Aunque emite mucho menos dióxido de carbono que el carbón, todavía un tercio de la electricidad del país procede de este combustible.

El nuevo ministro de Seguridad Energética y Neutralidad Climática, Ed Miliband, se ha fijado como objetivo alcanzar la situación de electricidad limpia total en 2030, para lo que se debe lograr que el gas desaparezca del sistema. Es una tarea complicada, porque supone casi doblar el ritmo de aceleración impulsado por los anteriores gobiernos conservadores. Pero la idea de reforzar el compromiso con fechas límite (que ha funcionado con el carbón), ha inyectado velocidad a otros proyectos como las centrales eólicas de nueva generación o las conexiones con la Europa nórdica, para importar parte de la electricidad que requiere la isla.

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