La actividad humana dispara las emisiones de metano, el segundo gas más importante en la crisis climática
Un nuevo balance muestra que los sectores agrícola y ganadero, energético y de la gestión de los vertederos generan ya dos tercios de estas emisiones, con un potencial de calentamiento hasta 80 veces superior al CO₂
Considerado el segundo gas de efecto invernadero (GEI) más importante, durante décadas se ha prestado mucha menos atención al metano (CH₄) que al más conocido dióxido de carbono (CO₂). Sin embargo, los datos son cada vez más preocupantes: sus emisiones están batiendo récords, ha aumentado su vinculación a las actividades humanas y su concentración es ya 2,6 veces más alta que en tiempos preindustriales, tal y como muestra el último balance del ...
Considerado el segundo gas de efecto invernadero (GEI) más importante, durante décadas se ha prestado mucha menos atención al metano (CH₄) que al más conocido dióxido de carbono (CO₂). Sin embargo, los datos son cada vez más preocupantes: sus emisiones están batiendo récords, ha aumentado su vinculación a las actividades humanas y su concentración es ya 2,6 veces más alta que en tiempos preindustriales, tal y como muestra el último balance del Global Carbon Project. Los científicos alertan de que el potencial de calentamiento por molécula del CH₄ es hasta 80 veces superior al CO₂, por lo que piden reducir cuanto antes estas emisiones, que proceden principalmente de los sectores agrícola y ganadero, energético y de la gestión de los vertederos.
El artículo, publicado en la revista especializada Environmental Research, cifra ya en dos tercios el CH₄ procedente de la actividad antropogénica. “Las concentraciones de metano en la atmósfera están más altas que nunca porque la actividad humana no para de aumentar las emisiones”, resume Pep Canadell, director ejecutivo de Global Carbon Project (GCP) —un consorcio de decenas de científicos internacionales—. “Las fuentes más importantes proceden de la ganadería de rumiantes —vacas, bueyes, ovejas—, la industria de los combustibles fósiles —petróleo y gas natural—, el cultivo del arroz y los residuos orgánicos que acaban en los basureros”, prosigue.
A ello se le suman las causas naturales: “En los últimos años hemos tenido condiciones más húmedas en los trópicos debido al fenómeno natural de la Niña, con lo que ha habido más lluvia de lo normal en los países tropicales. Y los suelos saturados de agua también estimulan las emisiones naturales”, apunta Canadell. Da otra clave Xavier Querol, experto en contaminación atmosférica del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC): “El permafrost —los suelos congelados del Ártico y otras zonas— sufre deshielo por el cambio climático y se convierte en lagos o marismas que comienzan a emitir metano, impulsando a su vez el cambio climático”.
El informe muestra que la concentración de metano en la atmósfera ha alcanzado en los últimos cinco años un ritmo de crecimiento récord desde el inicio de las mediciones en la década de 1980 y asciende ya a 1.931 partes por mil millones en enero, una tasa sin precedentes en al menos en 800.000 años. En 1980 rondaba las 1.600 partes por mil millones. Los investigadores señalan que este gas ha contribuido con 0,5 °C de calentamiento en la década de 2010 en comparación con finales de 1800, lo que representa dos tercios del calentamiento causado por el CO₂. “Hay 200 veces menos concentración de CH₄ que de CO₂, pero solo cinco veces menos de efecto invernadero”, señala Querol.
Agustín del Prado, experto en sistemas agroalimentarios en el Basque Centre for Climate Change (BC3), explica: “El principal gas de efecto invernadero en cuanto a su impacto en el cambio climático ha sido el dióxido de carbono y por ello tiene cierta lógica que el foco haya estado en este gas. Pero en años recientes el metano ha adquirido una relevancia especial por las urgencias en reducir todos los gases de efecto invernadero, por las dificultades de descarbonizar el planeta a un ritmo suficientemente rápido y por ser el segundo gas en importancia a nivel de calentamiento histórico desde la época preindustrial. Además, con el CO₂ podemos focalizar el problema en los combustibles fósiles, mientras que con el CH₄ las fuentes son muy distintas”.
Hay un agujero de conocimiento llamativo: la ciencia no puede explicar por qué, aunque las emisiones han aumentado de forma continuada en las últimas décadas, la concentración de metano en la atmósfera se estancó de 1999 a 2006. “Es sorprendente que todavía no tengamos una respuesta a este fenómeno”, dice Querol. “En cualquier caso, este gas puede incrementarse o disminuir también debido a los oxidantes, que aceleran su desaparición, aunque luego generan otros contaminantes que a su vez generan ozono”, añade. Sea como fuere, desde 2007 no ha dejado de aumentar.
“Reducir las emisiones de metano es la principal forma de poder actuar sobre el clima a corto plazo”, comenta Luis Guanter, que dirige un grupo de teledetección de este gas en la Universitat Politècnica de València (UPV). “Esto es así porque el CH₄ tiene un tiempo de vida más corto que el CO₂, por lo que si redujéramos las emisiones en tan solo 20 años se podrían notar los efectos y mitigaríamos el cambio climático, mientras que el dióxido de carbono emitido permanece en la atmósfera durante más de un siglo”, añade.
Menos fugas de gas y aditivos para las vacas
El diagnóstico está claro. ¿Cuáles son las soluciones? Canadell señala: “Las fugas de metano pueden llegar al 10% en algunas instalaciones energéticas, tanto por extracción de combustibles fósiles como por conductos que transportan gas natural. La industria necesita resolver cuanto antes este problema y reducir los escapes al mínimo”.
David Yáñez, experto en producción sostenible de rumiantes de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), aporta otra idea: “En España, donde casi no hay extracción de combustibles fósiles, las emisiones de metano procedentes de los rumiantes alcanzan el 40% de las generadas por este gas y el 6% del conjunto de los gases de efecto invernadero”, según el Inventario de Emisiones oficial. “La Comisión Europea ya ha aprobado el uso del Bovaer, un aditivo —en cuyo desarrollo ha participado el CSIC— que se añade a la dieta de las vacas y reduce sus emisiones de metano en un 30%”.
Por ahora, tan solo lo están usando algunas grandes empresas, que pueden obtener un retorno en publicidad y anunciarse como más sostenibles, pero no así los pequeños ganaderos, ya que no obtienen una mejora del rendimiento de los animales. “En Dinamarca, el Gobierno tiene ya una hoja de ruta para apoyar con dinero público el uso de estos aditivos, y Bélgica también se lo está planteando. El reto es que se use cada vez más, porque ayuda a mejorar el balance de emisiones de los países”, continúa Yáñez. Otros expertos abogan por reducir el consumo de carne de vacuno.
En cuanto a la agricultura, hay que aplicar nuevos manejos al cultivo del arroz, tal y como explica Canadell: “En vez de tener los campos inundados durante toda la producción de este cereal, se le pone agua, a mitad de la estación se retira, los suelos se secan un poco, y luego se vuelven a inundar. Este paro tiene resultados muy buenos para reducir un 20% o 30% de las emisiones de metano. Y se están investigando además otras tecnologías”.
Mientras, Querol pide fijarse en los grandes basureros: “La Agencia Espacial Europea (ESA) tiene un satélite que mide el metano; lanzó un artículo para mostrar algunos puntos negros de emisiones y ahí aparecían muchos vertederos de residuos urbanos, entre ellos el de Valdemingómez [Madrid]”. ¿Qué se podría hacer? Canadell responde: “Intentar disminuir la cantidad de residuos orgánicos que acaban aquí para intentar hacer compost, fertilizantes u otros subproductos, o bien capturar el metano y usarlo como biocombustible en procesos industriales que necesiten calor”.
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