El otoño será más cálido y seco de lo normal en España tras el peor verano en 61 años

Los climas áridos avanzan a un ritmo anual de unos 1.500 kilómetros cuadrados desde mediados del siglo XX, lo que equivale a la extensión de la provincia de Málaga en un lustro

Panorámica del embalse de Mediano, en la provincia de Huesca, al 13% de su capacidad, el pasado 14 de septiembre.JAVIER BLASCO (EFE)

Los próximos seis meses depararán a España, desde el punto de vista meteorológico, un otoño a grandes rasgos más cálido y seco de lo normal y un invierno que también apunta cálido, tras haber sufrido el verano más tórrido de la serie histórica, que arranca en 1961. En verano ―para los meteorólogos abarca junio, julio y agosto― hizo una temperatura media de 24°C, lo que supone 2,2°C por encima de lo normal, “una burrada”, en palabras de Rubén ...

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Los próximos seis meses depararán a España, desde el punto de vista meteorológico, un otoño a grandes rasgos más cálido y seco de lo normal y un invierno que también apunta cálido, tras haber sufrido el verano más tórrido de la serie histórica, que arranca en 1961. En verano ―para los meteorólogos abarca junio, julio y agosto― hizo una temperatura media de 24°C, lo que supone 2,2°C por encima de lo normal, “una burrada”, en palabras de Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Además, fue el noveno verano más seco de la serie: solo cayeron 48,2 litros por metro cuadrado en el conjunto de España, un 35% menos que el promedio.

Del Campo y la también portavoz de Aemet Beatriz Hervella han hecho este lunes un balance del verano, avanzando lo que se espera para septiembre, octubre y noviembre y, como novedad en las previsiones estacionales que hasta ahora publicaba la agencia, han vaticinado cómo será el invierno, con una previsión para diciembre, enero y febrero también cálida. Así, Hervella ha detallado que “hay una probabilidad moderada” de que el otoño ―el astronómico comenzará el próximo viernes 23 de septiembre a las 3.04 hora peninsular, mientras que el meteorológico lo hizo el pasado 1 de septiembre― sea más cálido de lo habitual en toda España. De manera más “robusta”, con un porcentaje del 50% al 70%, será cálido en la vertiente mediterránea y Baleares, donde “puede estar entre el 20% de los más cálidos”. Además, lloverá menos de lo habitual en el noroeste peninsular, mientras que en resto del país se desconoce, porque “la señal no es clara”.

El otoño también será más cálido en el resto de Europa, “muy probablemente muy cálido en el Mediterráneo occidental y el norte”, y más seco en el Mediterráneo oriental, pero más lluvioso en Escandinavia. Esta tendencia cálida es probable que se extienda al invierno, que será especialmente cálido en el Mediterráneo y en el norte y el este de Europa, ha pronosticado la portavoz, para añadir que “no se descarta, aunque la probabilidad no es excesivamente alta”, que sea más lluvioso de lo habitual el Mediterráneo occidental y norte continental, y más seco en el Mediterráneo oriental.

Y esto sucederá después de “un verano extremadamente cálido”, ha subrayado Del Campo, que superó “por 0,4°C al de 2003, el más cálido hasta la fecha”. Pero no solo ha sido el más tórrido en 61 años, ya que mediante reconstrucciones climáticas se puede afirmar que “lo ha sido en al menos más de un siglo, desde 1916″. Aunque a escala nacional la anomalía fue de 2,2°, escaló a más de 4°C en puntos de Andalucía, Castilla y León, Aragón, Cataluña y Comunidad Valenciana.

Serie de anomalías de la temperatura media del verano en la España peninsular desde 1961.AEMET

España ha pasado, como avanzó este diario, 42 días, casi la mitad del verano, en situación de ola de calor, cuando el récord estaba en 29 en 2015. En total, han sido tres grandes olas, la primera entre el 12 y el 18 de junio, que fue la segunda más temprana desde que hay registros; la siguiente, la del 9 al 26 julio, que fue la más intensa y extensa de la historia y la segunda más larga de la serie; y la última, entre el 30 de julio y 15 de agosto, que fue la tercera más duradera.

En el mundo, “junio, julio y agosto han sido los terceros meses más cálidos de su serie”, ha anotado Hervella, mientras que si se reduce el foco a Europa, junio ha sido el segundo, julio el sexto y agosto, el más cálido. Estas temperaturas disparadas se han traducido en un exceso de mortalidad atribuible al calor, que se calcula en 4.663 muertes más en España, frente a las 15.090 que se estima que hubo en 2003, por lo que los portavoces de Aemet han subrayado el buen funcionamiento de los avisos y los planes de prevención, que “es necesario reforzar”.

Los datos constatan que los veranos en general son cada vez más duros ―van ocho veranos consecutivos con temperaturas por encima de la media desde 2015, cuando hasta la fecha el máximo habían sido cuatro― y más largos ―duran un mes más que en los ochenta― y este año está siendo “un ejemplo claro” según Del Campo, con “un mayo más cálido que casi el 16% de los meses de junio desde los años sesenta” y una “primera quincena de septiembre de récord”, con temperaturas incluso superiores a 40°C en el Guadalquivir y cercanas en puntos del Cantábrico oriental y con “Baleares y el País Vasco sufriendo noches más cálidas que en todo el verano y ya estamos en otoño”. El cuatrimestre de mayo a agosto ha sido el más cálido y seco de toda la serie y la perspectiva es que “este verano será normal a mediados del siglo XXI, incluso un poco fresco si se cumplen los peores pronósticos”, ha advertido Del Campo. En el periodo de 2041 a 2060, se espera que los veranos normales tengan una anomalía de entre 1,7ºC y 1,9°C por encima.

En cuanto a las precipitaciones, junio y julio fueron meses muy secos, mientras que agosto fue casi normal, aunque con fenómenos adversos asociados a tormentas como el reventón cálido que dejó un muerto y 40 heridos en Cullera (Valencia) y la granizada de gran tamaño que costó a la vida a una bebé de 20 meses en Girona. La causa fue el predominio de las condiciones anticiclónicas, con un potente anticiclón de bloqueo y danas situadas al oeste de la Península, que han impulsado masas de aire muy cálido desde África. La consecuencia es que España terminó el verano en sequía meteorológica, en la que está instalada desde enero de 2022 ―a finales de agosto, el 25% el territorio europeo estaba en situación de alerta por esta causa―.

El año hidrológico, al que le quedan 11 días, de momento “va en segunda posición de los más secos”, con unas lluvias inferiores en un 25 % al valor normal, sobre todo en el oeste y en noreste, según ha señalado Del Campo, pero es posible que finalmente acabe en tercera o cuarta posición, ya que esta semana se esperan lluvias de importancia, sobre todo en el sur y este peninsular.

En amarillo, las zonas cuyo clima era árido a mediados del siglo XX. En gris, las zonas cuyo clima ha pasado a ser árido desde entonces.AEMET

Otra derivada de todos estos cambios, con un calentamiento global que en España se ha traducido en un aumento de 1,4° desde los años cincuenta y un 12% menos de lluvia en ese mismo periodo, es que los climas áridos o desérticos ―aquellos en los que la evaporación del agua supera a la precipitación― avanzan a pasos de gigante, en detrimento de los climas templados y fríos, hasta el punto de haber borrado del mapa los climas de alta montaña. “Según un reciente estudio de Aemet, desde mediados del siglo XX, en España lo hacen a un ritmo anual de unos 1.500 kilómetros cuadrados, el equivalente en cinco años a la extensión de Málaga”, ha lamentado Del Campo. “En los cincuenta, sesenta y setenta, suponía el 10% del territorio, ahora es del 22%”, ha añadido Del Campo. Los mayores incrementos los sufren el sur de la Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha, Badajoz, este de Andalucía, suroeste de Castilla y León y la depresión del Ebro.

Como ha advertido la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, que ha presidido por primera vez esta rueda de prensa, “la respuesta ante la emergencia climática es ya un asunto serio y urgente”. “Son necesarias nuevas medidas de refuerzo de nuestra capacidad de resiliencia porque el cambio climático presiona, con consecuencias inmediatas, cotidianas y de alto impacto” en la vida de las personas, en el sector primario, en el de la energía, en el turismo y en el abastecimiento de agua.

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