Los gatos callejeros ponen contra las cuerdas a los pájaros en las ciudades
Un estudio del CSIC concluye que el terror a los felinos provoca que las aves vivan a más altura y huyan antes, lo que afectaría a su alimentación y reproducción
Las colonias de gatos callejeros son especialmente dañinas para los pájaros: los cazan y depredan sus huevos y sus pollos. Pero, además, les provocan un terror que cambia su comportamiento de tal forma que les es más complicado encontrar comida o reproducirse, lo que disminuiría su abundancia. Una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha medido ese miedo y ha comprobado que gorriones, mirlos o palomas, entre otras especies, que conviven con colonias de gatos vagabundos desarrollan su vida —comen, cantan y otras actividades— de media a un 33% más de altura que otros...
Las colonias de gatos callejeros son especialmente dañinas para los pájaros: los cazan y depredan sus huevos y sus pollos. Pero, además, les provocan un terror que cambia su comportamiento de tal forma que les es más complicado encontrar comida o reproducirse, lo que disminuiría su abundancia. Una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha medido ese miedo y ha comprobado que gorriones, mirlos o palomas, entre otras especies, que conviven con colonias de gatos vagabundos desarrollan su vida —comen, cantan y otras actividades— de media a un 33% más de altura que otros que se encuentran en zonas sin felinos, es decir, se acercan menos al suelo. Además, huyen antes de las personas, las dejan acercarse un 10% menos que si no hubiera gatos. Los investigadores sugieren que se destinen áreas libres de asentamientos de felinos para preservar la biodiversidad urbana y mitigar los efectos sobre las aves, especialmente de las que se alimentan en el suelo.
“No se trata de gatos sí o gatos no, entendemos que haya amantes de los animales que proporcionan a los ejemplares callejeros comida y agua y que disfrutan con ello. Se trata de facilitar la coexistencia de gatos y aves”, plantea Mario Díaz, autor principal del estudio publicado en la revista Science of the Total Environment. Él y su equipo llevan años recopilando información sobre la distancia de huida de los animales al acercarse un humano, un rasgo de comportamiento que integra el temor a la depredación y la perturbación que les provoca tanto en sus necesidades fisiológicas como reproductivas.
“Tenemos datos de la distancia de fuga de distintas especies y de diferentes lugares, como Granada o el Círculo Polar Ártico”, explica. Pero para darle un sentido a la información recopilada se necesita saber dónde se encuentran los depredadores, en este caso las colonias de gatos. “No es sencillo porque se esconden durante el día, por ejemplo, el Retiro está lleno de gatos y no los ves. Así que hay muy pocos lugares que tengan localizados los asentamientos. Por eso el mapa del Ayuntamiento de Madrid en el que aparecen las 1.170 colonias que estudiamos es muy valioso”, comenta Díaz. A partir de esa información, los investigadores han podido comparar a qué distancia escapan las aves cuando se acerca un humano dependiendo de si están en zona gatuna o no.
Un gorrión, por ejemplo, emprende el vuelo cuando la persona se encuentra a ocho metros de él en lugares con gatos; en los que no hay, confía más, y deja acercarse hasta los 6,8 metros. En cuanto a la altura, si hay felinos acechando, los mirlos se encuentran a 1,3 metros de distancia del suelo. Si no los hay, se posan medio metro más abajo. “Los asentamientos de gatos callejeros eliminan así una de las ventajas de las ciudades para las aves, y es que albergan pocos depredadores naturales como rapaces o carnívoros, pero creemos que se puede lograr una convivencia seleccionando áreas sin gatos”, plantea Díaz.
No se conoce la cifra de gatos callejeros que existen, pero sí que, además de los daños a la fauna silvestre, provocan problemas de insalubridad y pueden generar altercados vecinales por los malos olores, los restos de envoltorios con comida, en las épocas de celo o porque se cuelan en viviendas y urbanizaciones. María José Montes, jefa del Departamento de Servicios Veterinarios de Madrid Salud, explica que comenzaron a registrar en un mapa las colonias felinas en 2016 con los datos que aportan los cuidadores (personas que les llevan comida y agua habitualmente) y también con las quejas ciudadanas. Así han censado más de 1.700 colonias, que “son muchas y se tienen controladas relativamente. Se conocen mejor las de las zonas más urbanizadas que otros que se ubican en barrios donde hay muchos solares desocupados”. El problema “es el potencial de crecimiento que pueden tener, no que sean más o menos”, aclara la técnica. Su objetivo es capturarlos, esterilizaros y devolverlos a la colonia. A partir del mes de abril, el Ayuntamiento contará con un centro en la Casa de Campo donde prevén esterilizar unos 4.000 gatos al año.
Son miles de personas las que colaboran en la gestión de las colonias. Están autorizadas ―reciben un carné― y lo hacen de forma altruista, por amor a los gatos y siguiendo los protocolos del Ayuntamiento. Los asentamientos de gatos se forman a partir de gatas que teniendo dueño no están esterilizadas y se las deja salir a la calle, donde pueden tener las crías. “Si luego llega alguien y les ofrece comida, se está fijando una población”, explica Montes. También se pueden crear a partir de gatos abandonados o de otros que ya forman parte de colonias y se mueven a otros puntos. “Si los gatos son sociables, lo mejor es no poner comida, sino cogerlos y traerlos a los servicios municipales”, concreta Montes.
Nicolás López, técnico de conservación de especies de SEO/BirdLife, explica que en las colonias callejeras hay que estudiar caso por caso, “no se puede criminalizar a todas por igual”. Las aves buscan un hábitat con cobertura de árboles y arbustos suficiente, donde tengan comida y menos depredadores, pero si existe la amenaza de los gatos se reproducen menos, sacan menos descendencia y pueden abandonar el lugar. “Y eso siempre que puedan, porque en un medio urbano no hay muchos lugares donde elegir, por ejemplo, un petirrojo en el Retiro, ¿dónde puede ir?”, se pregunta. López considera que los gatos silvestres no pueden vivir en ecosistemas muy frágiles como los insulares, sobre todo en áreas donde críen aves marinas, porque depredan los nidos. “De ahí hay que extraerlos, pero sin matarlos, llevándolos a centros de acogida”, concreta. En Canarias no solamente tienen problemas las aves, sino que hay otras especies en peligros, como los lagartos endémicos.
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