Rafael Llopis y el miedo como juguete
El psiquiatra Rafael Llopis sabía que el relato de terror sanaba heridas abiertas en el inconsciente, liberándolas así de la enfermedad mental
El escritor H.P. Lovecraft dejó dicho que el miedo es la emoción más antigua y más intensa de la humanidad. Mirándolo así, desde su punto de vista, el miedo es una reacción de nuestro cerebro reptiliano cuando este se pone en marcha ante un peligro real o imaginario.
Con arreglo a lo segundo, antes de que la corriente racionalista conquistase Occidente, la clase dominante utilizaba el mito en su estado más tenebroso para inculcar miedo y así fij...
El escritor H.P. Lovecraft dejó dicho que el miedo es la emoción más antigua y más intensa de la humanidad. Mirándolo así, desde su punto de vista, el miedo es una reacción de nuestro cerebro reptiliano cuando este se pone en marcha ante un peligro real o imaginario.
Con arreglo a lo segundo, antes de que la corriente racionalista conquistase Occidente, la clase dominante utilizaba el mito en su estado más tenebroso para inculcar miedo y así fijar mandatos y prohibiciones en su beneficio. Pero con la llegada del racionalismo, el miedo ante lo sobrenatural tomará una nueva dimensión al ser llevado hasta la literatura. Con ello, los relatos de miedo servirán para el juego y la distracción de los seres humanos.
Es entonces cuando las historias de terror atravesarán los tiempos hasta llegar al siglo XX, en el que dichas historias sufren una transformación debido, en su mayor parte, a Freud, quien mostrará el inconsciente como un trastero donde se amontonan los residuos reprimidos de nuestra consciencia, valga la metáfora. Desde ese momento, las historias y fábulas atávicas que la razón venía liberando desde el primer tercio del Siglo XVII, vuelven de nuevo a manifestarse dentro de la razón. Pero lo hacen para sanar el miedo acumulado en nuestro propio yo.
El psiquiatra Rafael Llopis (1933-2022) nos lo viene a contar en el prólogo que hace a su Antología de cuentos de terror (Alianza) recientemente reeditada en dos volúmenes, y donde nos pasea por las distintas etapas de la literatura de raíz negra, desde Lope de Vega hasta Noel Clarasó pasando por Agustín Pérez-Zaragoza, uno de nuestros literatos más desconocidos y que Rafael Llopis presentó a principios de los años 80, cuando se publicó por primera vez este compendio de pequeñas historias terroríficas.
La afición de Rafael Llopis por el relato de terror le vino desde que era niño, cuando en la biblioteca familiar descubrió los cuentos de Allan Poe en un volumen que provocará en él una rara mezcla de atracción y miedo; magnetismo que se le hacía irresistible. Años más tarde, ya como psiquiatra, Llopis descubriría que el terror imaginario despierta sensaciones opuestas, y que la atracción hacia el terror en la literatura es una tendencia natural del ser humano, pues su magnetismo es un síntoma de salud mental; los temores acumulados en el inconsciente se liberan cuando nos dejamos envolver por historias imaginarias de corte terrorífico.
La literatura de terror es sanadora, pues gracias a ella, entre otros muchos miedos, podemos ser conscientes de que a veces hablamos por miedo a dejar de hablar, sin darnos cuenta de que esta paradoja manifiesta que nuestro inconsciente es el que habla por nosotros. De tal manera, con nuestras palabras salen a liberarse todos esos miedos que permanecían ocultos en los rincones del trastero que Freud y Jung alumbraron en nombre de la ciencia, y que Rafael Llopis revolvió con ayuda de esa misma luz, descubriendo la importancia que tiene el juego literario en nuestro cerebro.
Del alcance del silencio nos podemos dar cuenta una vez que hayamos leído cualquiera de los relatos que Llopis seleccionó en esta antología. Lo hizo desde el rigor científico, con la sana intención de que las sensaciones producidas tras su lectura pasasen a formar parte de todas esas cosas cotidianas que normalmente no nos provocan miedo, convirtiendo así lo familiar en siniestro.
En esta época tan oscura que estamos viviendo, donde pandemias, ataúdes y misiles ocupan nuestra realidad, nos haríamos un favor leyendo esta antología de relatos imaginarios. Sin duda, nuestra salud mental nos lo agradecerá. Porque ante tanto ruido, lo más saludable es abandonarse al silencio tras convertir el miedo en juguete.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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