Los bonobos pueden ser tan violentos o más que los chimpancés

Miles de horas de observación de comunidades de ambas especies desmonta la imagen pacífica de los primeros: los machos triplican en agresiones a los segundos

Los bonobos han sido descritos como una especie no violenta, pero sus machos agreden a otros hasta tres veces más que los chimpancés. En la imagen, una madre con su cría acicalada por hembra en la reserva de Kokolopori.Maud Mouginot

Durante décadas se ha ido construyendo una imagen dicotómica de las dos especies de primates más cercanas a la humana: mientras los chimpancés (Pan troglodytes) son muy agresivos y la violencia está en la base de sus relaciones sociales, los bonobos (Pan paniscus), son los primos pacíficos, que ...

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Durante décadas se ha ido construyendo una imagen dicotómica de las dos especies de primates más cercanas a la humana: mientras los chimpancés (Pan troglodytes) son muy agresivos y la violencia está en la base de sus relaciones sociales, los bonobos (Pan paniscus), son los primos pacíficos, que arreglan casi todas sus desavenencias con sexos y caricias. Sin embargo, la observación de varias comunidades de ambas especies durante miles de horas muestra que las cosas con algo más complejas: los bonobos macho llegan a triplicar las agresiones realizadas por los chimpancés cuando el agredido es otro macho.

“Recuerdo que al inicio de mi primera temporada de campo, estábamos en la selva y los bonobos acababan de despertarse, todavía estaba todo en calma cuando escuché gritos y llantos. Vi dos bolas de pelo corriendo entre los árboles, un bonobo persiguiendo al otro. Fue una agresión, por la mañana, tan temprano. Vi otra unos 10 o 15 minutos después. Me suscitó muchas preguntas sobre el uso de la violencia por parte de los bonobos”, rememora la investigadora de la Universidad de Boston, Maud Mouginot, de su estancia de cuatro meses en la Reserva Kokolopori Bonobo (República Democrática del Congo) en 2019, que siguió a otra temporada el año anterior en el Parque Nacional Gombe, donde hay varias comunidades de chimpancés. Esos dos periodos observando a las dos especies fueron la base para iniciar un trabajo que ahora, un lustro después, acaba de publicar sus resultados en Current Biology.

Durante 2.047 horas de observación de tres comunidades de bonobos de Kokolopori, Mouginot y sus colegas de investigación contabilizaron 521 agresiones. La mayoría fueron simples empujones y persecuciones. Pero en el 14,8% de los casos hubo daño físico. Mientras tanto, en las 7.309 horas viendo a dos grupos de chimpancés de Gombe, contabilizaron 654 interacciones agresivas, el 15,1% con contacto. “¡Me sorprendieron los resultados! Los bonobos tienen fama de ser pacíficos, pero siempre pensé que era una forma demasiado simplista de ver una especie tan compleja”, cuenta Mouginot. Es una de las claves de este trabajo, que cuantifica y clasifica distintos tipos de violencia.

Al entrar en detalle es cuando se pasa de escenarios donde todo era blanco o negro a otros llenos de grises. Aunque en general las agresiones de los bonobos son menos graves (y en toda la literatura científica no hay descrito un solo caso letal), entre los machos de esta especie hay 2,8 más ataques que entre los machos de chimpancé y se triplican cuando hay daños físicos. “No esperaba encontrar tales índices de agresión entre machos”, destaca Mouginot. Solo en el 16% de las ocasiones se trató de una agresión a alguna hembra, porcentaje casi idéntico al de los observados en dirección contraria, de una hembra a un macho. Todo cambia con los chimpancés.

“La dinámica macho-hembra es muy diferente entre las dos especies. En los bonobos, las hembras son codominantes respecto de los machos y pueden formar coaliciones contra ellos. Por lo tanto, las hembras pueden actuar agresivamente contra los machos solas o en coalición, y los bonobos machos rara vez actúan agresivamente contra las hembras”. La situación es radicalmente diferente entre los P. troglodytes. “Entre los chimpancés, los machos forman coaliciones y superan en rango a todas las hembras. Las obligan sexualmente a aparearse con ellos y, por lo tanto, actúan agresivamente contra ellas. Esas dinámicas sociales cambian las interacciones entre machos y hembras y las tasas de agresión entre sexos”. En concreto, hasta el 32% de los ataques de los machos van dirigidos a una hembra, mientras que la situación contraria apenas la observaron en el 1,8% de las ocasiones.

La investigadora francesa da una de las claves cuando habla de las coaliciones. Casi inexistentes entre los bonobos macho, es práctica habitual entre los chimpancés, tanto para agredir o defenderse dentro de la propia comunidad, como para desatar verdaderas guerras contra otros grupos en los que buscan matar de forma activa a los rivales. La otra clave es el apareamiento. Las hembras de ambas especies tienen hinchazones periódicas en sus genitales, indicando que están ovulando. Entre los chimpancés, comprobaron que los más agresivos tenían mayor número de cópulas con las hembras más tumescentes. Aunque también vieron esta relación entre los bonobos, la señal estadística fue mucho menor.

“La agresión de los machos contra las hembras es mucho menor en los bonobos y no parece que la utilicen en el contexto del apareamiento”
Martin Surbeck, primatólogo del Pan Lab de la Universidad de Harvard, Estados Unidos

Martin Surbeck fue director de la reserva de bonobos de Kokolopori y es el principal investigador del Pan Lab de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Sobre la violencia de las dos especies, recuerda algunas diferencias confirmadas por este nuevo trabajo: “Primero, no se han reportado casos de agresión letal entre bonobos, ni dentro ni entre grupos. Es posible que algún bonobo muera como consecuencia de heridas, pero no vemos agresiones dirigidas a matar al oponente, como se ha descrito en el caso de los chimpancés”. La otra gran diferencia tiene que ver con el fitness sexual. “La agresión de los machos contra las hembras es mucho menor en los bonobos y no parece que la utilicen en el contexto del apareamiento. Así que la ausencia de violencia sexual sigue vigente, lo que la hace aún más interesante”, añade.

Para Surbeck, “parece claro que las tasas de agresión de los machos son al menos igualmente altas en los bonobos (en este estudio fueron más altas, pero tenemos que ver si esta diferencia se mantiene incluyendo otras poblaciones). Y termina, “definitivamente ya no son los estereotipos previamente retratados”.

El primatólogo Josep Call, de la Universidad de Saint Andrews (Reino Unido), destaca de este trabajo que “la dicotomía entre chimpancés agresivos y bonobos pacíficos es una falacia”. Añade que era algo que “los expertos saben desde hace muchos años, pero aun así, hay algunos a quien les gusta seguir con esta falsa dicotomía, iniciada por de Waal hace muchos años”. Para Call, lo que hay que tener en cuenta es que “tanto los chimpancés como los bonobos son agresivos, lo que sucede es que sus estilos y sus dianas son diferentes”. Pero este investigador también recuerda que ninguna de las dos especies es solo agresiva. “Por supuesto que ambas también son pacíficas y se reconcilian tras pelearse, por ejemplo. Pero, de nuevo, sus estilos son diferentes, por ejemplo, los bonobos utilizan más conductas socio-sexuales que los chimpancés”. La principal limitación del trabajo para Call es una que ya reconocía Surbeck: solo comparan entre los chimpancés de Gombe y los de Kokolopori. “Me hubiera gustado ver datos de otros lugares porque hay grandes diferencias entre poblaciones”. De haberlo hecho, está convencido de que “hubiera puesto de manifiesto la existencia de variabilidad dentro y entre poblaciones y especies”.

La principal autora de esta investigación, Mouginot, deja una reflexión final. Muchos primatólogos, incluida ella misma como reconoce, han investigado la violencia entre estos animales buscando respuestas al porqué de la violencia entre humanos, colocando a chimpancés en un lado de la moneda y a los bonobos en el otro. “Los investigadores suelen referirse a los chimpancés, o a veces a los bonobos, como el mejor modelo de nuestro último ancestro común. Creo que ninguna de esas especies es un buen modelo, todas siguieron su propio camino evolutivo. Lo interesante es observar cómo algunas estrategias evolucionan en algunas especies y no en otras”.

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