Los sismógrafos registran los temblores de la guerra de Ucrania
Una red sísmica diseñada para detectar ensayos nucleares a miles de kilómetros capta las explosiones en las ciudades atacadas, sean bombas, misiles o cañonazos
La propaganda y la desinformación no pueden engañar a los sismógrafos. Ideados para detectar terremotos, estos aparatos captan cualquier perturbación en la tierra, ya sea una erupción volcánica, una prospección minera, una goleada del Barça, un barreno en una cantera y, ahora, las bombas y misiles que caen sobre Ucrania. En un novedoso trabajo publicado en la prestigiosa revista Nature, un grupo de investigador...
La propaganda y la desinformación no pueden engañar a los sismógrafos. Ideados para detectar terremotos, estos aparatos captan cualquier perturbación en la tierra, ya sea una erupción volcánica, una prospección minera, una goleada del Barça, un barreno en una cantera y, ahora, las bombas y misiles que caen sobre Ucrania. En un novedoso trabajo publicado en la prestigiosa revista Nature, un grupo de investigadores demuestra cómo una red sismológica ideada para detectar ensayos nucleares a miles de kilómetros capta las explosiones de la guerra de Ucrania. Y son muchas más que las reconocidas por ambos bandos.
El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, pendiente de entrar en vigor porque algunos países que lo firmaron todavía no lo han ratificado, ideó un sistema de vigilancia. Aún incompleto, se basa en una red de estaciones sísmicas repartidas por el planeta para cazar a aquel país que no lo cumpliera. Para hacerlo, los Estados participantes debían desplegar un conjunto de sismógrafos con una topología particular que los hacía capaces de detectar una explosión nuclear por muy profunda o lejana que fuera. Sus datos, como los del resto de las redes, se envían a Viena (Austria), sede del nuevo organismo, para el análisis de la señal. La parte ucrania, formada por 24 sismógrafos desplegados en forma de malla con una separación de dos kilómetros entre cada pareja, se encuentra unos 100 kilómetros al noroeste de Kiev, en las cercanías de la localidad de Malyn. De ahí su nombre, Malyn AKASG. En el pasado detectó los seis ensayos nucleares que realizó desde 2006 Corea del Norte a 7.000 kilómetros. También captó la tremenda explosión en el puerto de Beirut (Líbano) en el verano de 2020 y hasta impactos de meteoritos. Pero, ¿podrían detectar las bombas que caen mucho más cerca?
Por lo que publica en Nature un grupo de expertos en la detección de perturbaciones terrestres, los sismógrafos pueden ser los chivatos perfectos en una guerra. En ellas hay mucho ruido y de ese ruido solo unas cuantas fuentes pueden ser detectadas a distancia. Las explosiones de salida, cuando se dispara un proyectil, las ondas de choque balísticas o la detonación tras el impacto liberan la suficiente energía infrasónica, pero solo la última es capaz de generar energía sísmica detectable.
Ben Dando es el responsable del departamento de verificación de NORSAR, una organización noruega independiente que tiene por misión detectar alteraciones sísmicas, en particular si se sospecha que se trata de ensayos nucleares. Dando, junto a colegas de esta institución, la Universidad de Oslo y la agencia espacial ucrania, ha analizado todo lo captado por Malyn AKASG entre el 24 de febrero (inicio de la guerra) y el 3 de noviembre de 2022. En ese lapso, el sistema captó 1.282 explosiones en las tres provincias, entre ellas el óblast de Kiev, donde la sensibilidad del sistema era mayor. “Solo en abril, el número de eventos declarados es aproximadamente la mitad del que nosotros detectamos en los datos sísmicos”, cuenta Dando en un correo.
El número de eventos declarados es aproximadamente la mitad del que nosotros detectamos en los datos sísmicos”Ben Dando, responsable del departamento de verificación de NORSAR
Las gráficas de sismicidad permiten ver el curso de la guerra. La mayor concentración de explosiones se produjo en los meses iniciales de la ofensiva rusa, entre febrero y abril del año pasado. Fue a finales de este mes cuando los rusos se retiraron a las posiciones que mantienen ahora. Desde entonces, la cantidad de eventos se ha mantenido en la décima parte o menos de la existente a comienzos de la guerra. “Seguimos vigilando constantemente Ucrania y continuamos detectando explosiones. Sin embargo, la tasa de detecciones no es tan alta como cuando se inició la invasión, ya que la mayor parte de la actividad ahora se concentra en el sudeste de Ucrania, donde no tenemos una cobertura tan buena con los datos actualmente disponibles”.
El trabajo muestra cómo la sismicidad provocada por las explosiones se concentra en las ciudades. Al menos en esta fase de la guerra, no hay grandes cargas explosivas en las líneas del frente y sí ataques a distancia contra urbes como Kiev, Chernihiv, Bucha o la propia Malyn. Salvo en los tres primeros días de la invasión, los sismógrafos de Malyn AKASG han detectado siempre más eventos que los declarados por las partes.
Los investigadores también intentaron determinar el tipo de arma y su carga explosiva según la magnitud sísmica registrada. El problema es que lo poco que se sabe procede de las explosiones nucleares, intensísimas sí, pero producidas a miles de kilómetros. Además, desde hace décadas estos ensayos se han hecho en profundidad, lo que complica la comparación con los estallidos superficiales. “Hoy por hoy no podemos identificar el tipo exacto de munición utilizada, pero esperamos que en el futuro esto sea posible al ver si diferentes municiones generan señales características únicas”, dice Bando. Sin embargo, añade, “podemos decir algo sobre el tamaño relativo de las explosiones y sabemos que diferentes municiones tienen diferentes rendimientos explosivos. La mayoría de los bombardeos tienen una potencia explosiva de alrededor de 10 kilogramos, mientras que los ataques con misiles más grandes pueden tener una potencia explosiva de cientos de kilogramos.”
España también tiene su Malyn AKASG. Se halla en Sonseca (Toledo) y como la ucrania, es una red de sismógrafos con una topografía específica. Lo explica Javier Fernández, de la red sísmica nacional, dependiente del Instituto Geográfico Nacional (IGN): “Son enjambres de sismógrafos capaces de detectar señales muy lejanas y de muy baja intensidad”. Para hacerlo, la unión de aparatos permite amplificar la señal y diferenciarla del ruido de fondo.
Además de los terremotos, los sismógrafos del IGN, más de 100 estaciones repartidas por el país, detectaron la erupción del volcán de La Palma de 2021, la explosión de una pirotecnia en Tui (Pontevedra), en 2018, y hasta el gol de Iniesta en el Mundial de 2010. También el silencio: “El ruido tiene un perfil propio, la actividad de las fábricas, los coches... durante el confinamiento, los sismógrafos dejaron de registrar ese ruido”, dice el investigador del IGN. Sobre el trabajo, Fernández destaca que se puede convertir en un sistema para evitar la propaganda y la desinformación: “Los datos sísmicos se podrían convertir en una capa adicional de datos contra lo que te quieren contar”.
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