Un insólito lago respalda que la humanidad provocó una nueva época geológica a partir de 1950: el Antropoceno
El Crawford, en Canadá, esconde en su fondo un libro de historia: capas perfectas de sedimentos que muestran el impacto humano, año a año, desde hace siglos
El aparentemente diminuto lago Crawford, a las afueras de Toronto (Canadá), es insólito. Los vecinos de la zona suelen acudir a pasear al perro y a comer sus célebres tortitas con sirope de arce, pero no es un lugar especial por eso. El lago parece pequeño, con apenas 250 metros de punta a punta, pero esconde una extraordinaria profundidad de 24 metros. Es lo que técnicamente se conoce como un lago meromíctico: sus aguas superficiales no se mezclan con las de su fondo, que permanece...
El aparentemente diminuto lago Crawford, a las afueras de Toronto (Canadá), es insólito. Los vecinos de la zona suelen acudir a pasear al perro y a comer sus célebres tortitas con sirope de arce, pero no es un lugar especial por eso. El lago parece pequeño, con apenas 250 metros de punta a punta, pero esconde una extraordinaria profundidad de 24 metros. Es lo que técnicamente se conoce como un lago meromíctico: sus aguas superficiales no se mezclan con las de su fondo, que permanece imperturbado desde hace siglos. Los sedimentos procedentes de la atmósfera se acumulan cada año en el lecho como las capas de una lasaña. Un equipo internacional de científicos ha anunciado este martes que el lago Crawford es el lugar del mundo donde mejor se aprecia el inicio, alrededor de 1950, de una potencial nueva época geológica: el Antropoceno.
La geóloga Francine McCarthy enseña una foto de una cata de sedimentos obtenida de las profundidades del lago. Es una muestra vertical de apenas 90 centímetros, pero cuenta la historia del Crawford desde el siglo XIII, año a año. Es muy sencillo identificar el paso del tiempo. En invierno, el lago se congela y en el fondo se deposita materia orgánica oscura. En verano, el calcio y los carbonatos disueltos en el agua, procedentes de las rocas calizas de la zona, cristalizan por el calor y forman una capa blanca de calcita en el lecho. Esa sucesión de líneas claras y oscuras es un calendario perfecto, un libro de historia subacuático que muestra que en 1950 el impacto humano empezó a transformarlo todo. Es la llamada Gran Aceleración, el momento en el que los ensayos con bombas atómicas, la quema masiva de carbón y petróleo y la desaparición de especies comenzaron a dejar una huella muy evidente en la piel del planeta.
La humanidad vive oficialmente en el Holoceno, una época geológica iniciada hace más de 10.000 años, tras la última glaciación. El químico holandés Paul Crutzen, ganador del Nobel de Química por iluminar la destrucción del ozono atmosférico, y el biólogo estadounidense Eugene Stoermer plantearon en el año 2000 que el impacto de los seres humanos sobre el planeta había provocado una nueva época: el Antropoceno. La idea se ha popularizado desde entonces, pero el organismo encargado de certificarla, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, todavía no ha tomado una decisión. Un equipo de expertos, el Grupo de Trabajo del Antropoceno, investiga desde 2009 si la humanidad efectivamente ha cambiado de época. En 2016, estos investigadores proclamaron que el Antropoceno es una realidad geológica. Este martes, el líder del grupo, el geólogo británico Colin Waters, ha anunciado en un congreso en Lille (Francia) que el lago Crawford es el mejor modelo para observar el inicio de esta inquietante época, caracterizada por la contaminación humana.
La comunidad científica, a través de la Comisión Internacional de Estratigrafía, elige puntos de referencia que marcan el comienzo de las nuevas etapas geológicas. El arranque del Holoceno está oficialmente representado por un núcleo de hielo obtenido en 2003, a casi 1.500 metros de profundidad, en Groenlandia. Esta muestra helada, custodiada en la Universidad de Copenhague (Dinamarca), revela un rápido calentamiento del clima, asociado a un cambio en determinados elementos químicos. Los puntos de referencia de siete etapas geológicas están en España. En el pueblo de Fuentelsaz (Guadalajara), por ejemplo, se identifica mejor que en ninguna parte el inicio del Jurásico medio, hace unos 175 millones de años. En la costa de Zumaia (Guipúzcoa), hay dos límites oficiales entre etapas del Paleoceno. Todos estos puntos están marcados por clavos dorados, que se instalan en ceremonias solemnes.
Una docena de lugares competían por llevarse el clavo dorado del Antropoceno, incluidos el remoto lago Sihailongwan, situado en el cráter de un volcán chino, y el lodo marino de la bahía japonesa de Beppu, que llegaron a las votaciones finales. “El lago Crawford es donde mejor se registra el inicio del Antropoceno a día de hoy”, opina el geólogo Alejandro Cearreta, único miembro español del grupo de trabajo internacional. “El mejor indicador es el plutonio-239. Todos los sedimentos posteriores a 1950 tienen plutonio, ya sea en el parque de al lado de tu casa o en el lago Crawford”, detalla Cearreta, catedrático de Paleontología en la Universidad del País Vasco.
Las autoridades geológicas no tienen ninguna prisa por decretar el inicio oficial de una nueva época. Cearreta explica el complejo protocolo, que puede durar años. El Grupo de Trabajo del Antropoceno presentará su propuesta final, con el lago Crawford incluido, en las próximas semanas. La Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario estudiará las conclusiones y, si las comparte, las enviará al estamento superior: la Comisión Internacional de Estratigrafía. Si al menos el 60% de sus miembros vota a favor de proclamar el comienzo del Antropoceno, la decisión todavía tendrá que ser ratificada por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. “El proceso se puede truncar en cualquier momento”, advierte Cearreta.
La Real Academia Española, adelantándose a la discusión entre los especialistas, ya incluye el fin del Holoceno y el inicio del Antropoceno en el Diccionario de la Lengua. El Colegio de Geólogos ha mostrado su rechazo con dureza. “La Real Academia Española ha sido tradicionalmente una institución seria, que trabajaba con metodología científica. Esta incursión en la Geología, guiada sin duda por intereses ideológicos, es francamente descorazonadora”, afirmó el 30 de mayo el Colegio, presidido por el geólogo Manuel Regueiro. Algunos expertos, como los estadounidenses Lucy Edwards y Stanley Finney, argumentan que es pronto para detectar el impacto humano en los estratos geológicos y creen que hay presiones políticas para declarar el inicio del Antropoceno.
La geóloga canadiense Francine McCarthy está convencida de que el lago Crawford ayudará a convencer a los escépticos. Su equipo introduce en el fondo un “dedo de hielo”, un artefacto gélido, con nitrógeno líquido a casi 200 grados bajo cero en su interior, al que se quedan adheridos los sedimentos. En esas láminas es obvia la influencia del ser humano. Las capas de finales del siglo XIII ya incluyen polen de maíz, lo que confirma la presencia de tribus indígenas en la zona. La línea blanca más gruesa corresponde al año 1935, el verano más caluroso del llamado Dust Bowl [cuenco de polvo, en inglés], un periodo caracterizado por la sequía y las tormentas de arena provocadas por la deforestación. Y a partir de 1950 se constata la radiactividad de las bombas atómicas y los contaminantes procedentes de la quema de carbón y petróleo. Son cambios irreversibles y detectables por doquier, según defiende el Grupo de Trabajo del Antropoceno. “Cada vez que extraemos un núcleo helado del fondo de este lago único es como asistir a un nacimiento: todos son hermosos cuando emergen por primera vez. Saber que nos pueden revelar tanta información relevante es sobrecogedor”, expone McCarthy.
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