Las orcas abandonan a sus crías hembra al madurar pero siguen cuidando a los machos
Las madres renuncian a tener más descendencia y comparten la caza con sus hijos toda la vida, mientras que se desentienden de las hijas
Las orcas, como el resto de cetáceos de la familia de los delfines, están entre los mamíferos más maternales. Las madres alimentan a su descendencia hasta que alcanzan la madurez sexual y las abuelas participan en el cuidado de las nietas. Ahora, un grupo de ecólogos ha descubierto un cuidado maternal extremo: una madre cuidará de su hijo toda su vida a costa de tener más crías. Sin embargo, no hace lo mismo con las hijas. Los científicos creen que esta estrategia tenía toda la lógica del mundo ha...
Las orcas, como el resto de cetáceos de la familia de los delfines, están entre los mamíferos más maternales. Las madres alimentan a su descendencia hasta que alcanzan la madurez sexual y las abuelas participan en el cuidado de las nietas. Ahora, un grupo de ecólogos ha descubierto un cuidado maternal extremo: una madre cuidará de su hijo toda su vida a costa de tener más crías. Sin embargo, no hace lo mismo con las hijas. Los científicos creen que esta estrategia tenía toda la lógica del mundo hasta que ha empezado a faltarles comida.
En la costa este de Estados Unidos y Canadá hay una población de orcas particular. A diferencia de la mayoría de sus congéneres, que son migrantes, las llamadas orcas residentes del sur no se mueven de esta parte del Pacífico. Eso las ha convertido en los delfínidos más estudiados por la ciencia. Su estudio ha sido clave para investigar el papel de la menopausia en los pocos mamíferos que la tienen o en el impacto de la competencia con los humanos por los mismos recursos (solo se alimentan de salmones). Ahora, con datos de 50 años de observaciones de 40 madres, un grupo de científicos ha descubierto algo totalmente inesperado en un animal tan maternal como son las orcas como renunciar a tener otra cría mientras cuida de la que tiene, aunque esta haga años que es adulta.
Los resultados de la investigación, publicados en la revista científica Current Biology, muestran que cuando una madre tiene una cría, la probabilidad de que vuelva a quedarse embarazada en los años siguientes se reduce a menos de la mitad. Como los humanos o los conejos, las orcas son animales iteróparos, del latín itero, repetir, y pario, engendrar. Es decir, que pueden procrear muchas veces a lo largo de su vida. La estrategia contraria se llama semelparidad (engendrar una sola vez) y el animal más conocido con una conducta tan extrema es el salmón del Pacífico que, tras año en el mar, remonta el río donde nació para aparearse y morir momentos después. Pues estas orcas han resultado ser en la práctica casi semélparas. Algo así no se había visto hasta ahora.
“Sabíamos que las orcas macho adultas dependían de sus madres para mantenerse con vida, pero nunca estuvo claro si las madres pagaban un precio para hacerlo”Michael Weiss, ecólogo del Centro para el Estudio de los Cetáceos, Estados Unidos
Lo cuenta Michael Weiss, del Centro para el Estudio de los Cetáceos (Estados Unidos) y principal autor del estudio: “Desde hace más de una década, sabíamos que las orcas macho adultas dependían de sus madres para mantenerse con vida, pero nunca estuvo claro si las madres pagaban un precio para hacerlo”. Y es muy alto. “La magnitud del coste que asumen las hembras para cuidar a sus hijos destetados es realmente sorprendente. Si bien existe cierta incertidumbre, nuestra mejor estimación es que cada hijo superviviente adicional reduce las posibilidades de una hembra de tener una nueva cría en un año determinado en más del 50 por ciento. ¡Es un precio enorme para cuidar de los hijos ya adultos!”, añade el también profesor de la Universidad de Exeter (Reino Unido).
Pero la sorpresa no se queda ahí. Los autores también descubrieron que las madres se sacrifican más por los machos que por las hembras. Cuidan por igual a machos y hembras mientras dependen de la leche materna y en sus años de juventud, pero todo cambia después: “Las madres parecen dejar de compartir alimentos con sus hijas al llegar a la madurez sexual, alrededor de los 12 años. En cambio, parece que nunca dejan de hacerlo con sus hijos”, cuenta Weiss en un correo. Cada vez que atrapan un salmón, la mitad es para el hijo. Hay que recordar que entre estos cetáceos hay un marcado dimorfismo sexual. Es decir, los machos son más grandes y necesitan mucho más pescado que las hembras. Sin embargo, este patrón diferencial no cambia aunque haga años que dejó la orca macho de ser una cría.
Darren Croft, colega de Weiss en Exeter y coautor de la investigación, sostiene en una nota que “las madres obtienen un beneficio biológico indirecto: ayudar a sus hijos a sobrevivir y reproducirse, mejora las posibilidades de que sus genes pasen a las generaciones futuras”. Para explicar esta estrategia, los autores del estudio recuerdan que en esta población de orcas, tanto los machos como las hembras viven y mueren dentro del grupo en el que nacen. Los machos se aparean con hembras de otros grupos, pero vuelven siempre con su madre.
“Las madres obtienen un beneficio biológico indirecto: ayudar a sus hijos a sobrevivir y reproducirse, mejora las posibilidades de que sus genes pasen a las generaciones futuras”Darren Croft, biólogo de la Universidad de Exeter, Reino Unido
Weiss destaca otras ventajas de esta inversión maternal tan única: “Primero, los hijos se vuelven más exitosos reproductivamente a medida que envejecen, y los machos más viejos de la población obtienen la mayoría de las oportunidades de apareamiento. Por lo tanto, asegurarse de que un hijo sobreviva hasta la vejez es una buena manera de asegurarse de que sus genes estén bien representados en la próxima generación”. Mientras, las hijas suponen una amenaza: “En segundo lugar, las crías de los hijos nacen en otros grupos, mientras que las de la hija nacen dentro del propio grupo. Esto supone un costo potencial de la reproducción de las hijas, ya que sus crías requerirán recursos adicionales, mientras que la descendencia del hijo no representa costo alguno para el grupo”.
Una consecuencia directa de esta estrategia es la baja tasa de natalidad. En los últimos 50 años, las 40 madres que forman los distintos grupos de la población de orcas residentes del sur han tenido 67 crías, de las que sobrevivieron al primer año 54 de ellas. Con disponibilidad de comida, la estrategia de apostar por sacar a uno adelante parece buena. El problema es que cada vez hay menos salmones en las costas del Pacífico norte, que complica la tarea de alimentarlos. Además, estas ballenas nunca se han movido de aquí y no se aparean con las orcas que sí migran. La consecuencia es que la población no ha dejado de mermar desde hace años.
El profesor de biología en la Universidad de York (Reino Unido), que confirmó la hipótesis de la abuela en estas orcas, dice ahora en una nota que “esta estrategia de sacrificar indefinidamente la reproducción futura para mantener vivos a sus hijos habrá sido beneficiosa en su pasado evolutivo, pero ahora puede estar amenazando su viabilidad futura”. La población de orcas residentes en el sur, que llegaron a ser casi dos centenares a mediados del siglo pasado, ahora está en peligro crítico, quedando solo 73 de ellas en 2022.
Los autores del estudio no tienen constancia de que este tipo de inversión maternal se dé entre otros animales, ni siquiera dentro de las propias orcas. Pero suponen que sí. De hecho, creen que otras especies de cetáceos donde hijas e hijos viven con sus madres para siempre y los machos se aparean fuera del grupo, como los calderones o la orca negra, podrían también seguir esta estrategia reproductiva tan rara.
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