“En ciencia, uno solo no hace nada”: la cadena de científicos que ha clasificado un nuevo insecto
Un ejemplar conservado en ámbar hace más de 35 millones de años es identificado gracias al trabajo consecutivo de cinco especialistas de cuatro países
El doctor Arnold Staniczek, especialista en efímeras (o efemerópteros, insectos que tienen un ciclo de vida de pocas horas, un día o dos a lo sumo), se acordó del profesor Alba-Tercedor, también especialista en esta área y, además, en microtomografía. Este, a su vez, contactó con el doctor Roman Godunko, especialista en estos insectos conservados en ámbar y con experiencia adicional en taxonomía y quien ya había descrito una nueva especie con anterioridad. Finalmente, se contactó con los profesores Michal Grabowsky y Tomasz Rewicz, especialistas en análisis de ADN de invertebrados. El resultad...
El doctor Arnold Staniczek, especialista en efímeras (o efemerópteros, insectos que tienen un ciclo de vida de pocas horas, un día o dos a lo sumo), se acordó del profesor Alba-Tercedor, también especialista en esta área y, además, en microtomografía. Este, a su vez, contactó con el doctor Roman Godunko, especialista en estos insectos conservados en ámbar y con experiencia adicional en taxonomía y quien ya había descrito una nueva especie con anterioridad. Finalmente, se contactó con los profesores Michal Grabowsky y Tomasz Rewicz, especialistas en análisis de ADN de invertebrados. El resultado de esta cadena de científicos ha sido la clasificación de un nuevo insecto, el Calliarcys antiquus, con una antigüedad estimada de entre 35 y 47 millones de años. El animal estaba conservado en una pieza de ámbar de 2,5 centímetros de ancho por alrededor de 1,5 centímetros de alto.
“En ciencia, uno solo no hace nada”. Esa es la conclusión de Javier Alba-Tercedor, catedrático del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada, cuando recuerda esa secuencia de científicos que, gracias a la curiosidad e intuición de Stanizcek, se puso en marcha “hace cuatro o cinco años”, dice Alba-Tercedor de memoria.
La caracterización del Calliarcys antiquus no ha sido un proyecto de investigación al uso. Nadie acudió a una entidad europea en busca de dinero ni planteó una hipótesis, salió al campo con su equipo y de vuelta al laboratorio cotejó sus suposiciones con la realidad para ver si se confirmaban. Ha sido una secuencia de amistades profesionales y voluntad. El doctor Staniczek, del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart (Alemania), encontró una pieza de ámbar del mar Báltico perfectamente nítida en la que se conservaba un macho —eso se sabría después— de un efemeróptero en muy buenas condiciones de conservación. Sin embargo, el insecto, de apenas un centímetro, mostraba algunas zonas hialinas (de aspecto vítreo traslúcido) que impedía verlo con total claridad.
El investigador alemán intuyó que ese insecto tendría algún interés añadido y decidió seguir investigando. Recurrió entonces al granadino, con más de una década de experiencia en microtomografía computerizada, que Alba-Tercedor califica como “la microscopía 3D” porque gracias a los rayos X en 3D hace posible radiografiar objetos, insectos en este caso, en sucesivos cortes. Estos cortes son de micras, lo que permite, a partir de cientos de imágenes, generar finalmente una tridimensional de alta resolución de lo radiografiado. En este caso, el del Calliarcys antiquus, la nueva especie, el profesor realizó más de 1.000 fotografías para poder reconstruir totalmente un animal de un centímetro. “El insecto estaba vacío en su interior, probablemente por alguna bacteria, pero afortunadamente se conservaba muy bien la cutícula que lo cubría en su momento”.
Por esas cosas de la vida y de la ciencia, y de no ser un proyecto al uso, las fotos quedaron almacenadas y la investigación en un segundo plano. La pieza de ámbar volvió hace tiempo al museo de Stuttgart donde se puede ver y ahí quedó todo. Hasta que hace un año, Javier Alba retomó el asunto. Tras un proceso de “negativos y positivos” del interior del insecto, el animal renació fotográficamente en forma de un “ejemplar precioso en 3D”, dice Alba-Tercedor. El investigador de la UGR sabía que el efemeróptero era un macho del género Callyarcis, pero pronto entendió que la especie no estaba identificada, que era un animal no clasificado aún.
Alba-Tercedor recurrió entonces a Roman Godunko, del Instituto de la Academia Checa de las Ciencias en České Budějovice. Con experiencia en insectos conservados en ámbar y habiendo descrito ya alguna especie por primera vez, Godunko confirmó que se trataba de una nueva especie y propuso nombre a los investigadores involucrados hasta ese momento, que estuvieron de acuerdo: Callyarcis antiquus, el callyarcis más antiguo, el primero. Un último paso fue hacer un estudio molecular de las especies actuales —los herederos del antiquus— para comprobar la afinidad filogenética y saber cuándo se extinguió esa especie para dejar paso a la siguiente. Ahí intervienen Michal Grabowsky y Tomasz Rewicz, investigadores de la universidad polaca de Łódź, zoólogos especializados en estudios de ADN. Este descubrimiento ha sido publicado en Scientific Reports, una publicación online del grupo Nature, el pasado 9 de septiembre.
Así, “gracias a una entusiasta colaboración de investigadores y a una labor detectivesca, de cinco científicos distribuidos por el mundo”, explica Alba-Tercedor, es como una pequeña pieza de ámbar del mar Báltico, el mayor reservorio de yacimientos de ámbar del mundo, que contenía un insecto atrapado en su interior ha pasado a la pequeña historia de la ciencia. El ámbar, el líquido espeso y pegajoso que producen plantas como las coníferas y algunas leguminosas como respuesta a daños en su corteza, no es solo un gran cazador involuntario de insectos, sino que afortunadamente para la ciencia, es un gran conservador de ellos durante millones de años.
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