Un estudio con más 26.000 excombatientes colombianos explora los orígenes de la violencia

La investigación concluye que los factores sociales como la pobreza, la discriminación o la pertenencia al grupo influyen más en las conductas violentas que los factores biológicos o individuales

Un grupo de exguerrilleros en la última conferencia de las Farc antes del proceso de paz con el gobierno.Ricardo Mazalan (AP)

Las experiencias y los testimonios de guerra de 26.000 excombatientes colombianos de distintos grupos armados ilegales, recogidos entre 2003 y 2012, sirvieron para que un equipo internacional de neurocientíficos explorara las raíces de las conductas violentas en los seres humanos. Los investigadores Hernando Santamaría-García, director del doctorado de Neurociencias de la Universidad Javeriana en Bogotá, y ...

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Las experiencias y los testimonios de guerra de 26.000 excombatientes colombianos de distintos grupos armados ilegales, recogidos entre 2003 y 2012, sirvieron para que un equipo internacional de neurocientíficos explorara las raíces de las conductas violentas en los seres humanos. Los investigadores Hernando Santamaría-García, director del doctorado de Neurociencias de la Universidad Javeriana en Bogotá, y Agustín Ibáñez, director del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andrés en Buenos Aires, Argentina, utilizaron el aprendizaje automático y la inteligencia artificial para analizar las respuestas de antiguos guerrilleros y paramilitares a más de 162 factores, cada uno con al menos 10 preguntas, relacionados con las causas y las motivaciones que los habían llevado a cometer crímenes durante el conflicto. “Combinando esos datos podíamos saber quienes de ellos habían sido violentos y por qué razón lo habían hecho”, explica Santamaría.

Los investigadores analizaron cuatro tipos de violencias: “violencia apetitiva”, cuando se cometen actos violentos por gusto; “violencia vengativa”, cuando se ha hecho por represalia; “violencia impulsiva o reactiva”, cuando ha sido por impulsos o por pobre regulación del comportamiento, y “violencia consecuencialista o utilitaria”, cuando se cree que era necesario. Santamaría dice que esta es la primera investigación que utiliza modelos computacionales con una muestra tan grande y la que mejores resultados de precisión ha obtenido. “Trabajos similares en Gana, Siria o Burundi tenían muestras más pequeñas y tasas de predicción del 60%. Nosotros analizamos la información del 90% del total de desmovilizados de un periodo de tiempo de diez años y alcanzamos una efectividad del 95% para predecir el perfil de un violento”.

Las conclusiones de este trabajo, publicadas recientemente en la revista científica Patterns, revelan que los factores sociales, económicos y culturales fueron más influyentes en las conductas violentas que los factores individuales de salud física o mental. Santamaría cuenta por teléfono que las adversidades sociales de los excombatientes, como la pobreza, la exclusión, la inequidad, la discriminación, el poco acceso a servicios de salud y educación, el haber sufrido maltrato en la infancia o la pobre participación política, pesaron más a la hora de cometer violencia que los trastornos de personalidad o las enfermedades psiquiátricas.

El investigador, que lleva varios años tratando de entender por qué los seres humanos cometemos actos de violencia, afirma que de los 20 factores más influyentes en el perfil de los excombatientes más violentos, 14 eran sociales y contextuales y el resto estaban relacionados con la salud mental. “Los modelos de aprendizaje automático revelaron que casi el 70% de los determinantes de la violencia dependían del contexto y no del individuo”, afirma el investigador.

“Los modelos de aprendizaje automático revelaron que casi el 70% de los determinantes de la violencia dependían del contexto y no del individuo”

Santamaría insiste en que también hubo otros factores culturales claves en la generación de actos violentos como el sentido de pertenencia al grupo. “La gente que decía sentirse más cómoda con su grupo armado, que sentía que era parte de su familia, fue más proclive a cometer distintos tipos de violencias. Encontramos que a mayor grado de pertenencia, mayor violencia”, dice el científico. Y añade: “La normalización de la violencia como una forma legítima para resolver problemas o para alcanzar objetivos también fue un factor social más relevante que aspectos biológicos como los rasgos de personalidad limítrofe o antisocial”.

Agustín Ibáñez explica que otro de los resultados importantes de la investigación fue comprobar que no hay un factor que genere violencia por sí mismo. “Ninguno de los 162 determinantes analizados es suficiente para producir un acto violento por si solo. Es necesario un grupo grande de factores de riesgo combinados para generar violencia”, explica el neurocientífico argentino. En palabras de Ibáñez, esta condición multifactorial muestra “que cualquiera de nosotros en determinadas condiciones podría ejercer la violencia”.

Los investigadores reconocen que Colombia ha sido un país históricamente violento y eso hace que el estudio y los resultados sean más interesantes. En los últimos 60 años de conflicto armado interno han sido asesinadas al menos 256.000 personas, ha habido 37.000 secuestros y se tiene registro de más 80.000 desapariciones forzadas, según datos del Centro Nacional de Memoria Histórica. Además, ocho millones de personas han sido desplazadas forzosamente y los combatientes de los distintos bandos, incluidas las fuerzas militares, han cometido las violencias más atroces de las que se tiene registro: masacres, descuartizamientos, hornos crematorios, minas antipersonales.

Santamaría afirma que este estudio tiene como propósito generar procesos de construcción de paz. “Es importante que las instituciones del estado sepan que la violencia se genera por factores estructurales y no por condiciones y problemas aislados de los sujetos. Si se reconoce esto, se pueden diseñar políticas públicas de inclusión y equidad para prevenir la violencia en el futuro”.

Las conclusiones del estudio también ayudan a entender que en general los que cometen actos violentos no son simplemente locos, sino personas que han tenido que vivir circunstancias socioeconómicas adversas que detonan su violencia. “Los resultados tumban la idea de que las personas con trastornos mentales son sistemáticamente violentas”, concluye Ibáñez.

Los dos científicos coinciden en que estos resultados ayudan a superar la idea de Thomas Hobbes de que se nace violento por naturaleza, de que el hombre es lobo para el hombre. “Excepto sujetos que tengan una lesión en la corteza prefrontal, que seguramente desarrollen conductas violentas, los factores sociales del común de la gente suelen pesar más en la violencia”, dice Ibáñez. Y continúa “Pero también es falsa la idea opuesta: que dice que un determinante social simple como la pobreza o la discriminación pueda causar la violencia por sí solo. Ninguno de los dos extremos es real, tiene que haber combinaciones”.

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