Las incógnitas de un invierno con dos epidemias mortales
La llegada de la gripe y otros virus pondrá a prueba la capacidad hospitalaria pero los expertos esperan una temporada menos problemática que otros años
España se enfrenta a su primer invierno en el que circularán dos virus respiratorios potencialmente letales. Al azote del coronavirus se sumará a finales de año la gripe, una enfermedad que cada año afecta a casi 800.000 habitantes, que envía al hospital a 52.000 y mata a unos 15.000.
La gripe tiene un ciclo más rápido que la covid-19. La temporada suele comenzar en las últimas semanas de diciembre y durar unas ocho semanas. La principal preocupación es que ...
España se enfrenta a su primer invierno en el que circularán dos virus respiratorios potencialmente letales. Al azote del coronavirus se sumará a finales de año la gripe, una enfermedad que cada año afecta a casi 800.000 habitantes, que envía al hospital a 52.000 y mata a unos 15.000.
La gripe tiene un ciclo más rápido que la covid-19. La temporada suele comenzar en las últimas semanas de diciembre y durar unas ocho semanas. La principal preocupación es que ese pico epidémico coincida con el del coronavirus, lo que podría provocar una doble saturación de los hospitales. Sin embargo, según la mayoría de expertos consultados por este diario, hay motivos para pensar que la situación estará bajo control.
“Todo lo que hemos vivido hasta ahora ha sido como un entrenamiento; este invierno afrontamos la prueba final”, explica el médico Jesús Castilla, miembro del grupo nacional de vigilancia de la gripe y portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología.
Las buenas noticias son que el sistema sanitario conoce cada vez mejor el coronavirus. La gripe es una vieja conocida contra la que, además, hay vacuna. Las malas son que durante el pico de gripe cada año sucede el colapso en urgencias en algunos hospitales, con pacientes en camilla en los pasillos. Esta situación puede agravarse por la falta de camas que previsiblemente ocupen los enfermos de la covid-19. Según Castilla la clave es prevenir al máximo los contagios y, para ello, es posible que haga falta restringir más los movimientos en las zonas más afectadas durante los meses de mayor incidencia gripal, a partir de enero. “Habrá que buscar el equilibrio perfecto intentando que la actividad sea la máxima posible pero minimizando riesgos”, señala.
Una de las mayores incógnitas es la interacción del coronavirus y la gripe. No se sabe apenas nada sobre ello. Los pocos datos disponibles muestran que es posible que una persona porte los dos virus a la vez, tal y como han registrado médicos en España y otros países. Sin embargo parece que estas dobles detecciones no son muy frecuentes. Más preocupante para los médicos serán las infecciones sucesivas. Ambos virus atacan al sistema respiratorio. La primera línea de defensa del sistema inmune puede quedar debilitada tras una primera infección. “Una infección viral supone un importante estrés para el sistema inmune y después este queda debilitado, con lo que la probabilidad de infectarse con otro aumenta y posiblemente también la gravedad de esta segunda infección”, explica Carmen Cámara, portavoz de la Sociedad Española de Inmunología.
“Todo lo que hemos vivido hasta ahora ha sido como un entrenamiento; este invierno afrontamos la prueba final”Jesús Castilla, epidemiólogo
“Por ahora no sabemos si el coronavirus influye en el progreso de la infección por gripe o viceversa, aunque no sería de esperar”, explica Ángel Asensio, jefe de medicina preventiva del hospital Puerta de Hierro de Madrid. “El objetivo de todo el mundo, de cualquier edad, debe ser evitar una u otra infección y para ello lo mejor es que se comporten como si ya estuvieran contagiados pero sin síntomas, es decir, que se aíslen, lleven mascarilla, tengan una higiene extrema e incluso se vacunen de la gripe aunque no sean población de riesgo”, señala.
Uno de los mayores retos del sistema sanitario va a ser distinguir qué enfermos tienen coronavirus y qué otros tienen gripe. Ambos virus producen síntomas muy parecidos, aunque es posible diferenciarlos, según Cámara. “La gripe genera mucha mucosidad y el coronavirus nada”, explica. Además está la pérdida de olfato y gusto, un síntoma descrito en un aparte de los pacientes de covid-19 que no se ha observado en casos de gripe, añade.
Pero la prueba definitiva la aportarán los test. La forma habitual de hacer un diagnóstico seguro es usando la PCR. Esto va a suponer un problema pues la covid-19 está acaparando buena parte de la capacidad de análisis de los hospitales, reconoce Lola Folgueira, viróloga del hospital 12 de Octubre de Madrid, uno de los centros sanitarios españoles con más enfermos de covid-19. “Es evidente que este invierno va a haber una presión adicional en los laboratorios de diagnóstico de los hospitales”, explica la médica, que también está en el grupo nacional de vigilancia de la gripe. “Uno de los problemas que tuvimos con la primera ola de coronavirus era que necesitamos muchos reactivos [compuestos químicos para realizar una PCR] y las empresas no pudieron cubrir tanta demanda, algo que podría repetirse ahora”, explica.
Pero incluso en un hospital como el suyo las previsiones no son alarmantes. “Es muy difícil saber lo que va a pasar. La sensación es que los casos de covid-19 con ingreso hospitalario están aumentando, pero no de forma exponencial como vimos en los peores meses de la pandemia. Por otro lado nuestra previsión es que la incidencia de la gripe sea menor que otros años. Esto nos lleva a pensar que podríamos pasar este otoño e invierno llegando a nuestro límite de ocupación y atención, pero sin un colapso como el que ya vimos”, opina.
Hacer un diagnóstico correcto puede ser la diferencia entre una vida salvada o perdida. Por ahora, el único fármaco que ha demostrado eficacia contra la covid-19 es la dexametasona, que reduce un tercio la mortalidad de pacientes graves gracias a sus propiedades antiinflamatorias que calman la reacción exagerada del sistema inmune de algunos infectados. Pero este y otros fármacos corticoides pueden ser muy dañinos para una persona con gripe. Para ayudar en el diagnóstico sin necesidad de PCR, este año se dispone de test rápidos de antígeno que funcionan de forma parecida a los de embarazo.
Hacer un diagnóstico correcto puede ser la diferencia entre una vida salvada o perdida.
En otoño e invierno circulan muchos otros virus que producen resfriados y enfermedades respiratorias que pueden enfangar aún más el diagnóstico y el tratamiento. Son enterovirus, rinovirus, coronavirus del catarro. Entre ellos destaca el virus sincitial respiratorio, cuyo pico epidémico se produce a final de octubre o principios de noviembre. Es especialmente peligroso para los bebés y niños pequeños y algunos años llega a producir algún colapso de las urgencias pediátricas. También puede resultar peligroso para personas de edad avanzada o con patologías previas, es decir, el colectivo más vulnerable ante la covid-19 y la gripe. El mayor problema que traerán estos virus es que normalmente no se hacen test para comprobar qué virus está infectando al paciente, explica Pasi Penttinen, jefe del programa de gripe y virus respiratorios del Centro Europeo de Control de Enfermedades. “La única forma de confirmar el diagnóstico para saber si el paciente tiene uno de estos virus o por el contrario sufre covid-19 es usando PCR y esto va a suponer un gran dilema para los hospitales, pues muchos tendrán buena parte de sus laboratorios ya comprometidos por los test de covid-19”, reconoce.
Ahora mismo los ojos de todos los médicos están en el hemisferio sur, de donde llegan muy buenas noticias. Allí el invierno está ya casi acabado. Varios países han registrado muchos menos casos de gripe que otros años. Un caso espectacular es el de Australia, donde se han diagnosticado este año 10 veces menos casos que el anterior. La razón principal es que tanto el coronavirus como la gripe se transmiten por el contacto cercano y este ha sido sin duda uno de los inviernos con menos contacto de la historia reciente. Los cierres de fronteras, los confinamientos y el uso generalizado de las mascarillas probablemente han parado en seco el avance de ambos virus. La mayoría de expertos consultados cree que algo muy parecido va a suceder ahora en el hemisferio norte, incluida España.
La vacuna de la gripe será el mejor arma para evitar muertes innecesarias
“En lo peor de la pandemia al hospital solo nos llegaban los casos más graves, era la solo la punta del iceberg. Si veíamos 3.000 casos eso quería decir que en realidad habría unos 30.000 sin detectar”, explica Carmen Cámara, que trabaja en el hospital La Paz de Madrid. “Ahora ya nos hemos metido debajo del agua y vemos lo que hay; hacemos muchas más pruebas, con lo que si vemos 3.000 casos significa que afuera y sin detectar puede haber solo unos 6.000”, ejemplifica.
Ahora más que nunca, las vacunas serán el mejor arma para evitar muertes innecesarias. En las próximas semanas se va a reunir el grupo de expertos europeos sobre vacunas que van a analizar la situación y hacer una recomendación sobre si hay que ampliar los criterios de vacunación de gripe este año. Los criterios de vacunación dependen de cada país. En España la vacuna de la gripe se recomienda para mayores de 65 y enfermos crónicos. En otros países como Reino Unido o Finlandia también se incluye a los niños, explica Penttinen. “Al contrario que con la covid-19, los niños son el principal propagador de la gripe cada año. Vacunándolos generas inmunidad de grupo y evitas que contagien a los mayores y grupos de riesgo. Es evidente que la vuelta al colegio en los países europeos supondrá un factor clave en la expansión de la gripe, pero este año es mucho más importante vacunar al personal sanitario, cuantos más, mejor. Ellos los que están en contacto directo con los grupos de mayor riesgo de covid-19, gripe y el resto de virus que van a llegar en unas semanas”, concluye.
En España, el Gobierno ha aumentado la compra de dosis hasta los cinco millones con el objetivo de proteger al 75% de las personas mayores —el nivel recomendado por la Unión Europea— y a los grupos de riesgo, como pacientes de todas las edades con enfermedades crónicas o con un sistema inmune muy debilitado. Será esta una batalla más de concienciación que de disponibilidad de dosis. En 2017, solo se vacunaron el 54% de los mayores de 65 años. Y este porcentaje resulta buenísimo si se compara con el del personal sanitario, uno de los más expuestos al virus, y que solo llegó al 35%.
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