El calentamiento global aumenta el ozono y deteriora la calidad del aire que respiramos
Un estudio revela que las altas temperaturas, la poca humedad y la excesiva radiación solar que se vivieron en casi toda Europa durante el confinamiento dispararon los niveles del gas
Los niveles de ozono durante los meses más estrictos de la cuarentena aumentaron en casi todo el continente europeo, a pesar de que las emisiones de los gases contaminantes que lo producen, en especial las de dióxido de nitrógeno, disminuyeran. Así lo reveló ...
Los niveles de ozono durante los meses más estrictos de la cuarentena aumentaron en casi todo el continente europeo, a pesar de que las emisiones de los gases contaminantes que lo producen, en especial las de dióxido de nitrógeno, disminuyeran. Así lo reveló un estudio realizado por profesores de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Geociencias de España, publicado la pasada semana en la revista Science of the Total Environment.
Las razones de esta aparente contradicción son las altas temperaturas, la poca humedad y la excesiva radiación solar que se vivieron en la mayoría de los países europeos, menos en España, durante los primeros meses de la primavera de 2020, afirma Carlos Ordóñez, profesor del departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Complutense y uno de los autores del trabajo.
La investigación muestra que las emisiones de dióxido de nitrógeno disminuyeron en todo el continente europeo entre un 5% y un 55% frente al mismo período del año anterior, mientras que las concentraciones de ozono aumentaron entre el 5% y el 22%, salvo en España, donde bajaron 7% debido al frío, la lluvia y el viento que predominaron en la península Ibérica durante marzo y abril, los meses de la medición.
Ordóñez cuenta por teléfono que el análisis de los datos de 1.300 estaciones de calidad del aire de la Agencia Europea de Medio Ambiente ayudan a reconocer la estrecha y preocupante relación entre el calentamiento global y la calidad del aire que respiramos. “Con el estudio concluimos que reducir las emisiones de dióxido de nitrógeno no es suficiente para mitigar las concentraciones de ozono”, afirma Ordóñez.
El ozono es un contaminante secundario, que se forma a partir de reacciones fotoquímicas entre tres elementos: óxidos de nitrógeno, que surge de la quema de combustibles fósiles; compuestos orgánicos volátiles, presentes sobre todo en productos agroquímicos, y los rayos de luz solar. Ordóñez insiste en que, si no cambiamos radicalmente nuestro modo de vida, en el futuro cercano la temperatura media del planeta va a ser cada vez más alta y las olas de calor más fuertes, y estos cambios en la meteorología van a aumentar las concentraciones de ozono.
Xavier Querol, experto en calidad del aire y profesor del CSIC, coincide con Ordóñez en que cuanto más fuerte sea el calentamiento global, los episodios de ozono serán más intensos. “Esta situación nos obliga a reducir mucho más los dióxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles”. Querol explica que una alternativa para mitigar este fenómeno puede ser parar el tráfico cuando haya olas de calor muy fuertes, igual que se hace en Madrid o en Barcelona cuando hay un episodio anticiclónico. “Si tenemos mucha contaminación y viene la ola de calor, los niveles de ozono van a ser mayores y pueden generar graves riesgos sanitarios”, agrega Querol.
Los problemas con el aumento de este gas oxidante son múltiples y peligrosos. Las concentraciones de ozono cerca de la superficie de la tierra afectan la salud de los seres humanos, la supervivencia de la vegetación y la sostenibilidad de los ecosistemas. Ordóñez afirma que el ozono es nocivo para el sistema cardiovascular y para el aparato respiratorio. “Este gas es el segundo contaminante más peligroso del aire, después de las partículas en suspensión”.
De hecho, un estudio publicado en The Lancet en 2017 estima que la alta exposición al ozono contribuyó a 254.000 muertes en todo el mundo durante 2015. Otra investigación, publicada en Science Advances en agosto, va más allá y concluye que una elevada concentración de ozono troposférico dificulta la comunicación química de los seres vivos y empobrece las comunidades de microorganismos del suelo.
Para Ordóñez, una de las conclusiones más reveladoras y preocupantes del trabajo es que los programas para mitigar las emisiones de dióxido de nitrógeno, como Madrid Central, son necesarios, pero no suficientes para evitar que el ozono se dispare con el calor. “Decidimos analizar los meses de la cuarentena porque todo el continente se detuvo. Los viajes en carro y en avión, y la industria, que son los principales generadores de contaminantes, tuvieron un parón sin precedentes. Sin embargo, los niveles de ozono siguieron aumentando debido al calentamiento global”.
“El fracaso en la mitigación del cambio climático podría conducir a mayores pérdidas tanto de vidas como económicas durante las próximas décadas”
Las advertencias de Ordóñez coinciden con el llamado que hizo Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) durante los meses del confinamiento. “La reducción de las emisiones como resultado de la crisis económica provocada por el coronavirus, no son sustituto de acciones contra el cambio climático”, dijo Taalas. Y añadió: “El fracaso en la mitigación del cambio climático podría conducir a mayores pérdidas tanto de vidas como económicas durante las próximas décadas”.
José Vicente Miró, subdirector de Calidad Ambiental de la Generalitat Valenciana y experto en ozono, afirma, por teléfono, que el comportamiento de este gas oxidante es muy complejo porque su formación no es lineal. “Los modelos de computación más avanzados para simular la creación de ozono utilizan máximo 500 reacciones químicas diferentes, pero en la atmósfera hay registro de más de 13.000″.
El investigador valenciano está de acuerdo con Ordóñez en que si aumenta la radiación solar y se mantiene la cantidad de precursores contaminantes habrá más producción de ozono. Miró, sin embargo, plantea que no solo el calentamiento global puede generar más ozono, sino que el ozono puede calentar la atmósfera. ”El ozono tiene un potencial de calentamiento 200 veces superior al CO₂, su presencia contribuye a aumentar las temperaturas en una escala local, no mundial. Por ejemplo, en Valencia, el frente costero de mayor actividad industrial, donde se emite más ozono, se comporta como una isla de calor”.
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