“Hay que reducir el tiempo de las clases para limitar la exposición al virus”
Martin Kriegel, experto en calidad ambiental en edificios, propone media hora presencial en las aulas y pausas de 15 minutos para ventilarlas
Clases de media hora con pausas de 15 minutos para ventilar las aulas. Martin Kriegel (1975, Kiel, Alemania) admite que su propuesta es “controvertida”, pero cree que es necesaria para advertir sobre un reto inminente: la falta de preparación de los Gobiernos ante el retorno de un curso escolar marcado por la epidemia del coronavirus. Kriegel es director del Instituto de ingeniería Hermann Rietschel (HRI), un departamento de la Universidad Técni...
Clases de media hora con pausas de 15 minutos para ventilar las aulas. Martin Kriegel (1975, Kiel, Alemania) admite que su propuesta es “controvertida”, pero cree que es necesaria para advertir sobre un reto inminente: la falta de preparación de los Gobiernos ante el retorno de un curso escolar marcado por la epidemia del coronavirus. Kriegel es director del Instituto de ingeniería Hermann Rietschel (HRI), un departamento de la Universidad Técnica de Berlín fundado en 1885, el más antiguo del mundo dedicado a la investigación de ventilación, energía y calidad ambiental en edificios. El HRI está actualmente volcado en el estudio de la transmisión de la covid a través de partículas suspendidas en el aire.
“Se ha infravalorado la transmisión del SARS-CoV-2 por vía aérea”, asegura Kriegel. “Ya había brotes de la enfermedad en primavera muy bien documentados y que apuntaban a que la transmisión por aerosoles era extremadamente plausible”. Los aerosoles son gotas minúsculas de partículas, sólidas o líquidas, que se mantienen suspendidas en el aire por largos periodos de tiempo. No fue hasta el 9 de julio que la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó los aerosoles humanos –principalmente de saliva– como potencial vía de infección de la covid-19. Esta opción había sido relativizada por la OMS hasta entonces pese a que se habían confirmado casos de contagio por el aire y pese al creciente número de informes y peticiones desde el mundo científico que advertían de la cuestión.
La comunidad científica todavía debe determinar qué riesgo de contagio existe por vía aérea, cuánto tiempo se mantiene activo el patógeno suspendido en el aire o el tiempo de exposición que es necesario para contagiarse. Existen algunos consensos, dice Kriegel, como que la gripe tiene “un componente mucho mayor de transmisión por aerosoles”. Faheem Younus, jefe del departamento de enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland, ejemplificaba así el pasado junio en EL PAÍS la menor virulencia de este coronavirus respecto a otras enfermedades que se propagan por el aire: “Si el sarampión vuela como un águila, el SARS-CoV-2 vuela como una gallina”.
Los aerosoles emitidos por los humanos son menores a 5 micrómetros y siguen la corriente de aire. Estos se escapan casi por completo por los bordes de la mascarilla
Reducir el riesgo en espacios cerrados pasa por una correcta ventilación, según Kriegel, porque las mascarillas no son la solución. “Las mascarillas de uso diario prácticamente no detienen los aerosoles. Los aerosoles emitidos por los humanos son menores a 5 micrómetros y siguen la corriente de aire. Estos se escapan casi por completo por los bordes de la mascarilla”. Los datos del Instituto Hermann Rietschel indican que un 90% de nuestros aerosoles salen de la mascarilla. La respiración por las fosas nasales prácticamente no despide estas micropartículas. Las mascarillas sí son fundamentales, señala Kriegel, para evitar la propagación de gotas mayores de saliva cuando estornudamos o tosemos.
Una sola persona infectada puede llenar una aula de partículas cargadas con virus en pocos minutos, según las proyecciones realizadas por el HRI. Además de llevar máscara, lavarse las manos y mantener una distancia entre personas, hay dos medidas fundamentales que deben tenerse en cuenta, según su director: “Llenar el espacio de aire fresco y mantener al mínimo el tiempo de exposición de las personas”. Es aquí donde entra la ecuación que Kriegel plantea para el curso escolar: limitar el tiempo de clases durante media hora con intervalos de 15 minutos para airear la sala abriendo ventanas. El riesgo en las escuelas es mayor respecto a oficinas, cines o restaurantes, opina Kriegel, porque en estos espacios existen sistemas de ventilación que no son habituales en los colegios. Los índices que baraja su departamento indican que la “dosis crítica” para contagiarse por el aire son 3.000 partículas con carga del virus. “Habría que reducir el tiempo que duran las clases en los colegios para mantenernos por debajo de los 3.000 aerosoles, para limitar la exposición al virus. Es un reto organizativo, pero una opción serían clases de 30 minutos y pausas de 15 minutos”.
Más riesgo en gimnasios, menos en cines
El nivel más elevado de emisión de aerosoles se produce con un estornudo, seguido por los tosidos. Hablar en voz alta, gritar o cantar también incrementa la generación de aerosoles. Un estudio de la Universidad Técnica de Berlín sirvió a la patronal alemana de salas de cine HDF Kino para demostrar que la apertura de cines no representaba un riesgo significativo para la propagación de la covid-19. El informe destacaba que con el uso obligatorio de mascarillas y la distancia de seguridad, los cines son un lugar más seguro que otros espacios cerrados con afluencia de gente, porque los usuarios están quietos y no hablan. Preguntado por el riesgo que comporta el ejercicio en gimnasios, Kriegel comenta que el ejercicio físico multiplica por dos la generación de aerosoles. “Esto también significa que inhalamos el doble de aerosoles cargados con el virus”.
El Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de España elaboró en junio un protocolo de medidas para la reapertura de establecimientos de ocio nocturno que, entre otras medidas, recomendaba mantener las instalaciones a una temperatura ambiente de entre 23 y 26 grados. Kriegel afirma que “todavía no está científicamente probado” el efecto del nivel de temperatura en la fuerza del virus, por lo que duda de la eficacia de fijar baremos de este tipo para mitigar la transmisión aérea. “Está claro que la temperatura y la humedad tiene una influencia en la virulencia de los virus. Sin embargo, los brotes en todo el mundo demuestran que este coronavirus se disemina bien bajo condiciones muy diferentes”.