La internacional borjamari

Para entender las protestas de Núñez de Balboa no miren al franquismo, sino a la red profunda

Manifestantes en la plaza de España de Pozuelo de Alarcón en contra del Gobierno de Pedro Sánchez, el 17 de mayo.Ricardo Rubio (Europa Press)

Sobre la rebelión borjamari se ha dicho todo menos una cosa: que eso no es ninguna peculiaridad española. Los pijos españoles no son muy de inventar cosas, y prefieren copiárselas a sus ídolos en la carrera tubo abajo por llegar al fondo de la mentira y la irracionalidad en que anda enfangado Occidente. A los asombrosos manifestantes de la calle Núñez de Balboa de Madrid se les podrá acusar de cualquier cosa menos de creativi...

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Sobre la rebelión borjamari se ha dicho todo menos una cosa: que eso no es ninguna peculiaridad española. Los pijos españoles no son muy de inventar cosas, y prefieren copiárselas a sus ídolos en la carrera tubo abajo por llegar al fondo de la mentira y la irracionalidad en que anda enfangado Occidente. A los asombrosos manifestantes de la calle Núñez de Balboa de Madrid se les podrá acusar de cualquier cosa menos de creatividad, un concepto que seguramente les resultará feo y comunista-separatista.

Grupos enojados de ciudadanos llevan días protestando ruidosamente contra las medidas de confinamiento en 30 de las 50 capitales estatales de Estados Unidos, según el recuento de The Economist. No se lo han copiado a Núñez de Balboa. Es más probable que haya ocurrido al revés. El presidente Donald Trump les ha atizado con proclamas para liberar sus Estados, muy en la línea de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha aconsejado al Gobierno que “se vaya preparando” para las arrasadoras protestas de pijosdalgo que han de venir por los siglos de los siglos. Seguramente sabe lo que dice.

En Trumpilandia, los manifestantes comparan a sus gobernadores con los nazis, igual que aquí claman por romper las crueles cadenas de una dictadura. Allí salen con fusiles de asalto y aquí con cacerolas –lo que es muy de agradecer—, y allí visten con camisas hawaianas mientras que aquí llevan esa especie de chaleco de boatiné con mocasines castellanos, pero ambos uniformes quieren decir lo mismo a los dos lados del charco: no busquéis a nadie a mi derecha.

Hay unas cuantas cosas que todavía no han copiado Vox ni Ayuso ni la FAES, por fortuna para todos. Por ejemplo, en España no ha habido llamamientos a los contagiados de coronavirus a que infecten a los policías y a los judíos, como sí ha ocurrido en Norteamérica, ni sé de nadie que haya disparado ataques informáticos a la gente de otras tendencias políticas que se reúne por Zoom, ni que sature las líneas de emergencias de Nueva York. Para todo eso habrá que esperar a avanzar de fase, si hemos de creer las amenazas de la presidenta Ayuso. Tampoco ha habido planes de bombardear ningún hospital, como sí ha ocurrido en Missouri. En este capítulo se ve un poco flojo a Núñez de Balboa. Tenéis que estudiar un poco más, muchachos.

Una de las principales manías de los analistas de este país es sostener que España tiene peculiaridades que impiden entenderla con los meros criterios internacionales que se suelen usar para otros países. También resultan cansinos los reportajes de la prensa internacional que rara vez llegan al segundo párrafo sin mencionar a Franco. La gente de menos de cuarenta años no sabe ni quién es Franco, y eso incluye a los jóvenes borjamaris de Núñez de Balboa. Si quieren entenderles, es mejor que busquen en la red profunda.

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