La hora de África

El virus se ha propagado por todo el continente, pese a lo que digan las cifras oficiales

Una persona sin hogar en un albergue de Ciudad del Cabo (Suráfrica).AP

Uno de los mensajes más importantes que podemos extraer de la crisis pandémica es que el individualismo no funciona. Créanme, se lo dice un individualista correoso, uno de esos tipos que desconfían de cualquier opinión que sostengan las masas, y cuando digo masas quiero decir que haya más de tres en el chat. Es un defecto de carácter, qué le vamos a hacer, y ni siquiera es el peor que tengo. Pero la lucha contra el coronavirus no se apoya en el egoísmo, como la mano invisible de Adam Smith, sino en ...

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Uno de los mensajes más importantes que podemos extraer de la crisis pandémica es que el individualismo no funciona. Créanme, se lo dice un individualista correoso, uno de esos tipos que desconfían de cualquier opinión que sostengan las masas, y cuando digo masas quiero decir que haya más de tres en el chat. Es un defecto de carácter, qué le vamos a hacer, y ni siquiera es el peor que tengo. Pero la lucha contra el coronavirus no se apoya en el egoísmo, como la mano invisible de Adam Smith, sino en el altruismo de las personas. Esto debe estar descolocando a algunos economistas, supongo, pero es el mercado de la realidad, amigo, uno donde cien mil prejuicios valen menos que un dato.

Si estás enfermo y sales a la calle, tu situación no va a empeorar, pero vas a poner en riesgo a los demás. Si estás sano y sales a la calle, tú te sentirás muy fuerte, pero puedes estar poniendo todo el barrio perdido de virus, porque los portadores sanos son el mayor vector de la pandemia. Si compras mascarillas para tu minúscula región del cosmos, se las estás usurpando a las otras minúsculas regiones del cosmos que las necesitan más. Si antepones tu ideología racista a la racionalidad económica, vas a destruir el mismo tejido europeo que ha enriquecido a tu insignificante país. Por brutal que suene, las personas somos lo de menos en esta crisis. Estamos obligados a pensar en grande, rompiendo las fronteras obtusas de nuestros prismas fabricados a medida. Por lo tanto, tenemos que empezar a pensar en África, la prueba del nueve del altruismo.

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El continente madre ha confirmado de momento algo más de 5.000 casos de coronavirus, según la oficina africana de la OMS. Con toda probabilidad, ese número es una infraestimación de manual. Si incluso nuestras cifras oficiales, en la rica e ilustrada Europa, están muy por debajo de las reales por un orden de magnitud, imagínense hasta qué punto lo estarán en África, con unos sistemas sanitarios precarios y unas condiciones de vida que rara vez merecen el calificativo de decentes.

Sea como sea, es obvio que el virus se ha propagado por todo el continente, porque ya hay casos confirmados en casi todos los 54 países que lo conforman. En Sudáfrica, que es seguramente el Estado más preparado, el ritmo de contagio es similar al que tuvo Italia en una fase equivalente de la epidemia, es decir, muy alto. Los países con peores sistemas sanitarios llegarán más tarde a las estadísticas, si es que pueden llegar a hacerlas. En el lado bueno, África solo tiene un 4% de personas mayores de 65, frente a un 19% en Europa. Quizá estén tan castigados que ya no puedan sufrir más.

Fe de errores. En una primera versión de este artículo se aseguraba que los casos en África eran 600. La cifra oficial ofrecida por las autoridades ronda los 5.000.

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