Los 10 lugares favoritos de... Gabriel León: “De chico desarmaba relojes y radios. Quería entender cómo funciona todo”
El bioquímico, autor del podcast ‘La Ciencia Pop’ y de varios libros, habla de su época universitaria en la PUC, de cómo se convierte en un divulgador científico y de su afición por la astrofotografía


Museo Interactivo Mirador. He sido asesor de varias muestras que se han instalado en el museo. Es un lugar donde los niños pueden desplegar toda su curiosidad y los adultos pueden ser niños. Es decir, convierte a la ciencia en una actividad entretenida, quitándole ese carácter árido. A diferencia de otros museos en los que debes estar con las manos atrás y parado frente a lo exhibido, nos permite interactuar. Eso me gusta porque en 2011 comencé a escribir un blog de ciencias, mientras me recuperaba de una cirugía. Así realicé la primera actividad de divulgación, que dio origen a mis libros y a todo lo que he hecho en televisión, radio y diarios. (Avenida Punta Arenas 6711, La Granja, Región Metropolitana).

Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile. De chico desarmaba relojes y radios, sentía un interés natural por entender cómo funciona todo. Me gustaba la ciencia, era muy observador y curioso. Recuerdo que me regalaron un telescopio de juguete, lo disfruté un montón. Fue a los 13 años cuando leí un artículo en una revista sobre ingeniería genética y aluciné. A partir de esa edad quise ser ingeniero genético. El apoyo de mis padres fue fundamental, pese a que entonces no sabían qué hacía un bioquímico. Y, así, estudié en la Casa Central de la PUC, donde pasé más de 10 años entre mis estudios de bioquímica y el doctorado en biología molecular. Ahí aprendí a ser científico y comenzó una carrera que hoy me tiene comunicando la ciencia a distintas audiencias. (Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 340, Santiago).

Avenida Pedro de Valdivia, en Providencia. Mi infancia fue una de barrio, en la comuna de Estación Central. Jugaba fútbol con los amigos en la calle, nos deteníamos cuando venía un auto. Luego mi familia se mudó a Peñalolén y, aunque estuve unos años con mis padres y hermanos, me independicé para irme a Providencia. De ahí siempre he vivido en la avenida Pedro de Valdivia o muy cerca, aunque en distintas viviendas. Es una de las calles más bonitas de la ciudad. Muchos amigos de la universidad viven cerca, lo que nos permite juntarnos para comer, contar anécdotas y chistes, y recordar los experimentos fallidos. Sí, porque la vida en los laboratorios está llena de experimentos fallidos, que la mayoría de las veces no funcionan al primer intento. Pero así es todo en la vida, ¿no? Incluso, me atrevería a decir que la vida es un laboratorio, donde hay que perseverar.
Cerro San Cristóbal. Subir al cerro siempre es una experiencia agradable, un panorama que de vez en cuando retomamos con mi familia y que nos lleva a ver la ciudad desde una perspectiva distinta. Se ha convertido en un paseo familiar al aire libre, una alternativa a otros momentos de esparcimiento. Es el mirador de Santiago, adonde puedes subir y observar la ciudad en todas las direcciones, sus distintos matices y ver cómo ha crecido. (Avenida El Cerro 750, Providencia).
Planetario. Durante mucho tiempo fue el único que existió en Chile. No solo destaca por su arquitectura, sino por la dedicación en cada muestra que se realiza, como sus conciertos con música especialmente curada para ver a las estrellas y un espacio abierto a la comunidad. Eso me gusta porque soy astrofotógrafo aficionado. Tengo un telescopio y a veces viajo para observar el cielo, sacar fotos. (Avenida Alameda Libertador Bernardo O’Higgins 3349, Estación Central)
Los Cuates. Es un restaurante de comida mexicana que descubrí gracias a mi esposa. Ella es aficionada de la gastronomía de México y yo antes de conocerla ni siquiera comía picante. En Los Cuates todo es exquisito, desde su carne al estilo de Jalisco hasta la sopa de tortilla. También son divinas sus margaritas. Hace un tiempo estuve en Guadalajara, el corazón cultural y culinario de México, y la comida que se come en Los Cuates es del mismo nivel, incluso superior. (Manuel Montt 235, Providencia).
Salón de Pool River Plate. Hace poco, con mi esposa, descubrí los antiguos tacos de pool de mis suegros en su departamento, el cual le compramos porque se mudaron a Estados Unidos. Por eso, comenzamos a jugar pool de nuevo. El Salón de Pool River Plate es interesante, lleno de tradición. Tiene una mesa especial, cubierta con una suerte de paño, y solo reservada para aquellos que practican este deporte con gran destreza. Estoy entrenando para usarla. (Manuel Montt 340, Providencia).

Blondie. Es el mejor lugar para ir a bailar. No tiene un público determinado, uno se encuentra con todo tipo de personas y de todas las edades. Es un lugar muy democrático, donde lo único que importa es la buena música y las ganas de bailar. Siempre suenan pistas de pop británico de los 80 y 90, que me encanta bailar. Las mejores fiestas son las de la Blondie. (Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 2879, Santiago).
Café Delices D’Alsace. Está casi escondido. Por un tiempo fue algo así como mi oficina improvisada. Su café y atención son increíbles, pero lo que se lleva mi atención son sus pasteles: ópera y berlines, que fabrican en la temporada invernal. Yo amo los dulces, son una maldición. Fue lo primero que aprendí a cocinar con las recetas de mi mamá: alfajores, empolvados, kuchen. Hoy me gusta hacer panes de masa madre y focaccia. (Andacollo 1599, Providencia).
Librería El Cid Campeador. Tengo una debilidad por los libros antiguos, que cuenten historia que ya no son. De hecho, tengo una sexta edición de El origen de las especies que compré online. Mi biblioteca tiene algunos tesoros en algunos lugares especiales. Y El Cid Campeador es un lugar para caminar y perderse entre el olor a libro, primeras ediciones y hallazgos impresionantes. Es maravilloso para explorar, encontrar algunas joyas escondidas y pasar un rato agradable en el centro de Santiago. (Merced 345, Santiago centro).
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