Los 10 lugares favoritos de Paula Daza: “En el Parque Quinta Normal crecí como persona, me formé como estudiante y pololeé”
La médico y portavoz del programa de la candidata presidencial Evelyn Matthei, de la derecha tradicional, repasa los sitios que marcan su historia en Santiago, donde nació y regresó a vivir a los 18 años


Cerro San Cristóbal. Santiago ha marcado mi vida adulta, porque gran parte de mi vida infantil, de colegio, la pasé fuera de Chile, por el trabajo de mi padre. Nací en Santiago, porque mis papás estaban de vacaciones, pero viví en Argentina, Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, principalmente en NYC. Llegué a vivir a Santiago recién a los 18 años, al entrar a la universidad. Y desde que llegué, todos los domingos eran sinónimo de una caminata al cerro San Cristóbal que hacíamos con mis dos hermanas, Carmen Paz y Loreto, la menor de los cinco. Partió con la idea de hacer actividad física, pero finalmente fue mucho más que eso. Subíamos hasta la virgen conversando de todo: de lo que había pasado en la semana, lo que ocurría en el mundo, hablábamos de nuestras inquietudes, filosofábamos un poco. Era un ritual sencillo, pero muy profundo. Valorábamos la riqueza de tener estos espacios: sin tiempo, tranquilas, caminando y mirando a Santiago desde la altura, lo que nos transportaba a conversar otras cosas, más allá de lo cotidiano. Muchos años después, tras la pandemia, cuando pudimos salir, de las primeras actividades que hice fue subir al cerro san Cristóbal. Fue emocionalmente importante (Entrada por Pedro de Valdivia)

Hospital Calvo Mackenna. Fue un lugar clave en mi formación como pediatra. Estuve en Inglaterra viviendo durante tres años con mi exmarido, y cuando regresamos a Chile comencé mi formación como especialista en el hospital, en 1989. Además, ahí conocí a mi actual esposo, con el que llevamos más de 30 años juntos [Daza tiene tres hijos: Juan Pablo, de 38 años, de su primer matrimonio; y Tomás, de 32, y Antonia, de 25, de su segundo]. El hospital fue un cable a tierra para involucrarme en la formación médica y ahí viví días intensos de aprendizaje, de entrega. Fue el inicio de mi vida dedicada a la pediatría, donde yo me encanté con la pediatría. En ese hospital construí grandes relaciones de amistad que conservo hasta hoy. Una comparte momentos duros, estresantes -niños que por la noche se agravan, que hay que reanimar-, fines de semana de turno, lo que produce una complicidad y una amistad que va más allá de las que se construyen un trabajo habitual. Este hospital fue importante para mí tanto en la formación profesional como humana. (Antonio Varas 360, Providencia)

Clínica Dávila. Entregué mi vocación durante 20 años en la Clínica Dávila. Para mí, la clínica tiene un lugar muy importante y no solo porque fue mi casa laboral. Aprendí mucho ahí de mi mentor, el doctor Antonio Vukusich. Los dos llegábamos muy temprano a la clínica, de los primeros, y teníamos largas conversaciones de la vida. Él es un hombre un poco filósofo que no solo me enseñó de salud -él era el director y yo estaba en la subdirección médica-, sino que de asuntos humanos. Y en la clínica impulsamos un modelo muy innovador: brindar atención de excelencia a personas que, de otra manera, no habrían podido acceder al mundo privado. Fue de las primeras clínicas que tenía este modelo: medicina de calidad, con infraestructura, con un gran equipo humano y profesional. La clínica fue un referente como modelo de atención en Chile y solo la dejé en 2018, cuando ingresé como subsecretaria de Salud al segundo Gobierno del presidente Piñera. (Av. Recoleta 464, Recoleta)
Vega Central. Está atrás de la clínica Dávila y fue por años mi cable a tierra. Muchos viernes, me levantaba y decía: “Qué rico ir a la Vega”. A veces iba temprano, otras veces a mediodía. Me encanta la vida que tiene, entre montones de frutas, gritos de fondo, el bullicio inconfundible. Es fascinante, un rincón vibrante y sencillo. La gente espontánea. Y descubrí la riqueza de la fruta y la verdura recién sacada de la mata, muchas veces con tierra. La Vega me reconectó con las necesidades más concretas y, sobre todo, con el esfuerzo. La gente que trabaja allí llega a las cinco de la mañana. Y fue ahí, entre los cajones y las carretillas, donde disfruté grandes conversaciones con muchos veguinos. Más allá de comprar, me gustaba ir para vivir esos momentos allí, que me enriquecían mucho. (Dávila Baeza 700, Recoleta)
Pirque. Me apasiona el campo. Mi papá, donde estuviéramos en el mundo viviendo, nos traía de vacaciones a Petorca. La tierra, el campo, los animales, las vacas, me dan paz. Y tenemos una parcelita en Pirque, mi refugio. Ahí me desconecto, me reencuentro conmigo misma. Mirar la naturaleza, volver a lo esencial, observar los paisajes tranquilos. Además está al lado de Santiago. Salgo de este bullicio y llegar allá me transporta. La tenemos desde hace unos seis años atrás. Y ahí nos encontramos con la familia, con mis hermanos, con mis niños, que les encanta. Y me gusta estar ahí no solo por su tranquilidad, paz y porque es un espacio de ocio, sino porque muchas de las decisiones importantes -y donde recargo energías para seguir adelante- las he tomado en Pirque. Llego allá y me transporto. Me siento en otro mundo. (Provincia de Cordillera, al sur-oriente de la Región Metropolitana)
La casa de mi mamá. Es otro lugar que considero un refugio, donde todo vuelve a tener sentido. Es un punto de encuentro familiar, de historias compartidas y un símbolo de unidad y de cariño incondicional. Es donde todos, de alguna manera, llegamos. Mis hermanos, mis hijos. Yo todos los viernes voy con mi nieta, mi hermana va con sus nietos y nos encontramos. La vamos a acompañar. Todos sabemos que el viernes en la tarde nos encontramos en la casa de la abuela. Y cualquiera llega sin ningún aviso y por supuesto siempre somos muy bien recibidos. Es la casa donde todos nos sentimos parte. Venimos de lugares distintos de la ciudad y nos encontramos en este punto central. Cuando mis papás volvieron a Chile se compraron esa casa, donde yo no viví, porque ya estaba casada. Mi papá falleció ahí tras estar cinco años muy enfermo, y siempre estuvimos acompañándolo. Cuando me llamó el presidente Piñera para ofrecerme ser subsecretaria, estaba yo en esta casa, en la casa de mi mamá. (Vitacura)

Parque de la Quinta Normal. Estudié en la sede Occidente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile que queda en el Parque Quinta Normal. Durante siete años -entre 1978 y 1984- recorrí esos parques todos los días. Ahí crecí como persona, me formé como estudiante, pololié. Aprendí lo que significa ser médico, con todas las exigencias y recompensas que significa estar estudiando. Pero también fue una etapa linda de maduración, compromiso, amistad. Almorzábamos todos los días ahí. En esta etapa de reflexión más profunda cuando uno esta estudiando, desde el punto de vista político y sociológico, nos tocó vivir momentos álgidos del país. Había discusiones interesantes y siempre con mucho respeto. Medicina es una carrera donde estás los siete años con los mismos compañeros y pasas muchas horas al día juntos. Y yo hoy paso por la Quinta Normal y por el hospital San Juan de Dios y este lugar me retrotrae a esa época. (Av. Matucana 520, Quinta Normal)

Ministerio de Salud. Pasé cuatro años ahí enfrentando uno de los mayores desafíos de mi vida, en la pandemia. Fue un tiempo duro, qué duda cabe. De decisiones muy difíciles. Pero yo también con mucho sentido profundo de responsabilidad. Me tocó acompañar al país en el dolor, en medio de una gran incertidumbre. Poner siempre a las personas en el centro, enfrentarse a las críticas. Pero también se crean en esos momentos de tremenda adversidad y de estrés, mucha complicidad con la gente que estás trabajando. Hasta el día de hoy mantenemos una relación muy profunda entre mi equipo y el del doctor Enrique Paris. Nos juntamos todos los meses a comer. Antes de ser subsecretaria, nunca había sido funcionaria pública. Y no quería tener exposición pública y Emilio Santelices, que me ofreció el cargo, me dijo: “Quédate tranquila, Paula, que nadie conoce a la subsecretaria”. Y llegó la pandemia. Fue un cambio profundo, entonces, desde el punto de vista profesional y personal. No solo por la exposición pública, sino por los momentos difíciles que enfrentamos. Cuando volvía de La Moneda, donde teníamos diariamente reuniones, puntos de prensa, llegar a mi oficina del tercer piso era mi refugio. (Enrique Mac Iver 541, Santiago Centro)
TROI, de la Fundación de Vivir Más Feliz. Yo pertenecí como miembro del directorio a la fundación Vivir Más Feliz, dedicada a los niños que sufren cáncer. Y el TROI es un lugar que hizo la fundación, al lado del Calvo Mackenna, que es parte del hospital, que tiene una particularidad: se creó para que los niños con cáncer, cuando vayan a atenderse, puedan llegar a un lugar que tiene magia. Es un lugar precioso, con colores. Su espíritu y filosofía es que los niños sientan que no van a hacerse la quimioterapia, donde habitualmente, en los hospitales, tienen que estar sentados, en una silla, muchas veces durante dos años. El TROI, en cambio, es un lugar mágico, donde los niños deben pasar etapas, se les hacen muchas actividades. En el TROI aprendí que se puede entregar salud de una manera distinta. Cómo puedes hacer de un lugar doloroso, el lugar de la quimio, un sitio donde a los niños les gusta ir y donde los papás, dedicados 24-7 a ellos, pueden dejarlos un rato jugando y salir a tomar un café. El TROI me demostró que las cosas se pueden hacer muy distintas. (Humberto Bianchi 1820).
Universidad del Desarrollo. Es mi lugar de trabajo actual. Después de mi paso del servicio público, la universidad me abrió las puertas y me acogió desde el punto de vista académico, con un equipo, y creyó en un proyecto que quise llevar: un centro de políticas públicas en salud distinto, con una mirada centrada en las personas, con propuestas concretas. Es el Centro de Políticas Públicas a Innovación de Salud (CIPS) de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo. Y la universidad me creyó y formamos este centro cuando salimos del ministerio, en 2022, que me permite desarrollarme humanamente -el ambiente es muy grato, dinámico y entretenido-, pero además es un espacio que me ha permitido desarrollar e implementar lo aprendido. Nuestro foco hoy en día es el cáncer, y particularmente el cáncer de mujeres y especialmente el cáncer cervicouterino, que, en general, ha sido muy invisibilizado, a diferencia del cáncer de mama, por ejemplo. Por ese motivo, hemos querido darle un impulso a hacer propuestas concretas. (Av. Plaza 680, Las Condes)
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