De las papas fritas a los motores de camiones: la nueva vida del aceite en Chile
La Empresa Nacional del Petróleo produce por primera vez en el país un biodiésel con aceites comestibles, utilizados en cocinas de restaurantes, para aminorar en un 80 % la huella de carbono
El aceite usado para cocinar está teniendo una nueva vida en Chile. Luego de ser utilizado en las freidoras de restaurantes y locales de comida rápida, está siendo recolectado para ser convertido por la estatal Empresa Nacional de Petróleo (ENAP) en un diésel renovado destinado, inicialmente, a camiones surtidores de gas en el país. El proceso, ya empleado en Europa y Estados Unidos, busca reducir en hasta un 80% la huella de dióxido de carbono generada durante el proceso de fabricación e importación de combustibles tradicionales.
Los primeros 350.000 litros han sido procesados en la refinería Aconcagua, en la ciudad costera de Concón, a 136 kilómetros de Santiago, por un equipo de diferentes áreas de ENAP que asegura que la capacidad para elaborar este biodiésel avanzado, bajo normativas chilenas, es de 100 millones de litros al año. Pero esto depende de la demanda que, de momento, es incipiente debido a que la innovación apenas ha sido anunciada el pasado miércoles.
Julio Friedmann, gerente general de ENAP, dice que, a diferencia de países de la región que elaboran biocombustibles con aceite vírgenes de soja, el maíz y la caña de azúcar, o partir de sus semillas, en Chile se realiza un producto con residuos avanzados, o de “segunda generación”, que le permite ser una energía sostenible. Al compararlo con otros combustibles, como el hidrógeno verde, asegura que tiene una mayor ventaja: se puede usar en infraestructura existente. “No hay que renovar motores, no hay que cambiar industrias y camiones. Esta fue una decisión empresarial, pero se verá potenciada si hay una política estatal que de alguna manera lo apoye”.
La innovación ha caído como un alivio para las autoridades chilenas por las dificultades que está representado traer combustibles al país austral. Diego Pardow, ministro de Energía, relata que las fuertes marejadas en las costas chilenas han traído dificultades para las embarcaciones que transportan combustibles desde países productores. “El mar está cada vez más bravo. Cada año tenemos periodos de marejadas distintos, imprevisibles, y tenemos que hacer todo tipo de malabares para que a la gente no le falte el diésel en las estaciones de servicio. En cambio, los residuos los conseguimos en Chile y la logística es infinitamente más sencilla y mejor preparada para el cambio climático”, explica.
Solo entre enero y octubre de 2024, Chile importó 5.688.189 toneladas de metros cúbicos de diésel, según datos de la Cámara de Comercio de Santiago. Las energías fósiles se mantienen como fuente primaria en este país, mientras busca cambiar por completo su matriz energética por una más amigable con el medioambiente.
La búsqueda del aceite utilizado puede suponer uno de los mayores retos para la producción a gran escala del diésel renovado, que tiene propiedades químicas idénticas al tradicional. “Aquí, el gran desafío es la materia prima, recolectar altos volúmenes de aceite usado o productos de segunda generación. Pero una vez que llega a la refinería entra al mismo proceso productivo actual de [otros combustibles]… Solo se hacen unos cambios menores. No necesitamos grandes inversiones para poder procesar esto”, señala Friedmann.
La comercialización, de momento, depende de la demanda de los clientes de la estatal chilena, aunque se encuentran a la espera de posibles solicitudes de distribuidores de la industria minera, una de las grandes consumidoras de diésel en el país, que intentan descarbonizar sus operaciones.
El interés por esta innovación se originó a partir de la experiencia de otros países. Fue una idea que revoloteó en las cabezas de los investigadores de la estatal petrolera después de viajar a Europa y Estados Unidos en 2022 para buscar innovaciones que le permitieran tener biorrefinerías en Chile. Tras realizar evaluaciones técnicas para medir el potencial de las refinerías chilenas en la fabricación de estos productos, hicieron una seguidilla de pruebas y determinaron que podían elaborarlo en grandes cantidades.
Su elaboración consta de diferentes etapas. Mediante un proceso llamado hidrotratamiento, el aceite usado de cocina es mezclado con hidrocarburos convencionales para ser sometido a alta presión y temperatura. Luego de ser condicionado químicamente, se transforma en un biocombustible avanzado que es analizado en un laboratorio que se asegura de que cumpla con las normas ambientales de calidad. En este proceso se le realizan 20 ensayos distintos para medir su densidad, destilación, viscosidad y lubricidad, entre otros aspectos.