2024: un desbalance
Este año ha sido el de la expresión abierta del desbalance entre poderes económico-político-mediáticos que se parapetan tras la defensa de sus intereses y esfuerzos por avanzar en una dirección de seguridad social y redistribución de la riqueza
Termina el año. El rito de los balances resulta inevitable y las preguntas de rigor se repiten sin variación ni sorpresa. ¿Fue un año bueno? ¿Fue malo? ¿Avanzamos? ¿Retrocedimos? ¿Estamos mejor? ¿Estamos peor? ¿Estamos igual? ¿Crecimos? ¿Ganamos algo? La respuesta, como es lógico, depende.
Ensayemos un recuento parcial, a modo de ejemplo. Para el pueblo palestino, el 2024 ha sido el año del genocidio perpetrado a vista y paciencia de la comunidad internacional y de las potencias que se autoproclaman defensoras de la democracia, los derechos humanos y la libertad. Para el 1% más rico del mundo, ha sido un año redondo. De acuerdo con el ranking Forbes, en 2024 se registra un récord de multimillonarios: en total 2.781, 141 más que 2023 y 26 más que el anterior récord en 2021. Para Gisèle Pelicot, este fue el año en el que puso la vergüenza del lado de los violadores y se convirtió, gracias a su valentía, en un símbolo universal de dignidad. Para la Argentina, el año del shock libertario con su saldo escalofriante de pobreza. Para el Perú, un año de masivas violaciones a los derechos humanos perpetradas por un régimen de facto que casi nadie se toma la molestia de denunciar. Para BlackRock, State Street y Vanguard, las gigantes estadounidenses gestoras de fondos, un año que las corona con un quinto de los activos de inversión mundiales en sus manos. Para el pueblo venezolano, el año en que el régimen de Nicolás Maduro se robó una elección destruyendo todavía más el legado de un proyecto de desarrollo nacional que hace dos décadas significó una esperanza para los desposeídos de la República Bolivariana y más allá. Para Elon Musk, el año en el que, además de seguir siendo el hombre más rico del mundo, fue nombrado por Donald Trump como jefe del futuro Departamento de Eficiencia Gubernamental, consagrando el matrimonio entre oligarcas y política que parece ser el signo de nuestra época.
La lista de acontecimientos que marcaron el año es infinita, pero más allá del carácter ruidoso o trágico, preocupante o esperanzador de cualquiera de ellos tomado de manera individual, vista en su conjunto permite apreciar que el 2024 profundiza tendencias que vienen de más atrás, y que se acentuaron a partir de la pandemia, en materia de concentración de la riqueza, agotamiento del orden internacional y consolidación un pequeño núcleo de multimillonarios y poderosos oligarcas globales frente al cual las fuerzas que se proponen avanzar hacia una mayor distribución de la riqueza y hacia un multilateralismo responsable y solidario, no han logrado hacer contrapeso suficiente.
Chile no escapa a estas corrientes generales, y los dramas internos de nuestra nación se hallan enmarcados en este mundo en crisis. Vale la pena no perderlo de vista a la hora de evaluar cómo fue para nosotros este año que se va y que, a escala local, estuvo también signado por el desbalance entre quienes concentran riqueza y poder y quienes pujan por construir un equilibrio más favorable para las grandes mayorías. A esa lógica responden los casos más emblemáticos en materia judicial y política.
No es aventurado afirmar que este será recordado como el año de las denuncias, formalizaciones y encarcelamientos de figuras de enorme peso en ámbitos diversos. El 2024 termina con un exdirector de la PDI que estuvo en prisión preventiva; un exgeneral director de Carabineros formalizado; un exsubsecretario de Interior denunciado por violación y en prisión preventiva; dos ministros de la Corte Suprema destituidos; un histórico exintegrante de la selección de fútbol demandado por violación y en prisión preventiva; el padre de un senador de la UDI condenado por abuso de menores y en la cárcel; una exalcaldesa vinculada a la UDI en prisión preventiva; el influyente abogado Luis Hermosilla en prisión preventiva y el factótum de Sebastián Piñera, Andrés Chadwick, cada vez más cerca de su formalización. En todos estos casos, el poder, el dinero y los intereses empresariales se trenzan de manera escandalosa para un país cuya tolerancia a frente a la corrupción y el abuso en sus diversas formas es saludablemente baja.
Tampoco es aventurado afirmar que este fue el año de uno de los despliegues más agresivos de una industria oligopólica y fracasada por impedir una reforma de pensiones que beneficiará a millones de chilenos pero que le arrebatará potenciales recursos adicionales para obtener rentabilidades todavía mayores que las actuales, que, para hacernos una idea, en los primeros nueve meses del año llegaron a $472.867 millones (35% más que en el mismo periodo en 2023).
La campaña levantada por las AFP es el mejor ejemplo a nivel nacional del poder de los oligarcas contemporáneos, en este caso, oligarcas que aumentan su riqueza invirtiendo los fondos de cotizantes cautivos que reciben a cambio pensiones miserables. Visto con distancia, no deja de impresionar cómo las AFP, cuyos resultados en materia de proveer jubilaciones son tan desastrosos como los que conocemos, puedan aparecer en el debate público presentándose como el mejor destino de ahorros adicionales. Cuesta creerlo, pero está pasando en Chile. Un conjunto de empresas cuyos resultados son un fracaso rotundo, y que con su fracaso arrastran a la pobreza a la inmensa mayoría de jubilados del país, exige mantener el monopolio en la administración e inversión del 6% con cargo al empleador. Y la derecha les defiende el negocio en el Congreso.
El 2024 ha sido el año de la expresión abierta del desbalance entre poderes económico-político-mediáticos que se parapetan tras la defensa de sus intereses y esfuerzos por avanzar en una dirección de seguridad social y redistribución de la riqueza. La reforma de pensiones es el campo más prístino en el que se libra esta batalla y de allí su carácter central, porque si bien su objetivo inmediato es elevar las jubilaciones actuales y compensar a las mujeres, puesta en perspectiva representa la posibilidad de arrebatarle a los oligarcas previsionales una cuota de poder y dinero para orientar esos recursos hacia bienestar de todos.
Puestas así las cosas, la reforma de pensiones, al fin y al cabo, representa la posibilidad de recuperar a la política como la única herramienta de los muchos para enfrentar el poder concentrado de unos pocos y para alterar ese grosero desbalance de poder y riqueza que impera en este mundo de dueños y oligarcas. Por eso, no es exagerado augurar que será la gran batalla del año que, en pocos días, comienza.
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