Un dilema progresista
En el proyecto minero Dominga se encuentran enfrentados la razón de ser del Partido Socialista, un partido de trabajadores, y la protección de la naturaleza y de ecosistemas
Hace algunos días atrás, se produjo una breve controversia en el Comité Central del Partido Socialista. Mientras el ánimo mayoritario entre los socialistas se pronunciaba por rechazar el proyecto minero Dominga debido a daños al medio ambiente en un espacio de gran belleza e importancia de la flora y fauna, el expresidente de la tienda, Osvaldo Andrade, colocó un gran tema respecto del cual hay que tomar posición. Esta polémica, con independencia de su resultado, fue muy interesante, ya que puso en tensión dos valores del socialismo: uno constitutivo (el de los trabajadores) y otro sustitutivo (el medio ambiente). Dicho de otro modo, en esta controversia se encuentran enfrentados la razón de ser del Partido Socialista (un partido de trabajadores) y ese gran problema civilizacional de estos tiempos que es la protección de la naturaleza y de ecosistemas que pueden entrar en colisión con proyectos de inversión y desarrollo.
Vamos al fondo del asunto.
El así llamado proyecto Dominga es un proyecto de minería con un nuevo puerto asociado, ubicado en una zona cercana a la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, cuya fauna es excepcional. Lleva más de 10 años de tramitación (todo un exceso), y ha enfrentado a movimientos ambientalistas con trabajadores de la comuna de La Higuera interesados en que se desarrolle. La tramitación ambiental del proyecto ha sido excesivamente larga, en la que se han sucedido innumerables correcciones al original, informes técnicos de diversa índole y distintos tipos de contra-experticia, lo que se tradujo, en febrero de 2017, en que el Servicio de Evaluación Ambiental recomendó su aprobación, lo que fue rechazado por el Comité de Ministros del segundo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Desde entonces, el caso condujo a una interminable pugna judicial, hasta que hace un par de semanas el Tribunal Ambiental de Antofagasta respaldó indirectamente el proyecto, entregando al Comité de Ministros de hoy la tarea de resolver a partir de todos los nuevos informes que se han ido acumulando con el tiempo (una manera elegante de entrar al fondo del asunto).
Este caso es interesante porque plantea un dilema al socialismo chileno que no se resuelve únicamente a punta de informes técnicos que, de seguro, ningún miembro del Comité Central ha leído (ni leerán). Esta tensión entre una causa que Inglehart llamaba “material” (el interés de los trabajadores) y otra que es de índole “post-material” (la defensa del medio ambiente), fue evidenciada por la intervención del ex presidente del PS Osvaldo Andrade: “el partido es para defender los intereses de los trabajadores, esperaría que no se abandonara esa identidad”. Poco importa cómo se resolverá, finalmente, el proyecto Dominga, pero me parece que Andrade tiene razón en el principio que él defiende, lo que significa que el PS, si opta por no asumir este principio en este preciso caso, tiene que ofrecer buenas razones para subordinar su identidad constitutiva ante una causa sustitutiva.
De manera más general, el Partido Socialista (así como el Partido Comunista) se ha subido a todos los carros de la nueva izquierda post-material, el Frente Amplio, sin fundamentar sus nuevas adhesiones y, sobre todo, sin percatarse que entre los principios originarios del socialismo y las causas del siglo XXI hay muchas tensiones. El PS se auto-proclamó feminista sin ofrecer razones de por qué lo hizo, por qué no lo fue antes y, sobre todo, en qué sentido el feminismo es conducente a alguna forma de socialismo. Lo mismo se puede decir del medio ambiente: no tengo dudas de que el socialismo será verde o no será, la pregunta es por qué, con qué alcance y en qué sentido se diferencia de los movimientos verdes o ambientalistas. Qué duda cabe: la misma pregunta cabe hacerse por el indigenismo socialista sin teoría y por su simpatía por movimientos identitarios de todo tipo. En la medida en que no hay respuestas claras, todas estas definiciones suenan y resuenan como oportunistas, sin tomar nota que el mundo que precisamente está abandonando al socialismo chileno (y, a decir verdad, a todas las izquierdas) es el de los trabajadores.
Todas estas cosas retratan a un partido con historia densa e identidad fuerte, pero que sucumbe ante las causas post-materiales sin percatarse que esas causas son absolutamente insuficientes para transformarse en alternativa ante derechas de todo tipo, y muy especialmente las derechas ultra. Todo esto refleja una suerte de debacle intelectual que es compensada por la notable capacidad de maniobra de los socialistas chilenos en un mundo que no están entendiendo: sus buenos resultados en electividad en elecciones (que nada tienen que ver con su declinante potencia electoral) son una buena prueba de su muñequeo virtuoso y gran poder negociador. Esto es admirable desde una perspectiva presentista y de corto plazo, pero no augura nada relevante en el futuro corto y largo de la historia.
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