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FRENTE AMPLIO CHILE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La pregunta por la hegemonía en las izquierdas

Las elecciones locales de octubre servirán como barómetro para medir quién es quién tanto al interior de la derecha como de la izquierda

Gobierno de Gabriel Boric
El presidente Gabriel Boric marcha junto a los familiares de los desparecidos en la dictadura por la conmemoración de los 50 años del golpe de estado.Cristóbal Venegas

Desde hace meses que Chile gira, con razón, en torno a un tema de alarma pública y urgencia política: la (in) seguridad ciudadana, un sentimiento que se activa cada día ya no con delitos, sino con crímenes que se caracterizan por niveles de violencia desconocidos hasta ahora. Dada la centralidad del tema y su presencia en la vida pública y práctica (en la medida en que modifica hábitos y conductas), no sorprende que se haya politizado de las peores maneras imaginables, opacando movimientos e iniciativas de gran importancia sobre muchos otros temas que se encuentran en gestación a escala de coaliciones, sub-coaliciones y partidos (el problema es que, dado su desprestigio, pocos están interesados en verlos).

Uno de esos procesos relevantes es lo que está ocurriendo en la vida del actual oficialismo, cuyas distintas partes han entrado en modo identitario para enfrentar y, eventualmente, dirimir la hegemonía del sector en las próximas elecciones parlamentarias. Para llegar a ese momento, hay algo de guerra fría que se ha declarado: mientras el proceso de unificación de los distintos partidos del Frente Amplio en una sola fuerza se presenta como un solo partido de características socialistas, el Partido Socialista desliza la amenaza de presentar candidatos a alcaldes en todas las comunas de Chile, a partir de una estrategia de maximización de su rol hegemónico en el Gobierno y de recuperación del electorado de izquierdas teniendo a la vista la evidente decepción que ha provocado el Frente Amplio con sus episodios de corrupción.

En cuanto al Partido Comunista, también desafiado por los socialistas en la capital del país, se trata de una organización que está gozando de un retazo de popularidad en el tercio duro de izquierdas del electorado tras la expresión histérica de anticomunismo ciego y grotesco de las derechas, las que aprovechan el asesinato de un ex militar venezolano en tierras chilenas como prueba de injerencia del gobierno de Nicolás Maduro y de complicidad pasiva de los comunistas chilenos. No es primera vez que la derecha criolla potencia a su principal adversario (más imaginario que electoral) a través de arrebatos.

Sin embargo, las elecciones locales están a la vista (serán en octubre de este año), y servirán como barómetro para medir quién es quién tanto al interior de la derecha como de la izquierda. Siempre ha sido así, pero hoy, con nuevas fuerzas al interior de cada bloque, será aun más evidente. La superación de la marca colectiva Frente Amplio a través de sus dos componentes principales (Revolución Democrática y Convergencia Social), dispuestos a aceptar su disolución legal, participa de las luchas hegemónicas entre izquierdas, y la simplifican: qué duda cabe que hay allí una decisión inteligente, tal vez no para transformarse en el partido más grande de la izquierda (como lo ha señalado el diputado frenteamplista Gonzalo Winter), pero sí para enfrentar una ola electoral hostil hacia la izquierda en general, y hacia la marca Frente Amplio en particular. Esta inteligente fusión, de características inéditas en la política chilena desde el retorno a la democracia en 1990, plantea varias preguntas organizacionales.

El partido que surgirá de la fusión, ¿será un partido con corrientes institucionalizadas? De ser así, ¿cómo se dirimirán los conflictos? ¿O se trata de un partido con corrientes de opinión, tendencias organizadas que, de cara a sus congresos, presentarán proyectos políticos alternativos? En el fondo de estas dos preguntas, lo que sobresale es la duda de cómo enfrentar los riesgos del fraccionalismo. El camino ya está trazado: convengamos que allí hay audacia y, sobre todo, originalidad.

Frente a esto, ¿cómo está reaccionando el socialismo democrático, un conglomerado formado por un partido principal y varios grupos menores que, pese a todo, alcanza entre el 16% o el 18% de los votos, dependiendo de las elecciones? La respuesta es catatónica, lo que quiere decir irrelevante. ¿Es lo mismo un socialismo democrático -que no es otra cosa que una fuerza socialdemócrata colectiva cuyo valor es estar orientada a gobernar, aunque al precio de sacrificar su conexión con el mundo social- fraccionado en 4 partidos, que una fuerza que supera la lógica de las matemáticas (en donde 6 + 4 + 3 + 3 no dan 16 sino más)? No tengo muchas dudas sobre la superioridad intelectual del proyecto del socialismo democrático (entre otras cosas porque tiene a su favor experiencias políticas exitosas, tanto en Chile como en varios países europeos), ante nuevas izquierdas que tienen pocos éxitos que mostrar. Sin embargo, a pesar de todas sus limitaciones, estas nuevas izquierdas frenteamplistas han mostrado creatividad y audacia organizacional, haciendo palidecer al socialismo democrático, una coalición petrificada a partir de un partido eje y varios micropartidos: todo indica que es en la articulación entre proyecto político y características orgánicas que se dirimirá la hegemonía entre estos dos mundos.

En cuanto al Partido Comunista, su poderío descansa en la inercia de las cosas. No hay ninguna novedad ni en el programa ni en el proyecto del comunismo chileno: no lo necesitan, lo que hace del PC un partido monótono. La posibilidad que el Partido Comunista sea el partido relativamente dominante en las próximas elecciones locales solo es explicable, y verosímil, en la apelación conservadora al electorado más ideológico y conservador de ese 30% que apoya contra viento y marea al presidente Gabriel Boric. Así no se ganan elecciones decisivas.

Lo peor que podría pasar es que las elecciones de octubre próximo no diriman en absoluto la pregunta por la hegemonía al interior de las izquierdas: es una probabilidad cierta en que se produzca un equilibrio general, en el que todos ganan, nadie pierde, y se reproduce el status quo.

El gran riesgo de las izquierdas es que le estén hablando a los electores que solo se identifiquen con ellas. De ser así, la derrota electoral en las próximas municipales está garantizada y, de persistir en lo mismo, no hay ninguna posibilidad que estas izquierdas, incluso reformadas, puedan siquiera aspirar a pasar a una segunda vuelta en la elección presidencial de 2025. La probabilidad que cada componente de las izquierdas juegue y actúe como si las elecciones generales de 2025 estuviesen perdidas no solo es una realidad: están a la vuelta de la esquina.

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