Estudios, requisitos de experiencia y un mercado laboral debilitado: las razones del alto desempleo juvenil en Chile

Uno de cada cinco menores de 25 años no trabaja. Junto con los adultos mayores, es el grupo etario más rezagado en la recuperación de los niveles registrados previos a la pandemia

Jóvenes caminan en Santiago (Chile), el 3 de septiembre.SOFIA YANJARI

Óscar Juicas, de 24 años, se sienta diariamente frente a su ordenador a buscar trabajo desde la casa de sus padres ubicada en La Serena, a unos 470 kilómetros al norte de Santiago. La rutina comienza todas las mañanas con una revisión de portales con ofertas de empleos y de las posibles novedades que haya en LinkedIn. Ya ha perdido la cuenta de cuántos currículos ha enviado desde que quedó desempleado el pasado diciembre. Lo que no se le olvida es la deuda que tiene que saldar en octubre por el Crédito de Garantía Estatal (CAE), que adquirió para estudiar comunicación social. “No consigo nada porque piden experiencia laboral y, obviamente, tengo poca, me gradué en marzo de 2023. Es lo mismo que le pasa a varios amigos de mi edad, con otras profesiones, como ingenieros civiles e industriales, que también están buscando trabajo”, relata a EL PAÍS.

Chile es uno de los tres países de Latinoamérica con más rezago en la recuperación de los empleos perdidos durante la pandemia, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Todavía faltan 278.000 puestos que recuperar, lo que representa un 13% de los casi dos millones de empleos destruidos a mediados de 2020. El golpe más duro lo padecen los menores de 25 años, el grupo etario con mayor rezago, seguido por los adultos mayores. La tasa de desempleo juvenil al trimestre de mayo-julio se ubicó en un 21,4%, cuando la tasa general es 8,7%.

De media docena de jóvenes desempleados consultados para esta crónica, la mayoría le achacó su situación a que no los llaman por no tener experiencia previas en lo suyo. Cinco de ellos se encuentran en regiones e indicaron que el no residir en Santiago supone una dificultad extra porque las ofertas, desde su experiencia, escasean más que en la capital. Juicas admite que es una situación frustrante: “Es muy costoso estudiar en Chile, nos endeudamos para obtener un título y luego nos encontramos con que no conseguimos trabajo”.

Carmen Cifuentes, investigadora del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica (CLAPES UC), explica que una de las principales barreras que enfrentan quienes desean ingresar al mercado laboral formal está en los requisitos de experiencia que exigen los reclutadores. “Si bien no es posible establecer alguna causalidad, se ha visto una masificación de la educación terciaria. [Los jóvenes] están estudiando en la universidad o en un instituto técnico, por lo tanto son más los que compiten por más ofertas laborales”, apunta. Los que estudian, dice, cuando quieren trabajar buscan jornadas con flexibilidad de horario. Si no encuentran esto, muchos recurren al mercado laboral informal. “Es un fenómeno que se registra desde antes de la pandemia”, asegura.

La proporción de los jóvenes que no estudian ni trabajan con remuneración —conocidos como ‘ni ni’— que en 2020 llegó a un 23,3%, el mayor porcentaje en 15 años, ha experimentado una reducción significativa y ahora se sitúa en un 13%. Juan Bravo, director del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC-UDP), explica que en este grupo se encuentran muchas personas que realizan trabajo no remunerado como quehaceres del hogar, cuidado de personas dependientes y otros. “Hoy, son pocos los jóvenes, cerca de un 1,7%, los que están inactivos laboralmente por no tener deseos de trabajar”, afirma.

La sombra del bajo crecimiento

La recuperación se ha visto afectada por un entorno económico con menor crecimiento. El Producto Interno Bruto (PIB) de Chile apenas aumentó un 0,2% el año pasado y el panorama no es alentador para este 2024, en que se proyecta un crecimiento cercano al 2,6%. Cifuentes señala que este contexto tiene un fuerte impacto en el mercado laboral: “Desde la pandemia, este sector [el juvenil] no ha podido recuperarse en términos de empleos. Y es probable que se demore porque se requieren cambios de carácter estructural: el mercado laboral debilitado, que necesita de una recuperación sólida, pero que se hace difícil dado al bajo crecimiento económico”, señala.

La tasa de ocupación juvenil al periodo de mayo y julio se ubicó en 36,8% —por encima del 27,6% a nivel general—, lo que representa un déficit de 3,3 puntos porcentuales respecto al mismo trimestre de 2019. Los jóvenes que están fuera de la fuerza laboral se ubicaron en 63,3% al trimestre mayo-julio, superior en 4,4 puntos porcentuales a la observada en el mismo periodo de 2019, cuando alcanzó un 58,9%. Juan Bravo, director del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC-UDP), dice que la contrapartida de la menor tasa de ocupación de este grupo respecto al periodo previo a la pandemia obedece fundamentalmente a un aumento de la proporción de jóvenes de 15 a 24 años fuera de la fuerza laboral.

Una entrada postergada al mercado laboral

Tras varios meses sin un empleo formal, Gian Franco Aguilar, estudiante de Ingeniería Comercial de 23 años, decidió realizar trabajos de marketing en redes sociales por cuenta propia. “No tengo horarios definidos, todo depende de las reuniones con mis clientes. Me gustaría crecer en esto para tener una agencia con un equipo en el futuro”, señala. Cuando cuente con una mayor cartera de clientes, dice, quiere regularizar su empresa.

Para los jovenes, los estudios, sobre todo universitarios, son la principal razón por la que no se incorporan al mercado laboral, según un estudio realizado por Bravo. Desde 2020 hasta ahora, la matrícula de alumnos de pregrado, posgrado y de los que ya recibieron su título universitario ha aumentado un 13,5%, informó el pasado julio la Subsecretaría de Educación Superior. “En este caso, no debería generar una alarma, porque implica que en el mediano y largo plazo contaremos con una fuerza laboral más productiva y calificada”, explica Bravo.

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