Carmen Romero y la cultura en el Gobierno de Boric: “No había que descuidar todo lo grande que está ya construido”
La presidenta del icónico Festival Internacional Teatro a Mil se prepara para una nueva edición del evento con más de 100 espectáculos en 30 comunas del país
El puntapié inicial de los verano y de cada nuevo año en Chile está marcado siempre por el Festival Internacional Teatro a Mil. En esta edición, son más de 100 espectáculos presentados durante el mes de enero en una treintena de municipios de norte a sur. Son una oportunidad dorada para el público, que puede acceder a obras de talla mundial y conocer nuevos talentos locales e internacionales. Carmen Romero, directora ejecutiva y de programación del festival, repasa este martes en su oficina ubicada en Providencia el panorama cultural que atraviesa el país sudamericano tras 31 años al mando del icónico evento.
Pregunta. La última versión del festival se enfocó en la memoria en el marco de los 50 años del golpe de Pinochet. ¿Cuál es el tema de esta edición?
Respuesta. La memoria es inherente al teatro y, por lo tanto, se muestra siempre. Estuvo el año pasado, el antepasado y en los futuros seguramente también, porque mientras no se resuelve todo se sigue mirando. Eso es súper característico del teatro chileno, que siempre habla de los temas políticos-sociales. También quisimos poner foco en las niñas y en los niños que son el futuro. Si bien ir al teatro nunca ha sido una actividad muy masiva, porque no tiene el sostenimiento, hoy es súper complejo asistir. Vamos a hacer el Museo 31 Minutos porque cumplen 20 años y por primera vez expondrán el proceso detrás de todos sus hitos. Además, tenemos una línea latinoamericana y por eso está Bolivia, Uruguay, Brasil, Perú, Colombia, Argentina. Esta plataforma atrae a muchos programadores del mundo que vienen a mirar la escena regional.
P. ¿Cómo se diferencian los teatros de estos países?
R. Hay una línea más ligada a los pueblos originarios, que es lo que habla Perú y Bolivia; el racismo y la conexión con el cuerpo que es Brasil; los argentinos vienen con reflexiones feministas, sobre las identidades, la diversidad sexual; y Chile presenta su historia política con una propuesta de resistencia. El teatro chileno se hace a pulso porque nunca ha tenido el respaldo para que existan las compañías o las salas de teatro independiente. Se han creado algunas herramientas para que postulen, pero son por tres años. No hay un financiamiento basal que permita que esto pueda explotar.
P. Chile ha vivido muchos cambios en los últimos cinco años. ¿Cómo se ha visto eso en el escenario?
R. Le recomendaría a todos los sociólogos, historiadores y los que están pendientes de lo que nos está pasando que vean teatro, sobre todo el de los jóvenes: ahí están todas las temáticas. Como es un movimiento muy precario, también habla de la tremenda desigualdad. Nosotros trabajamos en 30 comunas y vemos reflejados los problemas que aquejan a cada una.
P. ¿Qué aparece?
R. La rabia por la injusticia, la necesidad de querer disfrutar, de reírse, una sociedad que con sus desigualdades tiene miedo y tiene miedo al otro, pero también esperanza. Los niños hacen una obra al año y hablan de dónde viven, de cómo crecen con el pordiosero, con la migración, pero es bonito porque los finales siempre son que están todos juntos. El teatro profesional es más duro porque muchos finales no son felices y por eso al público no le gusta mucho ir, pero es un espejo de lo que nos pasa.
P. En estos 30 años de festival, ¿cómo ha cambiado la narrativa del teatro profesional?
R. Ahora la cartelera tiene más obras vinculadas a la comedia. Tiene que ver con que el público quiere vivir esos momentos. También hay un regreso a los grandes dramaturgos, a las grandes obras revisadas. Además, veo que hay mucho más cuidado en la puesta en escena que antes.
P. Ha mostrado su preocupación por el financiamiento del festival
R. En el escenario ideal tendría un festival cofinanciado con estructuras base que sean públicas y privadas. El Estado no es suficiente, se necesitan empresas privadas. Están en todos lados: ¿cómo no tienen los recursos para cultura? Hay una responsabilidad que no es la de poner un hospital. El hospital lo debe poner el Estado. La escuela la tiene que poner el Estado, pero en esto, que es expresión, contenido, que vengan.
P. ¿El Estado no debe ser el responsable de la cultura?
R. No. Sí de resguardar y garantizar el acceso. No creo que tenga que organizarlo. La forma de las artes y la cultura es tan diversa que un Estado con una sola mirada no da.
P. ¿Cuál es tu diagnóstico de la situación cultural en Chile?
R. Estamos en un minuto de volver a empezar y crear otro sistema. Las estructuras están, hay sistemas creados por los propios artistas y gestores en regiones. Pero hay que volver a mirar cómo se desarrolla ese tejido. El ministerio [de Cultura] está navegando por ahí, pero ha sido un proceso complejo. Hay una intuición muy acertada de la necesidad de que las artes emerjan desde los territorios, pero el tema es cómo hacerlo, porque también se necesitan a los grandes artistas. Hay un lado que es sociocultural, pero por otro está el arte. Y las artes las hacen los grandes artistas. Tú puedes vincular el arte y la educación y vas a tener un tema sociocultural que es necesario para la comunidad. Pero para que esa comunidad se emocione, pueda tener conexiones neuronales, necesitas artistas de otro nivel. Arriba del escenario no hay democracia. Estás haciendo algo para los otros que, con las redes sociales y la idea de que no quieren ver nada triste, es muy complejo. Sólo logras atravesar a esas personas cuando eres un gran artista.
P. El escritor Matías Rivas, la actriz Amparo Noguera, entre otros, se han mostrado decepcionados del Gobierno de Boric en materia cultural. ¿Usted cómo lo ve?
R. Hay mucha expectativa, mucha necesidad, mucha precariedad, y eso no ha sido distinto… Venimos de una pandemia que nos mató. Ha sido muy difícil recuperar el público, poder moverse. Además, el sistema de la gratuidad que nosotros hacemos en las comunas se trasladó a las regiones. Si tú no cobras entrada, tampoco vas a ser sostenible. Nunca va a ser suficiente la taquilla, pero se tiene que aspirar a eso. Entonces, hay un tema de expectativas y al comienzo hubo errores de diseño. Estaba bien la idea de los territorios, pero no había que descuidar todo lo grande que está ya construido, que es lo que convoca.
P. ¿Se han descuidado a los grandes artistas?
R. Sí. El gran tema es que había una genuina interpretación de hacer accesible las expresiones culturales de los territorios, que estoy totalmente de acuerdo, pero se hizo una diferencia con lo que se considera teatro elitista. Quisieron separarlo, cuando creo que no hay ninguna diferencia. Existe una idea de que hay un arte y cultura de las grandes élites versus lo que desarrolla la comunidad.
P. ¿Cómo era antes?
R. Era más junto. No había esa competencia, que no debiera haber. Una mirada desde ese lugar no lleva a ningún lado porque la expresión comunitaria es clave, pero también hay otro lado, los grandes artistas, pianistas, músicos, que son la punta de lanza y esta tiene que ser muy fuerte, porque es imagen país.
P. ¿Qué ha pasado con esas grandes figuras?
R. Siguen trabajando, pero han tenido poco espacio. Unos dirán que ya han tenido todo, que son millonarios porque van a la tele... Sí, pero por todo eso es importante que estén más cerca de la gente, son comunicadores. Otro punto es que los artistas nunca van a estar felices. Y ese es el rol, cuestionarlo todo siempre, y hay que escuchar. (...) Los artistas quieren espacio. La presidenta Michelle Bachelet dejó la política pública de que existiera un teatro cada 50.000. ¿Cómo se programan? ¿Qué fichas técnicas tienen? ¿Cuentan con recursos para hacer grandes obras? ¿El público puede pagar? Hay que mirarlo. Veo con esperanza que hay una ministra que sabe de lo que estamos hablando, porque lo ha vivido.
P. La tercera ministra de Cultura en un año y medio.
R. Sí, y que le toca, nuevamente, tomar un ministerio que aún no se termina de armar. Allí hay un tema de estructura que es complejo. Primero hay que organizar la casa y esa casa no se termina de organizar. Es muy complejo porque no se ve, por eso son las críticas.
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