Jorge Navarrete: “Tengo la intuición de que el porcentaje de nulos crecerá en esta ocasión, al punto de rondar el 30%”
El abogado y columnista político progresista anulará su voto este domingo, por primera vez. En esta entrevista cuenta sus razones y reconoce: “Fue mi sector político el gran responsable de que estemos en esta coyuntura”
Las opiniones del abogado chileno, Máster en Derechos Fundamentales y diplomado de Estudios Avanzados en Filosofía Política de la Universidad Carlos III de Madrid, Jorge Navarrete (53 años, Santiago), son seguidas por públicos bien variopintos. Sus agudos y a veces hilarantes análisis sobre la actualidad chilena son escuchados por los espectadores de diferentes plataformas. Es panelista del programa de discusión política de televisión Tolerancia Cero, participa de Mesa Central –el panel de discusión de la mañana en Tele13radio–, conduce el espacio Diálogo Continuo en el medio de comunicación The Clinic y es parte de Comando Jungle, un programa de Youtube donde comparte con otros analistas nacionales bajo el lema Gente poco seria hablando sobre temas serios. Es ahí donde se permite más licencias, bromea sobre la coyuntura y los personajes del poder, mientras toma pisco con coca-cola junto a sus contertulios.
Fue en ese espacio donde hace dos semanas reveló su decisión electoral para el plebiscito: anulará su voto. Es primera vez que lo hace, y fue una decisión difícil, revela en esta entrevista con EL PAÍS, donde pronostica un amplio porcentaje de votos nulos en el referéndum constitucional de este domingo.
Pregunta. ¿Por qué votará nulo?
Respuesta. Confieso que no ha sido fácil. Votaré nulo porque, por una parte, siempre he sido un entusiasta militante de la necesidad de tener una nueva Constitución y, por lo mismo, mi primera intuición debería ser aprobar un texto que fue fruto de una elección y decisión democrática. Sin embargo, y por la otra, me parece que el texto representa un retroceso en muchas dimensiones que me resultan centrales para desarrollo del país, especialmente en lo que atañe a la provisión de bienes y servicios públicos.
P. Uno diría que usted votaría, más bien, por el En contra. Es un progresista. ¿Teme cómo vaya a ser leído en un eventual triunfo del En Contra?
R. Es que quizás ahí estriba la principal razón de mi decisión. Fue mi familia política de pertenencia, y no la derecha, la que siempre quiso una nueva Constitución; fue la izquierda en su conjunto la que se farreó de manera criminal una oportunidad que tienen pocos países en su historia; fuimos entonces nosotros los que también facilitamos un arrollador triunfo de la derecha, por la vía de haber asustado y decepcionado a los ciudadanos hasta el hartazgo en la última Convención; y, entonces, fue mi sector político el gran responsable de que estemos en esta coyuntura. Y si a todo eso le sumamos la deshonestidad política de ni siquiera hacer una autocrítica por todo lo sucedido, es que simplemente votar En Contra, como empatando y equiparando una situación con la otra, me resultaba imbancable.
P. ¿Cuándo lo decidió?
R. Formalmente hace un par de semanas y lo hice público en el programa Comando Jungle. Pero quizás la decisión la había tomado desde el momento en que percibí que todo el esfuerzo de la Comisión de Expertos se iba al tacho con los demasiados gustitos que se daba la nueva mayoría de derecha. El no haber aprendido ni entendido nada, el que unos y otros repitieran y defendieran los mismos argumentos y procedimientos que antes habían duramente combatido, resultó profundamente desalentador y decepcionante.
P. ¿Alguna vez había votado nulo?
R. Nunca. Siempre he creído en la obligatoriedad del sufragio, aunque sea para votar nulo o blanco. Mi máxima indisciplina fue, votando por Bachelet para su segundo mandado, el haber marcado la papeleta con las siglas “AC” (Asamblea Constituyente).
P. Ya los nulos y blancos batieron récord en mayo, con un 21%. ¿Estima que podría acercarse o ser más, incluso?
R. Tengo la intuición de que ese porcentaje crecerá en esta ocasión, al punto que pudiera rondar el 30%. Se ha acrecentado de manera muy brutal el descrédito de la actividad política entre los ciudadanos. Las personan ven en la clase política una suerte de club, más preocupados de sus privilegios y prebendas, que de servir a los intereses de los ciudadanos. El hecho de haber fracasado nuevamente en un acuerdo mayoritario, para algo tan importante como una Constitución, es otra decepción que suma a las muchas anteriores y un innegable signo de este deterioro. Pareciera que pocos entienden que las posibilidades y oportunidades de la clase política no son infinitas, y me temo que estamos mucho más cerca de lo que pensamos del riesgo populista que hemos visto en otros países de la región.
P. ¿Qué señal quiere dar como ciudadano al votar nulo?
R. Lo primero, es que estoy aburrido de votar por el mal menor y que, al igual que muchas personas, anhelo contar con una oferta política que nos permita optar por alguna alternativa que nos seduzca y entusiasme. Segundo, y por lo mismo, salir de la lógica del miedo y la polarización, que nos ha llevado los últimos años a votar sólo contra lo que más nos atemoriza. Y tercero, quizás advertir que se nos está acabando el tiempo; que asistimos como país a un momento de profunda fragilidad política, económica y social, y que es urgente que poner un punto de inflexión en este deterioro.
P. ¿Ha sido confusa la campaña?
R. Ha sido confusa, deshonesta y ordinaria. Confusa, porque no se puso ningún esfuerzo en transmitir a la población lo que es una Constitución, lo que puede resolver y lo que no. Por razones entendibles, pero no justificables, esto a ratos parece un plebiscito sobre el Gobierno y no sobre las bases del pacto social y político que debería reflejarse en el texto. Deshonesta, porque los mismos argumentos que la izquierda y la derecha utilizaron para aprobar y rechazar en la elección del 4 de septiembre del año pasado, se han invertido de manera casi idéntica, sin reparar en los efectos que esa incoherencia e inconsistencia tienen en la ciudadanía. Y ordinaria, porque de lado y lado, se ha mentido, desinformado y atemorizado, al punto que algunas piezas me rememoran la campaña del sí en el plebiscito del 88.
P. ¿Seguirá abierta la discusión sobre la legitimidad de la Constitución, ya sea que se apruebe la nueva o se rechace y siga rigiendo la actual?
R. Por supuesto que seguirá abierta la discusión, cualquiera sea el resultado. El principal fracaso fue no haber logrado un mayor acuerdo transversal que señalizara un rumbo colectivo para las próximas décadas. Esa era la única manera de dar certidumbre, encausar definitivamente este debate y poner a la política de vuelta en la tarea fundamental que nunca debió abandonar. Tuvimos esa posibilidad antes y ahora, y la desperdiciamos en ambas ocasiones. Por lo demás, si gana el A Favor, nos pasaremos varios años discutiendo más de 30 leyes para habilitar el texto constitucional aprobado por una frágil mayoría. Si gana el En Contra, y pese al hastío ciudadano, igual tendremos que modificar el texto actual en el Congreso, aunque sea sólo en lo referido al sistema político, que resulta urgente de corregir.
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