La hoguera de las vanidades tiene relevo
Nepotismo, racismo y clasismo riman con atletismo. El mediático escándalo de la posta larga chilena sacó a la luz una rencilla vil que tuvo su primer capítulo cuando a Martina Weil la Federación la dejó afuera del Mundial por ‘un olvido’
El legado duró demasiado poco. Apenas terminados los Juegos Panamericanos, un escándalo sin precedentes remece al atletismo chileno.
Nepotismo, racismo y clasismo son los conceptos más utilizados para definir una situación insólita: la disputa en el relevo 4x400 –la última prueba de la disciplina– donde dos madres con altos cargos en el organigrama federativo presionaron hasta el insulto a los técnicos para cambiar la formación titular de la prueba.
Todos los testimonios de las atletas involucradas en la denuncia apuntan a una situación límite, con insultos y lágrimas en la pista, que terminaron por provocar una profunda fractura en una Federación que logró llenar el estadio nacional en Santiago, atrapar tres medallas doradas y catapultar nuevas figuras al primer plano.
¿Por qué hay acusaciones de nepotismo? Pues porque dos de las más influyentes funcionarias de la organización atlética se convirtieron en madres irritadas para imponer su criterio. Por marcas y merecimientos las dos atletas que debían integrar la posta eran Poulette Cardoch y Berdine Castillo. Ambas tenían los mejores registros y aprontes para acompañar a Martina Weil y Stephanie Saavedra en el relevo largo.
En su lugar trataron de imponer a María Violeta Arnaiz y a Fernanda Mackenna, atleta de 34 años e hija de Leslie Cooper, integrante de la Corporación Santiago 2023. En su ayuda concurrió Ximena Restrepo, medallista olímpica colombiana, vicepresidente de World Athletic, el organismo mundial que aglutina a las federaciones de la especialidad, y madre de Martina Weil, la luminosa nueva estrella del deporte nacional, quien debió ofrecer disculpas a sus compañeras a través de redes sociales cuando se conocieron los hechos.
Ninguna de las integrantes del equipo, ni titulares ni suplentes, acudió al palacio de La Moneda a recibir las felicitaciones que el presidente Gabriel Boric entregó al Team Chile por su participación en los Panamericanos. Weil, apodada Ricitos de oro por cierta prensa, había viajado a Argentina al recital de Taylor Swift.
El bochornoso espectáculo de los gritos, insultos y descalificaciones vividos en la pista desató la segunda acusación. Según Berdine Castillo, de origen haitiano, se le descalificó dando muestras evidentes de racismo. Castillo nació en Haití y fue adoptada por un oficial de la Fuerza Aérea que viajó en la misión de paz a Puerto Príncipe. Fue la primera nacionalización dictaminada por la Corte Suprema de Chile para autorizar la llegada de niños en adopción por razones humanitarias. Había corrido la final de los 800 metros planos y se sentía en condiciones de correr con el testimonio, pero fue marginada poco antes de la carrera. Después del escándalo, se le permitió competir, aunque, según aseguró, “le hicieron la ley del hielo”.
No fue el caso de Poulette Cardoch, quien lanzó la tercera acusación. La de clasismo, por el afán de las madres referidas, quienes presionaron al entrenador Marcelo Gajardo para modificar la formación inicial. Gajardo es técnico de la Universidad Católica y las reemplazantes son sus pupilas, pero no pudo concretar su idea pues fue despedido en la misma pista por las autoridades de la Federación en vista del escándalo generado y por contravenir las órdenes de los head coach atléticos, basado en “una impresión subjetiva personal”.
El tema será investigado, según las autoridades, por la gravedad de las acusaciones y por la jerarquía institucional de las dos madres involucradas. Pero el incidente dio cuenta de una realidad federativa que salió a la luz tras los hechos. La cúpula de la federación está controlada por los clubes de provincia, que hace un tiempo y por votación, decidieron desplazar a una élite que había controlado el organismo durante décadas. Eso supuso rencillas internas que quedaron de manifiesto cuando los gritos en la pista ya eran inevitables. Y que seguramente seguirán manifestándose en el período de investigación del caso.
De hecho, existe la posibilidad de nuevas denuncias. Viviana Olivares, velocista ovallina, acusó que la habían excluido de la exitosa posta 4x100 –que ganó plata con récord– para incluir a Martina Weil, quien no tenía registros válidos en la distancia en la temporada 2023.
Desde la vereda de los acusados señalan que todo es fruto de la envidia y que es un procedimiento absolutamente válido conformar un equipo de acuerdo con parámetros subjetivos que responden al momento de las atletas, su concentración o su agotamiento. La posta cuestionada remató última, con un registro muy discreto. Martina Weil no había podido competir en el Mundial de Atletismo de Budapest, porque los encargados de la Federación “olvidaron” inscribirla en su prueba más fuerte. Las disculpas agravaron la falta: “No tenemos argumentos que puedan justificar lo acontecido, solo nos queda reiterar y aceptar la falta de prolijidad por el error cometido por el personal de la Federación”.
Es tanta la conmoción provocada por el caso que no existe control de daños posible, y los pasos lógicos apuntan a una investigación sumaria con sanciones, que no harían más que distanciar a Martina Weil, su madre, su padre (el lanzador Gert Weil, varias veces medallista panamericano e influyente voz en el medio) y sus técnicos, en medio de un ciclo olímpico.
El luminoso éxito cosechado y la fama mediática conseguida atizaron una hoguera que dañó, de forma irreparable, todo el camino recorrido durante dos semanas. Un final bochornoso y lamentable para una historia que merecía un final feliz. O, al menos, con cierta dignidad.
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