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Educación en Chile
Tribuna
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Crisis educacional: la rebelión de la orquesta

Hagamos de la educación inicial y escolar la primera de todas nuestras políticas de Estado. El destino de nuestra nación está en juego

Bono logro escolar en Chile
Niños participan de una actividad en una escuela en Santiago de Chile.Esteban Felix (AP)

Le propongo, estimado lector, participar de una metáfora para ver el sistema educativo como un barco –o flota– cuya promesa es llevar a las nuevas generaciones hacia un mundo de oportunidades. ¿Qué ve? Igual que yo, seguramente, advierte que estamos ante una embarcación que no está cumpliendo su promesa. Somos, como la orquesta del Titanic, testigos impávidos de la evidente colisión con un iceberg, que congela el porvenir de niños y niñas a los que invitamos obligatoriamente a subir a este transatlántico.

Hubo un tiempo en que, aunque con dificultades, logramos avanzar juntos. Gobernar era educar, ampliamos la cobertura, proveímos de alimentación, establecimos la jornada escolar completa, alcanzamos subvención escolar preferencial, gestionamos la nueva carrera docente; navegábamos. En algún punto empezamos a enredarnos entre distintos intereses y agendas; cada grupo quiso imponer su ruta y sus prioridades, pasando por semáforos, patines, tómbolas y overoles blancos.

Liderados por el Ministerio de Educación a través del plan de reactivación educativa, hoy vivimos en la urgencia de reparar tres grandes agujeros por donde estamos haciendo agua. El primero es que no se sigan vaciando las salas de clases, tenemos que lograr asistencia y revinculación de los estudiantes excluidos del sistema; el segundo es asegurar los aprendizajes básicos y las condiciones mínimas para la enseñanza, ya que después de décadas de énfasis en calidad y equidad, hemos reprobado en ambas materias; y el tercero es sanar la grave epidemia de salud mental que afecta a estudiantes y profesores y que mantiene una convivencia dañada y sin relaciones de respeto al interior de nuestra nave.

Pero junto con tapar los agujeros, es urgente reorientar este barco para responder a la promesa que hacemos a los cerca de 4 millones de niñas, niños y jóvenes que son parte de este sistema educacional. Con altura de miras, reconozcamos que requerimos coraje para enfrentarnos a la aventura de surcar nuevos mares: hoy contamos con faros como la inteligencia artificial, la emergencia climática preocupa a toda la tripulación, la paz se resquebraja, las pantallas moldean nuestros entendimientos. Es ineludible educar en una sociedad global, compleja y en constante cambio. Tenemos que atrevernos a soltar nuestras certezas y a explorar nuevas preguntas. Necesitamos buscar juntos la manera de sintonizar con los desafíos y oportunidades de los tiempos venideros.

Un barco sin navegantes apasionados e idóneos está destinado al naufragio. Es imprescindible contar con un equipo bien preparado, altamente motivado y comprometido. Los educadores, marineros de este viaje educativo, merecen condiciones laborales dignas para desempeñar su labor con excelencia y entusiasmo. Y estas condiciones deben ser incentivos para atraer a los mejores talentos hacia la noble tarea de educar. Cuando se hace un buen trabajo, este debe ser visibilizado, reconocido y valorado.

Hoy, más que nunca, las oportunidades para el aprendizaje están al alcance de todos y todas. No hay nada, fuera de nosotros mismos que nos impida ser una potencia educativa, donde cada niño y joven tenga acceso a una educación de calidad que lo prepare para los desafíos del siglo XXI. Tapar los agujeros, reorientar el rumbo y convocar a la mejor tripulación, es una tarea ineludible que requiere nuestra atención.

Dado que las reformas (revoluciones) educacionales tardan décadas en dar frutos, hacemos un llamado para empezar cuanto antes recuperando acuerdos y construyendo un futuro educativo con mirada de largo plazo. Para avanzar en esta dirección, junto a 60 organizaciones que trabajan activamente en educación, realizamos un nuevo Encuentro 3xi (organización que promueve encuentros entre personas de diferentes orígenes, sensibilidades y ámbitos de acción) llamado Urgencia Compartida. Puedo decir que junto con las autoridades, educadores, sostenedores, innovadores, estudiantes y creadores de contenido que participaron, hemos empezado a comprometer esfuerzos para convertir la educación en prioridad nacional.

Desatemos las amarras, pongamos la esperanza por bandera y zarpemos hacia un futuro educativo prometedor. Hagamos de la educación inicial y escolar la primera de todas nuestras políticas de Estado. El destino de nuestra nación está en juego.

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