Cecilia: ¿era realmente incomparable?
En este caso estamos frente a la primera rockstar chilena porque el rock es una cuestión de actitud y ella la tenía de sobra
Incomparable: el adjetivo que hemos leído o escuchado un sinfín de veces este martes en relación a Mireya Pantoja, más conocida como Cecilia, cantautora chilena (79) quien anoche murió producto de una enfermedad pulmonar crónica que la afectaba hace años.
¿Es muy polémico estar en desacuerdo con que era incomparable?
Pues bien, sí era comparable. Al analizar su actitud desafiante, se le parece a la que caracterizaba a Violeta Parra. La ambigüedad escénica es un elemento que ha usado David Bowie con Ziggy Sturdust, pasando por Grace Jones, Miguel Bosé, Juan Gabriel, Robert Smith, Gustavo Cerati, etcétera. Su actitud fue un gancho muy usado en la música que ella supo explotar tempranamente.
Con respecto a sus trajes plateados… no tenían nada que envidiar a los que se enfundaba Elvis Presley en el Elvis 68 Comeback Special. Aquel desparpajo mezclado con sensualidad que derrocha en canciones como No pasa más de su disco La incomparable retrotraen de inmediato a una Nina Simone en un bar under neoyorkino cincuentero. Denle una oportunidad y escúchenla, me van a encontrar razón.
Que no se malentienda, son sólo pequeños flashazos, porque en ella encontramos de todo un poco. Su identidad, sin embargo, y lo que la convierte en un ícono chileno de la música popular son los elementos mencionados, y a eso, que no es poco, le sumamos los géneros con los que se identificaba.
A Cecilia le brotaba por los poros el sufrimiento, el bolero, la cebolla, junto con la canción italiana que tanto amaba y cantaba con un sentimiento único, acompañada de un bandoneón, guitarra y un piano que acrecentaban aquel pesar. Mientras sus contemporáneos de la Nueva Ola adaptaban las canciones gringas al español, ella se mantuvo fiel a lo latino y a su singular forma de cantar, vestir , bailar y, más importante aún, su forma de ser.
Pero, ¿quién era esta mujer que en la década de los sesenta lucía con orgullo su pelo corto con patillas, ojos delineados a lo gata, se colgaba la guitarra muy cool y usaba cuellos de camisas masculinos?
Originaria de Tomé, una localidad cercana a Concepción, la segunda ciudad más grande de Chile; allí, cuando apenas tenía apenas 16 años y enfrente de todo su colegio cantó por primera vez con esa voz ronca y blusera Cool Love de la estadounidense Wanda Jackson. Años más tarde formó la agrupación Los de Tomé, cuya duración fue breve, pero parte importante de su historia y formación musical para lo que vendría después.
Santiago, la capital del Chile, sería la siguiente parada; los pasos de baile que ensayó frente al espejo una y mil veces debían ver la luz y Los Singers, su nueva banda de apoyo, serían el refuerzo para echar a andar la maquinaria de talento audaz y osado que levantó a principio de los sesenta.
La apodaron Cecilia, la incomparable y la encasillaron automáticamente dentro del movimiento de la Nueva Ola y así fue como se dio a conocer y creció a pasos agigantados, puliendo su despliegue escénico hasta que llegó a competir al Festival de Viña del Mar en 1965 con la canción Como un ola. En esa oportunidad, por más que la aconsejaron que no hiciera su famoso paso llamado el besito al taquito dado que no era bien visto en las señoritas, lo hizo igual y en repetidas ocasiones. Ella no estaba para prohibiciones. No señor.
Años más tarde y después de un par de presentaciones en el Festival de la Una (programa de televisión muy popular de la televisión chilena), llegó el traicionero olvido. En los años ochenta su música revivió en la obra Hipólito de Vicente Ruiz, quién usó un par de sus canciones; pero no fue hasta el 2001 cuando Javiera Parra grabó una versión de Un compromiso en el disco AM y fue el momento en que Cecilia fue revalorada. Se convirtió en un ícono kitsch celebrado en fiestas santiaguinas para después ser reconocida como la artista transgresora que fue e influencia para artistas de nuevas generaciones como Mon Laferte, cuyo timbre de voz es parecidísimo al de Cecilia en sus inicios.
Insisto y no es con el afán de polemizar. No era incomparable, porque sí se le puede comparar con muchas roqueras de tomo y lomo, con aquellas rebeldes e indómitas. Pero en este caso estamos frente a la primera rockstar chilena, porque el rock es una cuestión de actitud y ella la tenía de sobra.
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