“Me pasaron por encima 10 o 12 manteros”

Una vecina de Sevilla denuncia graves lesiones tras ser arrollada por unos vendedores ambulantes en la Gran Vía madrileña

Sara López Caro, en su vivienda de Sevilla.paco puentes

Sara López Calo, sevillana de 27 años, pasó el peor momento de su vida el pasado 12 de julio cuando acompañaba a su madre, en silla de ruedas, por la Gran Vía. Unos manteros que supuestamente huían de la policía la tiraron al suelo y la pasaron por encima en su fuga, lo que le produjo hasta seis fracturas desde la zona sacra hasta la pelvis. Tiene también el hombro derecho dislocado y un músculo del codo derecho pinzado, además de golpes por todo el cuerpo.
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Sara López Calo, sevillana de 27 años, pasó el peor momento de su vida el pasado 12 de julio cuando acompañaba a su madre, en silla de ruedas, por la Gran Vía. Unos manteros que supuestamente huían de la policía la tiraron al suelo y la pasaron por encima en su fuga, lo que le produjo hasta seis fracturas desde la zona sacra hasta la pelvis. Tiene también el hombro derecho dislocado y un músculo del codo derecho pinzado, además de golpes por todo el cuerpo.

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López viajó a Madrid para que su madre, víctima de la poliomielitis, adquiriera una prótesis ortopédica. Tras dejar el equipaje en un hotel próximo a la plaza de Pedro Zerolo, salió con su progenitora a dar una vuelta por la Gran Vía. La mujer empujaba la silla de ruedas justo cuando pasaba por delante de una tienda de ropa situada en el número 30. “Me giré y vi a un mantero corriendo y chillando. En ese momento, recibí un fuerte golpe en el esternón con la enorme bolsa que llevaba. Me tiró al suelo”, recuerda la víctima.

La mujer apoyó el codo para intentar frenar la caída. Justo cuando trataba de incorporarse, otro mantero la tiró de nuevo al suelo. Cayó en posición fetal, recuerda. “Me pasaron por encima 10 o 12 manteros. Me patearon como si fuera una lata y recibí golpes por todos los lados. Fue el momento más largo de mi vida”, recordaba ayer la afectada. Diplomada en Turismo, lleva un año preparando una oposición.

La víctima afirma que no solo ella resultó herida. Los manteros también tiraron a una chica, que cayó de rodillas, y a un motorista que esperaba parado en un semáforo. En la refriega, también su madre sufrió rasguños y un pequeño corte. Un grupo de personas logró levantarla en volandas y ponerla en pie, pero ella no se podía sostener a consecuencia de las graves lesiones que le habían provocado durante la caída. Tan solo podía mantenerse, y a duras penas, sobre la pierna derecha. “No sé por qué corrían ni si les estaba persiguiendo la policía, pero desde luego no se puede tratar así a las personas. No se puede justificar un acto delictivo con tanta violencia por mucho que uno esté huyendo de la policía”, critica desde su domicilio sevillano, donde se recupera.

Los sanitarios de una UVI móvil le hicieron las primeras curas y la trasladaron al servicio de urgencias del hospital Clínico. Allí le diagnosticaron fractura de pelvis. “Al ser una zona tan sensible, también se produjo la rotura de varios vasos sanguíneos y una bajada de la hemoglobina”, explica la afectada. López Calo pasó un día en el hospital. Le dieron el alta a las tres de la madrugada. “Me pareció muy raro que lo hicieran a esa hora. Además, como las ambulancias solo trasladan a domicilios y no a hoteles, me tuve que marchar por mis medios. Mi madre avisó a un eurotaxi [vehículo que permite viajar a personas que van en silla de ruedas]. Gracias a que me ayudó el taxista y una chica, pude entrar con mucha dificultad en el vehículo”, rememora la mujer. A la mañana siguiente, acudió al hotel el hombre que le iba a proporcionar la prótesis a su madre. “El señor nos hizo el favor de venir al hotel. Gracias a que mi madre tiene la silla de ruedas con motor pude bajar hasta el taxi. El recepcionista nos ayudó con el equipaje. Fue todo un jaleo”, describe López Calo.

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“Voy a llegar a donde haga falta para que esto no vuelva a repetirse”

Cuando regresó a Sevilla, los dolores no cesaban. Al contrario, iban en aumento. Los médicos la sometieron a una prueba de diagnóstico por imagen y detectaron hasta seis fracturas entre la zona sacra y la pelvis. Los golpes, denuncia, estuvieron a punto de dejarla en silla de ruedas. Ahora no para de tomar medicamentos antiinflamatorios, analgésicos y relajantes musculares, además de anticoagulantes. Actividades normales como ducharse se han convertido en una auténtica odisea: “El otro día sufrí una lipotimia y casi me caigo redonda al suelo”.

A todo ello se unen los problemas psicológicos que dice estar sufriendo. Asegura que tiene continuas pesadillas en las que es agredida. “No hago esto por llamar la atención, sino para que se tomen medidas y que no vuelva a ocurrir nada de esto. Según me dijeron los de la tienda frente a la que me tiraron, hacía pocos días que a una mujer también la tiraron y la tuvieron que dar 16 puntos de sutura. No se puede consentir y voy a llegar hasta donde haga falta. Yo también tengo mis derechos humanos”, afirma con rabia. Al atestado redactado de oficio por la Policía Nacional, se ha sumado la denuncia presentada por López Caro hace unos 15 días.

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