La indefinición sobre la consulta desdibuja el futuro del partido de Colau

Catalunya en Comú encalla tras postularse como alternativa de Gobierno

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hoy en el pleno.Albert Garcia

Quedan 56 días para el 1 de octubre, el día del referéndum anunciado por Carles Puigdemont y, hoy por hoy, no se sabe la posición final de Catalunya en Comú, el partido de Ada Colau. En teoría, apoya la consulta como movilización legítima pero no despejará hasta septiembre si acude o no a votar. Quedan quizá meses para que haya otras elecciones en Cataluña pero aún se ignora cómo concurrirán a ellas ante la oposición de Podem a integrarse en la nueva formación. El proyecto de la izquierda alternativa, que se sien...

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Quedan 56 días para el 1 de octubre, el día del referéndum anunciado por Carles Puigdemont y, hoy por hoy, no se sabe la posición final de Catalunya en Comú, el partido de Ada Colau. En teoría, apoya la consulta como movilización legítima pero no despejará hasta septiembre si acude o no a votar. Quedan quizá meses para que haya otras elecciones en Cataluña pero aún se ignora cómo concurrirán a ellas ante la oposición de Podem a integrarse en la nueva formación. El proyecto de la izquierda alternativa, que se siente llamada a heredar la antigua hegemonía de Convergència, se ha quedado encallado y amenazado por los dos interrogantes que tiene sin resolver.

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Tras ganar los comicios municipales en 2015 en Barcelona y las dos generales como En Comú Podem, el espacio se presentó como alternativa de Gobierno en Cataluña. Las encuestas, sin embargo, no lo refrendan. Y es más: dibujan un retroceso. El Centro de Estudios de Opinión pronosticó en marzo que Catalunya sí que es Pot, el brazo parlamentario de los comunesen esa comunidad, sería segunda fuerza al pasar de 11 a entre 21 y 23 escaños. Sin embargo, en el de julio vaticinó un frenazo: estimó 18 y 19, por detrás del PSC. Todos los sondeos vaticinan la victoria de ERC, ninguneada siempre por Catalunya en Comú porque creen que su adversario, pese a su declive, es el PDeCAT, el heredero de Convergència.

Su consuelo es que los comunes no están orgánicamente dentro del grupo parlamentario, un volcán permanente integrado solo por Iniciativa, Esquerra Unida —dos de sus socios— y Podem. Pero otra encuesta de La Vanguardia, de julio, que ya preguntaba directamente por Catalunya en Comú, les auguraba 12 diputados, uno más que los actuales. El CIS, sin embargo, confirmó este viernes la consolidación de la histórica tendencia en Cataluña de votar diferente según sean las elecciones y arrojó que En Comú Podem volvería a ganar.

Un espacio con múltiples marcas

À. P

"El partido Colau. ¿Cómo se llama? ¿Barcelona sí que es Pot?". Esta pregunta no es nueva entre futuros votantes y viene a reflejar la dificultad que implica tener una marca prácticamente en cada institución. Barcelona sí que es Pot no existe como organización política: es el nombre, en el Parlament, del grupo formado por ICV, Esquerra Unida y Podem, la marca catalana de Podemos. Barcelona en Comú es el partido originario de Colau que gobierna Barcelona. Sin embargo, los llamados comunes no concurrieron a las Autonómicas del 27-S. En el Congreso de los Diputados se llaman En Comú Podem y ahí están todos los socios. No así en Catalunya en Comú, el nombre final del partido, del que se descolgó Podem.

Miembros del partido alegan que no es fácil fusionar a la izquierda y construir un nuevo partido uniendo a almas y tradiciones políticas y orgánicas tan distintas como comunistas, ecosocialistas y activistas sociales. El referéndum, el primer envite importante, les ha generado una fuerte sacudida: sus votantes están divididos y, como espacio plural, en la coordinadora hay voces a favor (los más soberanistas, próximos a EUiA) y en contra de votar (originarios de ICV). 300 personas de la base, muchas ecosocialistas, han firmado el manifiesto El 1-O no iré defraudados con la dirección. La posición oficial fue no apoyar el referéndum pero sí las movilizaciones que hagan avanzar el derecho a decidir. Sin embargo, varios de los portavoces del partido subrayaron luego su disposición a votar generando un enorme descontento. Aseguran que no se trató de una rebelión, pero la campaña sentó como un jarro de agua fría en la cúpula.

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La izquierda independentista tampoco perdona a los comunes su ambigüedad y avisa de que se olviden de pactos poselectorales si no votan. Según las encuestas, el partido de Colau solo podría gobernar en coalición con partidos como ERC o la CUP. Y luego les queda el problema con Podem. Pablo Iglesias, alineado con Xavier Domènech, coordinador de los comunes, ansía el pacto y ha pedido a su líder en Cataluña, Albano Dante Fachin, que dimita. No lo hará. Podem se resiste porque sus bases votaron en contra de integrarse. Creen que los comunes no dan la voz a las bases —“Allí deciden 120 personas”, explican— y discrepan de su código ético. Fachin, un verso suelto, con buenas relaciones con la CUP, está dispuesto a votar.

En medio de un furioso debate interno e intentado capear el chaparrón, los comunes se han puesto de perfil a la espera de acontecimientos. No solo con el referéndum. Colau ha estado desparecida en el caos del aeropuerto de El Prat y en las acciones de turismofobia de Arran. En medio de la confusión sobre el 1-O, Badalona, la tercera ciudad de Cataluña, aclaró su posición. La alcaldesa Dolors Sabater, se mostró dispuesta a votar y a colaborar, aunque pidió a la Generalitat que “aporte garantías e información”. Sabater capitaneó la candidatura Guanyem Badalona en Comú, integrada por la CUP e independientes. “Nadie entendería que personas que venimos de estos movimientos de lucha en la calle, ahora que estamos en las instituciones, no defendiéramos el derecho a votar de la ciudadanía”, dijo a Europa Press.

Esquerra: "Iglesias no entiende lo que pasa en Cataluña"

La indefinición del partido de Ada Colau y de Podemos sobre el referéndum es aprovechado constantemente por los partidos secesionistas para intentar captar a sus votantes independentistas. El portavoz adjunto de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, dijo ayer entender que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, “no entienda o no quiera entender nada” de la convocatoria de un referéndum porque “lo que pasa en Cataluña no le va bien”. En una entrevista en la emisora RAC1, Rufián aseguró que “no es compatible defender un Gobierno en Madrid con el PSOE y, al mismo tiempo, un referéndum de autodeterminación en Cataluña”, y advirtió de que “no podemos continuar esperando que alguien nos salve desde Madrid”.

Rufián se mostró convencido de que “habrá un referéndum de autodeterminación vinculante, y se aplicarán los resultados”, pese a que “tenemos un Estado e

n contra que utiliza todo su poder, su fuerza y su maquinaria mediática”.

Con la legitimidad que le otorga su activismo, Colau está en esa disyuntiva de ser fiel a su patrimonio político, salvaguardar la institución y evitar daños a su espacio. Sectores de Podem y la CUP creen que está impulsando una suerte de Iniciativa 2.0 y el sociólogo Manuel Delgado asegura que se conforma con “una restauración maragalliana”, refiriéndose al exalcalde socialista Pasqual Maragall.

Josep Ramoneda, analista político, les reprocha su dificultad para dibujar su proyecto político y que eso, por inercia, les puede afectar en las autonómicas. “Tengo la sensación de que se han quedado paralizados [en el Ayuntamiento]. Pensaba que iban a pecar por atrevimiento y lo hacen por contención”, reflexiona. “Está bien tomar conciencia de que una institución no es un movimiento social pero les ha faltado coraje y han sido temerosos”. Por el contrario, es más conciliador con el referéndum: “Entiendo más que trampeen porque ese no es su proyecto”. No duda, sin embargo, que pactaran con Podem porque está seguro de que Podemos ya ha decidido que sin Colau no existirán en Cataluña. El geógrafo Jordi Borja, próximo a Colau, admite que los comunes han quedado fuera de juego con el 1 de octubre pero responsabiliza a los partidos independentistas de tener demasiada “precipitación” en el procés sin aclarar para qué quieren la secesión al no llenarla de contenido social y económico.

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