Cómo caminar sobre el hielo para evitar caídas en la España nevada

Salir a la calle estos días gélidos y no acabar en el suelo, o algo peor, tiene su técnica

Mimai Mig / Getty Images/iStockphoto

Dicen que todo gran viaje comienza con un pequeño paso. Puede ser, pero no esta semana. En la España nevada de la borrasca Filomena, que los próximos días permanecerá salpicada de aceras, calles y carreteras heladas, un mal paso puede llevarte directamente al suelo nada más salir del portal. En el peor de los casos, la caída acabará en una sala de Urgencias. Lo mejor es dejar los grandes viajes para otro momento, pero si no tienes más remedio que salir a la calle y caminar sobre hielo, recuerda que todo tiene su técni...

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Dicen que todo gran viaje comienza con un pequeño paso. Puede ser, pero no esta semana. En la España nevada de la borrasca Filomena, que los próximos días permanecerá salpicada de aceras, calles y carreteras heladas, un mal paso puede llevarte directamente al suelo nada más salir del portal. En el peor de los casos, la caída acabará en una sala de Urgencias. Lo mejor es dejar los grandes viajes para otro momento, pero si no tienes más remedio que salir a la calle y caminar sobre hielo, recuerda que todo tiene su técnica.

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Un manual de prevención de accidentes del Departamento de Trabajo de EE UU apunta que lo fundamental en estos casos es dar pasos pequeños y caminar despacio, lo que permite reaccionar a los resbalones antes de que sea demasiado tarde. También hay que adelantar ligeramente la parte superior del cuerpo. El motivo es que, al caminar, ponemos nuestro peso en un pie adelantado respecto al tronco, que se convierte en el punto donde se trasmite la fuerza al suelo. Esto no supone un problema cuando el suelo ofrece tracción, pero sobre hielo es la mejor manera de perder el equilibrio. Para preservar la estabilidad sobre superficies resbaladizas hay que adelantar ligeramente la parte superior del cuerpo, de manera que su peso recaiga sobre el pie que se adelanta en cada paso.

Esta manera de colocar el peso del cuerpo, similar a la que se enseña para patinar (la similitud entre muchas caídas por hielo y las de los patinadores poco experimentados, con los glúteos por delante, no puede ser una casualidad), tiene sus limitaciones. Por ejemplo, pierde eficacia cuando uno pisa una superficie inclinada. En ese caso, es justo decir que tu pie no sujetará tu peso, sino que lo más probable es que este último haga que se mueva el pie, como advirtió el glaciólogo Mark Fahneston, de la Universidad de Alaska en Fairbanks, en una entrevista a la página web Mental Floss. Conviene tener las manos listas para aferrarse a cualquier cosa que pueda salvar la caída...

De hecho, los brazos enteros tienen su papel, y mantenerlos libres ayuda a estabilizar el cuerpo ante la mínima sensación de inestabilidad. No llevar cargas en las manos también ayuda, ya que pueden provocar una peligrosa descompensación. Son dos de las recomendaciones de una ilustración diseñada para recordar las claves de seguridad a personal de la Fuerza Aérea de EE UU, que también invita a tener la máxima precaución al salir de los vehículos y pisar sobre el hielo.

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Por otra parte, conviene esforzarse en identificar el tipo de superficie que tenemos delante; no todos los hielos son iguales. Los científicos saben que su capacidad para hacernos caer aumenta conforme se calienta. Según una investigación publicada en 2018, en la revista The journal of Physical Chemistry Letters, a -7ºC es cuando más resbaladizo es el hielo. A mayor temperatura se ablanda lo suficiente como para compensar el hecho de que su superficie, a nivel microscópico, sea más resbaladiza. De ahí que tener en cuenta la hora del día y si una placa de hielo ha estado en penumbra o al sol son buenas maneras de decidir si un camino helado es una posibilidad aceptable o una invitación al accidente.

Si a pesar de todo uno no consigue sentirse seguro, lo mejor es admitir que los seres humanos no estamos preparados para las condiciones que ha dejado Filomena. En casos extremos, una buena manera de salir del atolladero es buscar inspiración en la naturaleza y pensar: ¿qué haría un pingüino? Visualízalo, adelanta ligeramente el tronco y avanza con suaves balanceos, girando el cuerpo de un lado a otro, despacio. Con esta técnica es muy difícil dar un mal paso. De hecho, dar un solo paso que recuerde al movimiento humano ya sería llamativo. Pero funciona... si le pones suficiente paciencia.

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