¿Durante mucho tiempo me acosté temprano? En busca de la traducción de Marcel Proust

Con la llegada de una nueva versión en español de ‘En busca del tiempo perdido’, por Mercedes López-Ballesteros, y la revisión completa de la traducción de Mauro Armiño, buceamos en la prosa, el sentido y las dificultades de traducción del clásico francés y en su presencia en el mundo contemporáneo

Distintas traducciones al español de la primera frase de la gran novela de Marcel Proust, 'En busca del tiempo perdido'.EL PAÍS

La primera frase de En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu), de Marcel Proust, es muy importante. No solo porque todas las primeras frases son importantes, por su obligación de coger al lector por las solapas y meterlo en un mundo irrenunciable, por su anhelo de pasar a la Historia (y por la caja de la librería), sino también porque tiene detrás una de las obras más importantes de la literatura universal; y tal vez la más larga: siete t...

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La primera frase de En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu), de Marcel Proust, es muy importante. No solo porque todas las primeras frases son importantes, por su obligación de coger al lector por las solapas y meterlo en un mundo irrenunciable, por su anhelo de pasar a la Historia (y por la caja de la librería), sino también porque tiene detrás una de las obras más importantes de la literatura universal; y tal vez la más larga: siete tomos que contienen alrededor 9.609.000 caracteres (contando los espacios), longitud por la que fue condecorada, muy prosaicamente, con un inopinado Récord Guinness.

La primera frase de la gran novela de Proust, cuyo tomo inicial, Por el camino de Swann, se publicó en 1913, es, sin embargo, una sentencia corta, nada pomposa, en apariencia sencilla: “Longtemps, je me suis couché de bonne heure”. Esta es la única forma de escribirla en el francés original, porque así la escribió Proust, pero no está claro cuál es la mejor forma de verterla al castellano: las diferentes variaciones, mínimas pero llenas de matices, han sido objeto tradicional de debate y controversia. De hecho, en cinco traducciones esenciales de Proust al castellano, cada comienzo es diferente. Una vez traducida la primera frase, tan breve, no se acaban las dificultades: el traductor se enfrenta al monumento proustiano plagado, como un campo de minas, de las icónicas frases largas y enrevesadas, llenas de subordinadas y digresiones (algunos las atribuyen, también de forma controvertida, al asma que padecía). Quitan el aliento, sí, pero no solo por su longitud, sino también por su hermosura.

Retrato al óleo del escritor Marcel Proust (1870-1922) realizado Jacques-Emile Blanche. Imagno/Getty Images

“Proust es un mago, un maestro, maneja los tempos, hay música y cadencia, todos los fragmentos van bien aplomados… Su frase, arborescente y serpenteante, es tan perfecta, de una belleza tan perturbadora, que te cautiva. Es lo que te arrastra a través cientos de páginas hasta la palabra fin”, dice la traductora Mercedes López-Ballesteros, quien se confiesa miembro de esa hermandad “extraña” y “absolutamente fiel” de los proustianos.

La editorial Alfaguara ha lanzado recientemente el primer volumen de una nueva traducción de En busca..., de la mano de López-Ballesteros, en cuyos agradecimientos se citan “los problemas que planteaba la traducción de la frase inaugural”, para los que la traductora pidió consejo al filólogo y miembro de la RAE Pedro Álvarez de Miranda. Su traducción, concisa y contundente, resultó esta: “Durante años me acosté temprano”. Tiene como singularidad elegir “años” en vez de “mucho tiempo” y “acosté” en vez de “estuve acostando”, formas más comunes de traducirlo. Su traducción viene apadrinada por el fallecido novelista Javier Marías, del que López-Ballesteros era íntima amiga y colaboradora, y que, antes de enfermar, planeó publicarla en su editorial Reino de Redonda.

Durante toda la traducción del primer tomo López-Ballesteros estuvo dándole vueltas a la primera frase. “Lo que tenía se me iba de ritmo y de sílabas, así que acabé cambiándolo en el último momento, en las pruebas”, explica. “En Proust el estilo es fundamental y, con todo lo que viene detrás, la primera frase tiene que funcionar. Tiene que ser algo impactante, algo que formule preguntas al lector, que le abra la puerta a otro universo”, añade.

La primera traducción española de En busca… la hizo en 1920 el poeta Pedro Salinas (que era laísta, como bien se indica en una nota preliminar a la edición de Alianza Editorial) pero solo llegó al tercer tomo, El mundo de Guermantes, que tuvo que finalizar su amigo José María Quiroga Pla, también poeta, y cuyos últimos tomos, del cuarto al séptimo, tradujo Consuelo Bergés. En esta traducción primigenia la obra comienza así: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”.

La segunda gran traducción de Proust la realizó Mauro Armiño. Se publicó primero en la editorial Valdemar y ahora se encuentra, revisada, en la editorial El Paseo. En su primera edición, Armiño tradujo: “Me he acostado temprano, hace mucho”. Pero en la segunda lo cambió por: “Hace mucho tiempo, me he acostado temprano”. En la actual edición en El Paseo se lee: “Durante mucho tiempo me acosté temprano”. Esta evolución es indicativa del embrujo de la primera frase y de la importancia que tiene para los proustianos: parece que es imposible dejar de darle vueltas. Que, más que acabarse, se abandona, como la poesía.

Armiño (que también ha traducido los ensayos del autor francés recogidos en Escribir. Escritos sobre arte y literatura, en Páginas de Espuma) es pesimista respecto a esa traducción: “Cualquier solución puede transmitir el significado, pero el ritmo del francés, y esa sensación de empezar algo así como un cuento, con la coma después de longtemps, desaparece”. La opción que ahora mismo le satisface es esta: “Mucho tiempo me acosté temprano”. Armiño también traduce particularmente el título: no En busca…, sino A la busca…, a su juicio más fiel al original e inspirado en autores españoles de la época como Galdós o Baroja. Y prefiere traducir Por la parte de Swann antes que Por el camino Swann, del original Du côté de chez Swann. Para Armiño, no se refiere tanto a un “camino” como a una zona geográfica, una idea que luego han seguido otros traductores.

Carlos Manzano, a su vez, tradujo la célebre primera frase como: “Durante mucho tiempo, me acosté temprano” muy similar a la última traducción de Armiño, aunque con una coma después de la paráfrasis temporal. Su traducción fue publicada por RBA y ahora se encuentra en Debolsillo. “Durante mucho tiempo me estuve acostando temprano” es la versión de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego para la edición de Alba. Creen, con pragmatismo, que las discusiones en torno a esa primera frase son cuestión de especialistas.

“Nosotras normalmente intentamos adoptar la perspectiva de ese lector medio que no se plantea tantos matices porque el significado resulta obvio” explica García Gallego. Es decir: que el narrador pasó mucho tiempo yéndose pronto a dormir. “Eso sí, hay que tener en cuenta que es vital que la traducción contenga la palabra tiempo, que está en el título de la obra, que es su eje y que cierra la última frase de los siete volúmenes”, apunta Gallego Urrutia. El final es este: “…épocas tan distantes, entre las que tantos días se situaron: en el Tiempo”, según su propia traducción.

Cataluña tiene su propia historia de traducción proustiana. “Al poco de la publicación, la novela ya tenía muchos lectores francófilos en Barcelona, que lo había leído en francés”, explica Xavier Pla, coordinador de la obra colectiva Proust a Catalunya. Lectors, crítics, traductors i detractors de la ‘Recherche’ (Arcadia Editorial). “Aunque tuvo detractores por asuntos morales, como la homosexualidad, pronto, en 1928, fue traducido por Jaume Bofill i Ferro e incluso incluido en una colección de clásicos de la editorial Proa”. Por ejemplo, junto a una traducción de Dostoievski por Andreu Nin, el célebre dirigente del partido POUM, asesinado en la Guerra Civil por agentes de Stalin. Después, en los años 80, vino la del poeta mallorquín Jaume Vidal Alcover [fallida en opinión de Pla, por ser demasiado deudora del original] y posteriormente, ya en el siglo XXI, la de Josep María Pinto, para Viena Editorial, y la de Valèria Gaillard, para Proa.

Marcel Proust en un retrato fotográfico de una colección privada. Fine Art / Heritage Images / Getty Images

Léxico y sintáxis

No toda la dificultad se acaba en la primera frase. Eso, lógicamente, es solo el principio. López-Ballesteros, más allá de la célebre frase larga característica del autor, hace hincapié en el léxico. “Es un terreno minado. Proust tiene un conocimiento prodigioso de la lengua de su época, usa las acepciones más extrañas e infrecuentes, e incluso algunas que se inventa”. Para enfrentar el reto la traductora goza de un “arma secreta”: un diccionario de 16 volúmenes donde se recogen acepciones propias del siglo XIX. Armiño describe la frase proustiana como “como esos gusanitos que forman el cerebro”. “Proust se mete en esas convoluciones y lo que agarra al lector es esa especie de revolución del pensamiento. Porque, por lo demás, no cuenta nada excepcional, no hay un crimen, no hay nada. Pero Proust te hace sentir una conexión contigo mismo”, señala Armiño.

Gallego Urrutia y García Gallego, en su traducción a cuatro manos y dos cerebros, tienen una curiosa forma de diseccionar el texto. Primero desentrañan y “ordenan” la frase, para facilitar su comprensión. Luego la vuelven a colocar en el mismo orden, “o desorden”, que en el original. “Lo hacemos por respeto al autor, pero también por respeto al lector, que entendemos que no necesita que nadie haga este trabajo por él. Porque precisamente en eso consiste leer a Proust (placer para unos, tortura para otros), en seguir los meandros y las intersecciones y los desvíos y los callejones sin salida de su prosa”, explican.

Tienen una hermosa forma de verlo: si tiñésemos cada frase de un color, formarían un ovillo arco iris. Si convirtiéramos cada párrafo en pieza musical, haría falta un septeto cuyos instrumentos se fueran turnando. “Si fuera un bosque, nos perderíamos por sus senderos para de nuevo encontrar el camino que lleva a las lindes de la arboleda; y, si fuéramos pájaros, podríamos remontarnos por encima de ese bosque y admirar la rara arte de su laberinto”, escriben en su prólogo.

¿Es difícil leer a Proust? Es difícil de decir si es difícil. Desde luego requiere paciencia y dedicación, por la extensión y la complejidad, pero es una dedicación que recompensa, no como otros autores herméticos tras cuyo hermetismo no se encuentra la cercanía proustiana. En Proust se entiende cada palabra, cada fragmento, quizá lo complejo sea cómo se organizan esos fragmentos. “André Gide decía que, si una se trababa en esas frases, debía leerlas en voz alta: no encontraría ningún problema en el fondo. Una gran parte de La recherche parece una narración oral, un monologo escrito para ser leído en alto”, dice López-Ballesteros.

“Proust pensaba como escribía, no se pueden escribir 3.000 páginas pensando de otra manera”, dice Armiño, quien coincide en rebajar el mito de la dificultad de Proust. “Es un tópico que es difícil de leer. Un chaval de 17 años puede entender todo lo que ahí se dice. Creo que tiene más que ver con la situación en la que se pone en lector. No es como leer a Baroja. No puedes ponerte a leer a Proust en un bar lleno de ruido: requiere silencio y concentración”, añade el traductor.

Autoficción y nostalgia

Proust está muy presente. El año 2022, centenario de su fallecimiento, estuvo trufado de actos en su recuerdo. Y el interés no cesa. “En su obra se encuentra la condición humana. Se puede aplicar a situaciones actuales, porque va en busca de una esencia, de una verdad universal”, dice López-Ballesteros, que, a este respecto, destaca el séptimo volumen, El tiempo recobrado. “Ahí expone sus teorías sobre el mundo: todo lo que ha contado antes son ilustraciones de esas teorías”, afirma la traductora. Y esa presencia no solo se refleja en las nuevas traducciones o actualizaciones. También en la exposición Proust y las artes, que se espera en marzo en el museo Thyssen-Bornemisza.

“Creo que esa ambigüedad entre el yo narrador y yo actor es muy contemporánea, relacionada con el género de la autoficción. Proust no se lamenta por el tiempo pasado, tiene esta convicción de la vida puede rememorarse mediante la literatura”, dice Pla. En ese sentido inciden otras obras contemporáneas que se relacionan con La recherche, como el ensayo El tiempo perdido (Arpa) de Clara Ramas, donde reflexiona sobre la nostalgia y la melancolía propias de este tiempo en el que no logramos ver el futuro.

La filósofa propone abordar la nostalgia al modo proustiano y no cayendo en posturas de ultraconservadoras en pos de una Edad de Oro que tal vez nunca existió: “Las miles de páginas que escribe Proust son el intento de hacer eterno ese momento en el que su mamá le arropaba. Todos somos niños a la intemperie deseando que nos arropen. Pero deja claro que esa sensación de estar arropados solo se puede construir desde la literatura. No hay atajos para esa sensación de hogar”, concluyó la pensadora en una entrevista con este periódico.

A la busca del tiempo perdido. El tiempo recobrado

Marcel Proust
Traducción de Mauro Armiño
612 páginas
24,90 euros

En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann

Marcel Proust
Traducción de Mercedes López Ballesteros
Alfaguara, 2024
520 páginas
23,90 euros


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