¿Cómo te quedas?
Cuando no se trata de una posibilidad improbable sino de una posibilidad más esperable, la concordancia cambia
Dice una publicidad difundida en redes sociales por la empresa aeroportuaria AENA y que tiene a David Bisbal como protagonista: “Si un día desaparecen los aeropuertos, ¿cómo te quedarías?”.
Yo desde luego me quedé extrañado, pero, más que por la posibilidad de que los aviones no tengan dónde despegar, por la concordancia verbal.
Con ese planteamiento de posibilidad abierta en la prótasis (oración sub...
Dice una publicidad difundida en redes sociales por la empresa aeroportuaria AENA y que tiene a David Bisbal como protagonista: “Si un día desaparecen los aeropuertos, ¿cómo te quedarías?”.
Yo desde luego me quedé extrañado, pero, más que por la posibilidad de que los aviones no tengan dónde despegar, por la concordancia verbal.
Con ese planteamiento de posibilidad abierta en la prótasis (oración subordinada) —es decir, “si un día desaparecen los aeropuertos…”—, el buen sentido del estilo habría hecho esperar en la apódosis (oración principal) el consecuente “…cómo te quedarás”. Ahora bien, en la opción de posibilidad improbable, tras “si un día desapareciesen los aeropuertos” sí encaja estupendamente “cómo te quedarías”.
La Nueva Gramática académica explica las pautas de las oraciones condicionales y concesivas en su apartado 47.8a y siguientes, con ejemplos como estos para las hipótesis improbables: “Si viniera, no le saludaría” (y no “si viene, no le saludaría”); “aunque se lo explicaran, no lo entendería” (y no “aunque se lo explican, no lo entendería”). Por el contrario, en las condicionales con las que expresamos una posibilidad más creíble hallamos estos otros: “Si viene, le saludaré”; “aunque se lo expliquen, no lo entenderá”. Es decir, en la primera cláusula se puede cambiar el pretérito imperfecto de subjuntivo por un presente; pero entonces en la segunda el condicional simple dejará paso al futuro simple. El Libro de estilo de la lengua española, de la RAE, también recoge todo esto, en las páginas 38 y 39.
Así pues, este tipo de oraciones son interdependientes: los rasgos de la subordinada (“aunque se lo explicaran...”, “si viene...”) muestran la mayor o menor confianza del hablante respecto a la posibilidad de que se ejecute realmente lo que expone; y los rasgos de la oración principal (“...no lo entendería”, “...le saludaré”) resultan consecuencia de aquella y ratifican el grado de verosimilitud en la conjetura. La elección ejecutada en la primera parte de la construcción condiciona la segunda. Y viceversa.
La frase “Si un día desaparecen los aeropuertos, ¿cómo te quedarías?” rompe con las pautas construidas durante siglos por escritores y hablantes, destruidas hoy por ciertos periodistas, ciertos políticos y ciertos publicistas.
Por tanto, la campaña de AENA resulta ajena al buen estilo, al encaje armónico que ha venido manteniendo esa relación entre los verbos de formaciones condicionales: “si me invitaran a cenar, iría”; “si me invitan a cenar, iré” (o “voy”).
El lenguaje semiculto de bastantes periodistas mezcla con frecuencia esas opciones. Y esto se oye mucho más en el periodismo deportivo radiofónico, algunos de cuyos profesionales siguen alejándose, partido a partido, de la expresión cuidada, para elegir una vía pretendidamente popular. Sin embargo, la gente, el pueblo, suele concordar mejor: “Si me tocara la lotería, me compraría un litro de aceite”. “Si vienes, te invito” (a un litro de aceite).
Estos informadores formulan continuamente conjeturas sin esmero gramatical: “Si España eliminase a Georgia, se enfrentará a Alemania” (en vez de la correlación adecuada “si España eliminase…, se enfrentaría”). “Toni Kroos jugaría su último partido si España gana a Alemania” (en lugar de “jugaría… si España ganase”).
Desde luego, sería un problema que desapareciesen los aeropuertos. En esto estamos con AENA. Pero también que disminuyeran los comunicadores cuidadosos con las sutilezas que la lengua necesita para volar alto.