Una autobiografía narrada en imágenes
Jim Goldberg publica un rotundo e intrincado monográfico cargado de emoción, en el que sus vivencias personales se trasladan a la experiencia universal
Escribió Walter Benjamin que el talento del narrador es poder “narrar su vida y su dignidad; la totalidad de su vida”. Lo aseguraba con la añoranza de quien percibe el declive de la narración, en un tiempo que ya se anunciaba propenso a la inmediatez y a la abreviación. De ahí que, Coming and Going, el nuevo fotolibro de Jim Goldberg (New Haven, Connecticut, Estados Unidos, 1953), se presente como un revulsivo al signo ...
Escribió Walter Benjamin que el talento del narrador es poder “narrar su vida y su dignidad; la totalidad de su vida”. Lo aseguraba con la añoranza de quien percibe el declive de la narración, en un tiempo que ya se anunciaba propenso a la inmediatez y a la abreviación. De ahí que, Coming and Going, el nuevo fotolibro de Jim Goldberg (New Haven, Connecticut, Estados Unidos, 1953), se presente como un revulsivo al signo de los tiempos. Otra confirmación más del talante narrador de este artista norteamericano a través de un rotundo e intrincado volumen cargado de emoción. Una publicación que explota en las manos del lector para abrirle nuevos caminos que este habrá de atravesar confrontado al bullicioso ir y venir del autor. Al devenir de una existencia expresada en imágenes.
La idea del libro surgió en 1999, como un método de exploración íntima en un momento de inflexión en la vida del fotógrafo. Desconocía entonces el autor los derroteros que el proyecto podría acabar tomando y este se convirtió en un largo proceso que cogía y dejaba de forma intermitente. “Ha resultado catártico en cuanto a que conseguí terminarlo”, asegura durante una videoconferencia. Sin embargo, no fue hasta que el libro llegó a la imprenta cuando Goldberg se percató que había dado forma a una autobiografía. “Hasta entonces, nunca se me había ocurrido mirarla así”, añade. De forma intuitiva el artista estaba corroborando la aseveración de Benjamin, mientras traducía sus vivencias personales a la experiencia universal .
La nueva publicación parte de donde lo dejó The Last Son (2016), otra incursión en los archivos del autor que recorre su desarrollo como fotógrafo y sus sueños en paralelo a los de su padre aquejado de una enfermedad crónica. Un padecimiento, con su inevitable desenlace, que vuelve a reflejarse en Coming and Going junto a la pérdida, esta más inesperada, de su madre. A estas vivencias se suman la experiencia de convertirse él mismo en padre, el amargo trance del divorcio, y el reencuentro con el amor. Un periplo donde late la vida y la muerte, compuesto por fragmentos, montajes, collages y anotaciones que fluyen y se entrelazan con la crudeza, la honestidad y la ternura de una vida vivida con brío y emoción.
Fue a los 18 años, a raíz de abandonar el hogar familiar, cuando el autor comenzó a buscar una forma de expresión en la fotografía. Pronto centraría su atención en la vida de los más olvidados. Estableciendo estrechas colaboraciones con su protagonistas que hablan de la búsqueda de la felicidad bajo el mito americano del poder y de las clases sociales. “La obra de un autor trata siempre de él mismo”, afirma el fotógrafo. “Uno se refleja en ella tanto como en un espejo. Raised by Wolves (1995) [su serie más emblemática] trata tanto de mí como de sus protagonistas. Mi relación con mis padres me llevó a querer abandonar la casa familiar, lo mismo que les ocurrió a esos jóvenes sin techo seducidos por la posibilidad de reinventarse fuera de sus casas. En la fotografía encontré una voz”. Una voz a la que se aferra para poder vivir. “La familia es la primera comunidad con la que nos relacionamos. Es nuestro punto de partida”, continúa el autor. “Un lugar desde donde establecer un diálogo con nosotros mismos y los demás y darlo forma. Una familia es un espacio de confluencia. La unión de nuestros pensamientos. Es en ella donde llegamos a conocernos a nosotros mismos”.
“Sin importar cuantas veces le dije a mi madre que no me gustaba, era costumbre que sirviera brisket en mi primera comida de regreso a casa. Esto, acompañado de un vaso alto de plástico, lleno de agua y cubitos de hielo que olía a cebolla”, escribe el autor encima de una imagen en la que su progenitora, exhausta, descansa al sol sobre una tumbona. Era una época en la que ella sola se encargaba de cuidar de su marido, sentenciado por un cáncer. Las anotaciones dentro de las imágenes forman parte del inconfundible estilo del fotógrafo. “Existe una parte de mí que cree en la belleza de la imagen única”, admite el autor. “Pero al mismo tiempo, veo las cosas más como un montaje, una unión que implica tanto texto como imagen. La suma de ambos contribuye a su profundidad. De igual forma, no busco en el lenguaje un complemento que contribuya a reflejar lo que se muestra, sino más bien algo que ayude al espectador a cuestionar que está ocurriendo y le proporcione un espacio donde pueda hacer uso de su imaginación, o de sus pensamientos, para llegar a otros lugares. La mezcla en sí misma plantea más preguntas que respuestas”.
Aparte de las anotaciones personales del autor, la publicación prescinde de cualquier otro tipo de escrito que guíe al lector a través de las 360 páginas que la componen. “Es una forma de conducir y llevar al espectador conmigo. Es precisamente en esa conexión entre el espectador y el autor en la que he basado mi aprendizaje de la fotografía y en la que me baso a la hora de impartir clases”, advierte el artista, profesor emérito del California College of Arts y miembro de la agencia Magnum desde 2003, cuyas creaciones personifican la idea de Robert Frank de que “la verdad está entre lo documental y lo ficticio”. Frank es uno de los nombres que brillan en el pedazo de cielo estrellado con el que se cierra el libro, acompañado de Larry Sultan, del editor Walter Keller, de las tías y el hermano del fotógrafo, de Martine Franck y otros. “Quería encontrar una forma de incluir a todos mis amigos y a la gente que ha sido importante para mí y encontré la fórmula inspirándome en una película de los cincuenta en la que el director proyecta rostros dentro de las estrellas del firmamento”.
“En la novela La invención de la soledad, Paul Auster trata de la relación con su padre y de los días en que este murió”, recuerda el fotógrafo. “Lo hace de una forma en la que uno no siente nostalgia, sino que consigue acercarse a los seres queridos de manera que puede sentirlos de nuevo a su lado. Esa ha sido mi experiencia y mi intención. Recordar cómo los que se fueron pueden seguir estando presentes. La verdad, así como la historia y la memoria, no son conceptos inamovibles, sino que forman parte de nuestra búsqueda individual. De ahí que pretenda alertar al lector de los matices que existen entre el blanco y el negro. De las distintas posibilidades que tenemos de experimentar nuestras vidas. Suele resultar más fácil viajar a otros países, a otras culturas, para documentarlos, observarlos y escribir historias sobre ellos, que observar nuestra propias cultura y a nosotros mismos. De modo que he procurado utilizar la misma metodología crítica, empleada en mis anteriores trabajos, para observar a los demás a la hora de hacerlo conmigo. En vez de ser un testigo me he convertido en un participante, mientras detenía el tiempo para poder observar las cosas otra vez. Una manera no solo de conservar la memoria sino de traducirla a nuevos significados”.
‘Coming and Going’. Jim Goldberg. Mack Books. 360 páginas. 87 euros.
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