Olga Tokarczuk: la perfección de las formas imprecisas

‘Los libros de Jacob’, obra de peso en la concesión del Nobel a la autora inspirada en la vida de Jacob Frank, un judío que se convirtió al Islam y se erigió en Mesías, tiene el material pero no la forma de la novela histórica

La autora polaca Olga Tokarczuk, retratada en 2020.Leonardo Cendamo (GETTY IMAGES)

Escudriñadora de misterios, paciente espía de las creencias y los desvaríos de la gente a través del tiempo, Olga Tokarczuk, premio Nobel de Literatura 2018, ya había mostrado un talento especial para lo singular y lo anómalo en sus relatos y en su sexta novela, Los errantes. Un grupo de personas intentan eludir la infelicidad convirtiéndose en nómadas. “Fluidez, movilidad, ilusión” es lo que les caracteriza como civilizados; “los bárbaros no viajan”, ocupan destinos, invaden. A esos wanderers modernos les fascinan los map...

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Escudriñadora de misterios, paciente espía de las creencias y los desvaríos de la gente a través del tiempo, Olga Tokarczuk, premio Nobel de Literatura 2018, ya había mostrado un talento especial para lo singular y lo anómalo en sus relatos y en su sexta novela, Los errantes. Un grupo de personas intentan eludir la infelicidad convirtiéndose en nómadas. “Fluidez, movilidad, ilusión” es lo que les caracteriza como civilizados; “los bárbaros no viajan”, ocupan destinos, invaden. A esos wanderers modernos les fascinan los mapas, como a Tokarczuk , que vagó por Asia y las antípodas releyendo a Carl Jung. Otro de sus autores favoritos es Philip K. Dick y, como él, dice sentirse una urraca que patrulla las calles y se lleva al nido baratijas, envoltorios de dulces, a veces hasta un anillo de compromiso. Olga absorbe relatos de la gente y los convierte en experiencias propias cambiando el punto de vista. Así fabula una mente libre que mira hacia un lado al que pocos se sienten incitados a mirar. Al margen del realismo, escarbando más allá de la epidermis de los fenómenos y de lo aparente, esta escritora polaca nacida de padres librepensadores y anticomunistas el invierno de 1962 en Sulechów —un pueblo más cercano a Berlín que a Varsovia—, que ejerció de psicóloga clínica (“lo dejé cuando descubrí que yo era tan neurótica como mis pacientes”), ha ido tejiendo libros extraños, fragmentarios y sin embargo unidos por un raro dominio de los recursos narrativos, así como por una curiosidad innata por lo mellado, el crack que cantaba Cohen en Anthem. En sus libros todo se cuestiona y esa duda cósmica queda sonando como una vibración de la luz que se filtra entre sus páginas. No hay juicios ni tampoco sátira. Sus ficciones son ejemplares vagabundos, exquisitamente imprecisos. Nunca sabemos adónde quiere llevarnos y eso convierte a su literatura en un asunto serio.

Los libros de Jacob, el gran tour de force en el que se sumergió ocho años Tokarczuk, se abre en 1752. Entonces la llamada Res Publica, que aglutinaba Polonia, Lituania y Rutenia —la región más al oeste de la actual Ucrania—, era el gran “paraíso judío” del mundo. Doscientos años después sería el infierno para millones de ellos, sobre todo la baja Silesia, donde vive nuestra autora, amante de los perros y enemiga de la caza (ver Spotok, película de Agnieszka Holland basada en su séptima novela), vegetariana y denostada por el patriarcado católico que impregna su país. Paginada con numeración inversa, la novela empieza en la página 1064 con la agonía de una anciana. Yenta, que permanece entre la vida y la muerte, ve desde el aire lo que ocurre en torno a su familia y es relatado en tiempo presente, resaltando así visibilidad y ritmo a la narración. Italo Calvino pedía a la novela del nuevo milenio levedad, rapidez y visibilidad. Pues aquí las tenemos. Además de la exactitud y la multiplicidad en la descripción de situaciones, lugares y vidas. Todo ello gracias al narrador múltiple, que observa y escribe cartas y crónicas acerca de la ilusión que aqueja a los seguidores de Jacob Frank. Este judío carismático dotado de variados talentos, entre ellos el de contar historias, se convierte al Islam, hace negocios en Esmirna y Estambul, y de pronto se erige en salvador, en Mesías. Frank incita a sus seguidores —que ya forman una variopinta corte de milagros en la que cabe desde la orgía libertaria a la más estricta sumisión a su autoridad—, a convertirse al cristianismo. La fama lo conducirá a los palacios de Viena y su bella hija, Ewa, será una de las favoritas del Emperador.

Sus ficciones son ejemplares vagabundos: nunca sabemos adónde quiere llevarnos y eso convierte a su literatura en un asunto serio

Y todo esto sucedió, por muy inverosímil que parezca. Ahí tenemos a Jacob liderando un movimiento estrafalario que enciende los corazones hebreos, enfurece a los rabinos del Talmud, y complace a los obispos, que gracias a él esperan engrosar en su rebaño cientos de miles de judíos. Es un asunto serio el que nos presenta Tokarczuk. Y lo despliega con ligereza, volando indiferente de aquí para allá como una buena urraca. Si hubiera arraigado el frankismo en esa vital zona europea la historia posterior podría haber sido diferente, al menos por lo que respecta al Holocausto. Como diría P. K. Dick, que noveló un mundo nazi tras la victoria de Hitler en la guerra, la Historia sirve para mostrarnos lo que hubiera podido ser y no fue.

De la novela histórica esta obra original, aquí traducida con impecable cuidado, tiene el material pero no la forma. Múltiples puntos de vista trazan un abigarrado mapa de imprecisas formas que confunde tanto como fascina. Hay muchos comparsas y voces de mujeres, “las esclavas del mundo”, y lo eran de veras para Frank, que succionaba los pechos de las jóvenes nodrizas en su corte de Offenbach. En las manos tenemos una novela clarividente y provocadora en la que personajes y mínimos detalles del paisaje y el atrezo fluyen como el río Dniéster: el fiel Nachman, Ewa, los “hermanos”, el médico Ascher, y esa sufrida Polonia, “el lugar más insólito de la tierra”. En el Libro de la niebla, el primero de los siete que consta una obra que algunos pueden encontrar interminable, la poeta Druzbacka escribe a su amigo el padre Benedykt que la literatura es “la perfección de las formas imprecisas”. Al menos lo es Los libros de Jacob, una obra que tuvo mucho peso en la concesión del Nobel a Olga Tokarczuk. Es decir, “una singular forma de conocimiento”: diferente a todas las demás, que se transforma sin llegar nunca a morir, como Yenta.

Los libros de Jacob

Autora: Olga Tokarczuk.


Traducción: Agata Orzeszek y Ernesto Rubio.


Editorial: Anagrama, 2023.


Formato: tapa blanda (1.064 páginas, 29,90 euros) y e-book (17,99 euros).

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