‘La mentalidad trágica’: más Sófocles y menos Kaplan, aconseja Robert D. Kaplan

El periodista y analista, influyente en política exterior estadounidense, afirma que el realismo nos libera del moralismo de sofá, porque asume responsablemente la necesidad del orden como primer fundamento de la comunidad política

Un avión de transporte militar parte mientras decenas de afganos que quieren salir del país tras la llegada de los talibanes esperan en los alrededores del aeropuerto de Kabul en agosto de 2021.Marcus Yam (Los Angeles Times / Getty Images)

No te pases, Robert D. Kaplan, pensé al leer su confesión en La mentalidad trágica. No creas que fuiste tan determinante, colega. Nunca llegamos a tanto. A lo mejor exageras al pensar que un libro tuyo motivó la posición del presidente de Estados Unidos a la hora de ...

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No te pases, Robert D. Kaplan, pensé al leer su confesión en La mentalidad trágica. No creas que fuiste tan determinante, colega. Nunca llegamos a tanto. A lo mejor exageras al pensar que un libro tuyo motivó la posición del presidente de Estados Unidos a la hora de intervenir en los Balcanes o al estar convencido de que tus opiniones contribuyeron a promover la guerra de Irak. Un periodista y analista geopolítico, por muy influyente que sea, no condiciona la política exterior del commander in chief. ¿O tiene parte de razón?

Las ideas de Kaplan interpretadas por Clinton habían posibilitado la continuación de un conflicto devastador

Buscador: Kaplan + Bill Clinton. The New York Times no falla. Artículo de mayo de 1999 titulado ‘El peligro de dejar que un presidente lea’. Allí se explica que Clinton creyó hacerse una composición de lugar de lo que estaba ocurriendo en la antigua Yugoslavia al leer Fantasmas balcánicos. Claro que no era la intención de Kaplan, pero el presidente concluyó tras leer el libro que intervenir militarmente en zonas donde las disputas étnicas tenían raíces profundas podía ser estéril. Y eso habría determinado la demora de la intervención militar norteamericana y, en consecuencia, las ideas de Kaplan interpretadas por Clinton habían posibilitado la continuación de un conflicto devastador. A lo mejor, pues, Kaplan no se pasa tanto y tiene sentido confesarle al lector su humillación moral. Y entonces, ¿qué?

Kaplan ha recurrido ahora a clásicos para construir un discurso cuyo propósito es la relegitimación de la tradición política realista. Clásicos en vena

En el NYT contaba Michael T. Kaufman que Clinton leía libros actuales para comprender el presente. No eran los mismos que Churchill o Roosevelt. Esos patriarcas del siglo XX, más allá de periodismo de actualidad, habían leído clásicos eternos. Heródoto, Tucídides y Gibbon. Y a clásicos ha recurrido ahora Kaplan para construir un discurso cuyo propósito es la relegitimación de la tradición política realista. Clásicos en vena. No esos historiadores antiguos, sino la tradición trágica que enlaza a los griegos con Shakespeare para pensar los dilemas morales, inevitables e irresolubles, a los que se enfrenta un político en circunstancias críticas. Mejor nos hubiera ido si Clinton hubiese leído a Sófocles y no a él, nos viene a decir.

El último presidente que usó el poder militar con mentalidad trágica afirma que fue Bush padre. No tanto por haber leído Antígona o El rey Lear, sino por su experiencia en la Armada durante la II Guerra Mundial. Tras él, después de la Guerra Fría, los líderes norteamericanos nunca habrían acertado en el momento de la verdad porque han olvidado la verdad que enseña la tragedia. El último ejemplo de esa fata de responsabilidad sería el Biden que decide marcharse de Afganistán dejando una sociedad en la anarquía de la falta de orden. Ese tipo de verdad es la que pretende descubrir Kaplan con este libro.

La hipótesis del ensayo es que ese tipo de tensiones habrían sido olvidadas por los occidentales, toda vez que no hemos tenido las experiencias que forjaron en el pasado una mentalidad trágica

Demasiadas veces el realismo político se confunde con la inmoralidad del cinismo. Es la interpretación torticera de Maquiavelo. Lo que viene a decirnos Kaplan, tras su experiencia como corresponsal en diversas guerras, es que el realismo nos libera del moralismo de sofá y columna de opinión, porque asume responsablemente la necesidad del orden como primer fundamento de la comunidad política. Ese ha sido su aprendizaje al leer a los clásicos y a sus mejores intérpretes. “La justicia, por muy gratificante que sea desde el punto de vista moral, puede ser enemiga de un ejercicio prudente del gobierno”. Esa verdad dura, real, la atisba Edipo al quedarse ciego, al constatar la tensión fatal que puede enfrentar la lealtad a la familia y a la ciudad. La hipótesis del ensayo es que ese tipo de tensiones habrían sido olvidadas por los occidentales, toda vez que no hemos tenido las experiencias que forjaron en el pasado una mentalidad trágica. Y sin ella estaríamos perdidos.

La mentalidad trágica

Autor: Robert D. Kaplan.


Traducción: Albino Santos Mosquera.


Editorial: RBA, 2023.


Formato: tapa blanda (208 páginas, 20 euros) y e-book (9,99 euros).

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