La mirada invertida del arte povera en la fotografía
Una exposición doble en París repasa las aportaciones de uno de los movimientos más originales de los años sesenta, cuya simplicidad y economía de medios se mantienen frescas en la actualidad
En 1960, dos helicópteros sobrevolaban Roma transportando una gigantesca estatua de un Cristo al Vaticano. A su paso por la ciudad eterna su sombra se proyectaba sobre los nuevos vecindarios en construcción. Entusiasmadas, cuatro jóvenes en bikini saludaban con la mano mientras Marcello Mastroianni les pedía su teléfono sentado dentro de la cabina de una de las aeronaves. Se trata de la escena inicial de la Dolce Vita. Mediante un hábil juego de atrevimientos estéticos, de contradicciones y melancólicas cavi...
En 1960, dos helicópteros sobrevolaban Roma transportando una gigantesca estatua de un Cristo al Vaticano. A su paso por la ciudad eterna su sombra se proyectaba sobre los nuevos vecindarios en construcción. Entusiasmadas, cuatro jóvenes en bikini saludaban con la mano mientras Marcello Mastroianni les pedía su teléfono sentado dentro de la cabina de una de las aeronaves. Se trata de la escena inicial de la Dolce Vita. Mediante un hábil juego de atrevimientos estéticos, de contradicciones y melancólicas cavilaciones, Fellini daba forma a una de las más brillantes reflexiones cinematográficas sobre la modernidad de la Italia de la posguerra; un escenario que sirve de introducción a las encrucijadas por recorrer del arte povera. Al surgimiento de una nueva y radical generación de vanguardia que hacía frente a la invasora industria de la cultura popular, en favor de una visión que traía consigo unos valores más marginales, sobrios y sencillos. Una poética más subjetiva dentro de una país amenazado por la inestabilidad económica, que desplazaba la obra de arte del museo a la vida; del artefacto al proceso; y lo liberaba de todo yugo asociado a las prácticas y materiales tradicionales para quedar determinado por el presente.
De esta suerte, la exposición Renverser ses yeux. Autour de l’arte povera 1960-1975: photographie, film, vidéo, explora la relación de los artistas italianos, centrados alrededor de este movimiento de vanguardia, con la fotografía y la imagen en movimiento. Una relación que resultaría extraordinariamente fértil en Italia. “Mucho más que en cualquier otro país europeo”, destaca Quentin Bajac, director del museo Jeu de Paume de París. “Italia se convertirá en un centro emergente de vídeo, y es también allí donde se observa en ese momento el vínculo más fuerte entre los artistas y la fotografía. Existía realmente una comunidad de pensamiento interesada en integrar estos medios al nuevo lenguaje contemporáneo. Ello se debe, quizás, a la importancia que habían alcanzado dentro de la sociedad. Una presencia a la que la vanguardia respondía de forma crítica, casi política”.
Divida en cuatro secciones temáticas, la muestra puede verse en dos museos de París: en el citado Jeu de Paume y en Le Bal. Parte de un estudio realizado a lo largo de quince años por el historiador Giuliano Sergio, comisario de la muestra junto con Bajac y Diane Dufour, directora de Le Bal. El título de la exposición (en español, invertir los propios ojos) hace referencia a una obra de Giuseppe Penone, Rovesciare i propri occhi (1970), en la que el autor se autorretrata con unas lentillas de espejo que le impiden la visión pero que al mismo tiempo reflejan el paisaje que se presenta ante él. “Hemos querido resaltar la noción de invertir como una afirmación revolucionaria implícita en el arte povera”, destaca Bajac. “Un intento de cambiar no solo el arte, sino de cambiar el arte con el fin de cambiar el mundo. Eso es lo que hacía Penone a través de las lentillas. Privado de la visión, el autor se convierte en un tipo de escultura al tiempo que lleva a cabo una estrategia en términos fotográficos. Se trata de una acción, de una performance que llevó a cabo a lo largo de dos o tres años, en distintos contextos, y que no hubiera podido existir sin la fotografía. Es una obra que no es puramente fotográfica pero que necesita de la fotografía para existir”.
Definido en un manifiesto en 1967 por el crítico Germano Celant, el arte povera se presentaba como una reacción al arte pop. Cuando en 1964 Robert Rauschenberg obtuvo el León de Oro de la Bienal de Venecia, quedaba clara la prominencia del arte americano. Un arte donde predominaba el pop, demasiado orientado al mercado y al objeto, en opinión de Celant y muchos otros artistas. De ahí que surgiera una reacción, una sensibilidad más acorde con el sentir de inestabilidad y protesta que definía el momento, un tiempo de gran agitación en los países occidentales. Más que ofrecer una nueva imagen a la modernidad, la vanguardia hará uso de la fotografía, del vídeo y del cine, “buscando desmantelar su estructura, sus raíces, deconstruir el discurso en torno a su función y a su aura. El arte ya no se trataba de afirmación sino de concienciación”, escribe Sergio en el catálogo que acompaña a la muestra.
Del retrato colectivo de Italia que presenta Franco Vaccari a través del fotomatón, al pergamino fotográfico que Mario Cresci desplegó por las calles de Roma, pasando por las pinturas de espejos de Michelangelo Pistoletto, que aproximan el arte a la vida otorgando al espectador la misma escala, el mismo plano y casi el mismo grado de realidad que el propio objeto representado en la obra, la muestra conduce al visitante por los laberintos del arte povera que le invitan a una nueva mirada. Por sendas que exploran la relación entre el tiempo y el espacio, el concepto de identidad y el rol del autor, así como la propia representación de las imágenes. De igual forma el provocador Piero Manzoni incita al visitante a convertirse en una escultura viviente, subiendo descalzo a un pedestal y posando durante unos divertidos instantes.
No podría faltar la obra de Ugo Mulas, uno de los fotógrafos claves de la vanguardia italiana que hizo de la fotografía un sujeto en sí misma. “Fue quizás el autor que mejor entendió como redefinir el arte”, destaca Bajac. “Comprendió que de igual forma que cambiaba el arte había que cambiar el mundo, establecer nuevos roles; la reinvención del arte necesitaba también de una reinvención de cómo fotografiar el arte”. Su serie Le Verifiche —dedicadas a Niépce, creador de la primera fotografía que se conserva—, “es un opus magnum sobre el lenguaje fotográfico. Desempeñó un papel fundamental en la escena fotográfica de los 70″, asegura el curador.
Son solo cinco las artistas presentes entre los 50 autores representados. “Eran muy pocas las mujeres que formaron parte del movimiento”, advierte Bajac , “lo que supone una paradoja para un movimiento que pretendía alinearse con las reivindicaciones sociales y políticas del momento, anticapitalistas, antiburguesas y alejado de las premisas del mercado. Y sin embargo nunca se cuestionaron su propia estructura patriarcal”.
En el corazón de la muestra late la urgencia de una economía de medios, de una sociedad más comedida, de un sistema de vida más simple en oposición a la opulencia, que haga hincapié en lo que no se ve y recupere la conexión del ser humano con su medio. De ahí que la exposición adquiera un tono muy actual. “El arte povera es un movimiento amplio e impreciso en su definición”, señala Bajac, “y permite también cuestionarlo en términos medioambientales. La idea de frugalidad que traen consigo la generaciones más jóvenes está aquí presente y se mantiene muy fresca”.
‘Renverser ses yeux. Autour de l’arte povera 1960-1975: photographie, film vidéo’. Jeu de Paume. Hasta el 29 de enero de 2023.
‘Renverser ses yeux. Autour de l’arte povera 1960-1975: photographie, film vidéo’. Le Bal. París. Hasta el 29 de enero de 2023.
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