‘La primera detective’, la investigadora victoriana que se anticipó a Sherlock Holmes

Andrew Forrester publicó los relatos de su concienzuda agente dos décadas antes de que naciera el mítico personaje de Arthur Conan Doyle

Un policía en la orilla del río Támesis junto al Puente de la Torre, en Londres.George Rinhart (Corbis via Getty Images)

Atención a las fechas: Andrew Forrester (seudónimo del escritor y periodista James Redding Ware) nace en 1832. Sir Arthur Conan Doyle en 1854. La letra escarlata, primera novela de Sherlock Holmes, se publica en 1887 y ...

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Atención a las fechas: Andrew Forrester (seudónimo del escritor y periodista James Redding Ware) nace en 1832. Sir Arthur Conan Doyle en 1854. La letra escarlata, primera novela de Sherlock Holmes, se publica en 1887 y este libro de relatos en el que debuta en el género policiaco la extraordinaria y singular detective Miss Gidden ve la luz en 1864, es decir, 23 años antes de la aparición de Holmes. Tanto el uno como la otra pertenecen a la época victoriana, que es el contexto de ambos detectives, pero ella (que prefiere que la llamen Miss Gidden para ocultar su verdadero nombre por ser la narradora de sus propias aventuras y porque no tiene un doctor Watson para lucirse, lo cual nos dice que no es precisamente alguien que busque reconocimiento público) antecede en 23 años a Sherlock Holmes. El verdadero afán de Miss Gidden es, pues, resolver casos y hacerlo por el orgullo de ser la primera mujer detective del cuerpo de policía británico.

De hecho, está tan orgullosa de pertenecer a la policía que a menudo se refiere a sí misma como “nosotros los detectives” (“con frecuencia nosotros los detectives —y cuando digo detectives, por supuesto, me refiero a hombres y mujeres— somos los primeros implicados en asuntos de gran trascendencia…”) y no deja de haber un cierto toque naif en este modo de expresarse, que inmediatamente provoca la simpatía del lector. A lo largo de los siete relatos comprobaremos que ella es una mujer concienzuda y valerosa que en su profesión se ve obligada a menudo a actuar de incógnito —no sin pedir excusas al lector por actuar en el filo de la navaja de la ley y justificando siempre el porqué de algún exceso, pues no en vano pertenece al puritanismo y los buenos modos del reinado de Victoria—. Como luego sucedería con el mismo Holmes, sus casos tienen una parte de riesgo aventurero en los que, lejos de los extremos de observación del legendario detective de Baker Street, sí que utiliza ya con toda eficiencia el método deductivo.

La literatura policiaca de aquel tiempo no es la de las intrincadas tramas de la época de oro del policiaco en que el autor viene obligado a disimular pistas para que, al final, el Poirot de turno extienda su facundia sobre un grupo de asombrados personajes descubriendo al asesino, que suele ser el más inesperado. En la literatura criminal victoriana es dominante mostrar en directo al lector el método deductivo, de manera que el relato se convierte en un paso a paso en el que lo más importante no es tanto la persona del asesino sino la trama. Miss Gidden sigue este tipo de exposición al pie de la letra, va mostrando sus conclusiones parciales hasta redondear el final. Sin embargo, en dos de los relatos se permitirá reconocer su impotencia o la imposibilidad de dar con la verdad. Así se adelanta a Holmes, que no sabemos si, de haberla conocido, no la hubiera preferido a la Irene Adler de Escándalo en Bohemia. Miss Gidden ofrece a su lector lo que podemos llamar un informe de actividad, como habría hecho a un superior una vez resuelto el caso y, de nuevo, esto le da un encanto naif.

Pero ella sí menciona a Edgar Allan Poe y con veneración, en concreto a La carta robada. Y, como corresponde al siglo XIX, hay una dosis de aventura en su actividad, a la que, por cierto, también recurrirá Holmes. El primero de los relatos, ‘Inquilino vitalicio’, contiene un uso del azar al mejor estilo de Wilkie Collins. Mucho debemos los lectores de crimen y misterio a esta primera época victoriana del género.

La primera detective

Autor: Andrew Forrester.


Traducción: Pablo González-Nuevo.


Editorial: Siruela, 2022.


Formato: tapa blanda (312 páginas, 21,95 euros) y e-book (9,99 euros).

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