Una escaramuza: el Congreso de Escritores Jóvenes de 1955

Un ensayo analiza el simposio estudiantil que nunca llegó a celebrarse pero desembocó en la revuelta universitaria de 1956 y el encarcelamiento de muchos de sus promotores

De izquierda a derecha, Francisco Aldecoa, Elías Díez, Fernando Sánchez Dragó, Javier Pradera, Jorge Semprún, Enrique Múgica, Julio Diamante y Carlos Berzosa, en 2006 en un acto en la Universidad Complutense con motivo del 50º aniversario de los sucesos de 1956.Uly Martin

A Manuel Aznar Soler —­que acaba de jubilarse de su cátedra de la Universidad Autónoma de Barcelona— le debemos estudios muy renovadores del teatro de Valle-Inclán, de la literatura revolucionaria del siglo pasado y, sobre todo, del exilio cultural español de 1939. Todos ellos han generado libros, ediciones críticas, organización de congresos y creación de revistas porque Aznar cree tanto en el valor de la letra impresa como en la virtud taumatúrgica del trabajo colectivo: por eso su nombre es...

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A Manuel Aznar Soler —­que acaba de jubilarse de su cátedra de la Universidad Autónoma de Barcelona— le debemos estudios muy renovadores del teatro de Valle-Inclán, de la literatura revolucionaria del siglo pasado y, sobre todo, del exilio cultural español de 1939. Todos ellos han generado libros, ediciones críticas, organización de congresos y creación de revistas porque Aznar cree tanto en el valor de la letra impresa como en la virtud taumatúrgica del trabajo colectivo: por eso su nombre es inseparable de la fundación del Gexel (Grupo de Estudios del Exilio Español) o de Laberintos y Sansueña, evocadores nombres de revistas que ha fundado y dirige.

No hace mucho ha compilado los resultados de una de sus dedicaciones, El Partido Comunista de España y la literatura (1931-1978), en un importante libro que ronda las 600 páginas y ha visto la luz en febrero de 2021. Pero uno de los artículos que acoge, ‘Resistencia estética y realismo literario: el Boletín del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes’, se ha transformado en otro nuevo libro de este mismo año, al haber localizado su autor una colección completa de aquel Boletín (que solo tuvo tres números) y acopiado algunos nuevos datos de su azarosa historia. El resultado ha sido otro volumen, La resistencia silenciada. Historia del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes, cuyo colofón lo da como impreso el 14 de abril de 2021: no deja de ser una traviesa coincidencia.

Aquel congreso no se celebró nunca, pero desembocó en la revuelta universitaria de 1956 que llevó a la cárcel a muchos de sus promotores, costó la vida de un falangista contrario a los insumisos (seguramente le disparó un policía que estaba a su favor) e hizo caer del Ministerio de Educación Nacional a Joaquín Ruiz-Giménez y a Pedro Laín Entralgo del rectorado de la Universidad de Madrid. Tras la invención de aquel congreso estuvo el Partido Comunista y el inevitable Federico Sánchez (Jorge Semprún), pero también algunos ilusos camaradas del SEU (Sindicato Español Universitario), atrevimiento que pronto costó el puesto a su jefe nacional, Jorge Jordana de Pozas.

Fue la primera defección del régimen protagonizada por vástagos de familias burguesas: algunas, de vencedores de 1939; bastantes, de vencidos

Fue la primera defección del régimen protagonizada por vástagos de familias burguesas: algunas, de vencedores de 1939; bastantes, de vencidos. Pocos de aquellos estudiantes (Julio Diamante, Jesús López Pacheco, Enrique Múgica Herzog…) se adhi­rieron al partido; la mayoría no lo hicieron y algunos abandonaron el barco antes del naufragio, como el seuista Gabriel Elorriaga, siempre más oportunista que otra cosa, o como Claudio Rodríguez, el joven poeta que ganó el Adonáis de 1953 con un libro precioso y soñador, Don de la ebriedad, pero que no tenía vocación de conspirador.

Manuel Aznar ha contado toda la historia con la maestría (e incluso el humor) de un buen narrador, apoyándose siempre en los documentos que ha tenido a mano: especialmente, la correspondencia personal de Enrique Múgica Herzog, un militante tan candoroso como entusiasta; las estupendas y ya conocidas cartas de Dionisio Ridruejo y las memorias escritas y los recuerdos orales del director de cine Julio Diamante, que había abandonado sus estudios de Medicina pero dirigía el teatro del SEU. Aquel congreso tenía demasiadas ambiciones y poco espíritu práctico. No hay sino leer el profuso repertorio de ‘Temas’ que relaciona el primer Boletín, a medias entre el doctrinarismo marxista y el ingenuo entusiasmo. Pero lo avalaban otras cosas: el año 1953 José Hierro publicó Quinta del 42, en 1954 Jesús Fernández Santos su novela Los bravos, y en 1955, Blas de Otero, Pido la paz y la palabra, todo marcado por la memoria de la guerra y el fervor de la reconciliación. Y estaban cercanas las conversaciones salmantinas sobre el cine español, donde Juan Antonio Bardem había enunciado un provocativo diagnóstico de sus dolencias… y exigido la construcción de “¡un cine de Estado!” (lo reprodujeron las páginas de nuestro Boletín). En 1954 estrenaría Muerte de un ciclista, que —­además de otras cosas— ofrecía un desolador, aunque esperanzado, panorama de la vida universitaria. Lo comentó oportunamente una nota anónima del tercer Boletín.

La previsión era celebrar el congreso en la Facultad de Letras de Madrid entre el 31 de octubre y el 6 de noviembre de 1955 (luego se cambió al 21-28 del mismo mes). Aquel año murió Ortega y Gasset y nuestro Boletín publicó una esquela a toda página cuyos términos determinaron la dura represalia: sin referencia religiosa alguna, bajo el nombre del pensador se leía “Filósofo liberal español” y las palabras “El Congreso Universitario de Escritores Jóvenes lamenta la pérdida de tan insigne español, en los momentos en que era más necesaria su aportación”. No era la única apelación al mundo de los maestros añorados: en la misma entrega, un trabajo sin firma (de Jesús López Pacheco) decía de Pío Baroja: “Trasciende a nuestra generación y representa para nosotros una visión clara, una tradición eterna, un no conformismo radical, y una negación total de viejos valores anquilosados”. Y en la primera página, un ‘Editorial’ anónimo comentaba la reproducción del último dibujo de Picasso (que el pintor había regalado a la revista comunista Les Lettres Françaises). Representaba a don Quijote y Sancho a la vista de los molinos que había de derribar el caballero: “Peligrosos gigantes que muchos, equivocadamente, llamaban molinos”, apostillaba el anónimo redactor. Pronto lo comprobarían a su costa…

La resistencia silenciada. Historia del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes y edición facsímil de su Boletín (Madrid, 1954-1955) 

Autor: Manuel Aznar Soler.


Editorial: Ediciones Ulises, 2021.


Formato: tapa blanda (136 páginas, 23,66 euros).

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