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El nuevo Milei abierto al diálogo: ¿un cambio real o maquillaje impuesto por Trump?

El presidente argentino intenta mostrarse proclive a la búsqueda de consensos tras el rescate de EE UU y su triunfo en las legislativas

Javier Lorca

“¡Yo soy el león! [...] ¡Soy el rey, te destrozaré!”, dice la canción que el presidente argentino, Javier Milei, suele bramar en sus actos. Entre radiante y sorprendido, la repitió el domingo pasado para festejar el triunfo de la ultraderecha en las elecciones de medio término. En el discurso que pronunció luego, además de celebrar el 40% de los votos cosechado a lo largo de Argentina, dijo: “Hay decenas de diputados y senadores de otros partidos con los que podemos encontrar acuerdos básicos”. Y agregó: “Queremos invitar a la gran mayoría de los gobernadores a discutir en conjunto estos acuerdos”. Del monarca leonino pasó, en pocas palabras y menos minutos, al líder democrático.

En la segunda mitad de su mandato, Milei pretende esbozar una nueva imagen, la de un presidente que deja atrás la costumbre de agredir tanto a los aliados como los adversarios para, ahora, convocarlos al diálogo. Entre los problemas que enfrenta su pretensión, su pasado reciente no es el único.

También se cuentan la renuncia, el viernes por la noche, de su jefe de ministros, Guillermo Francos, el más hábil negociador de su gestión, y el fracaso de su intento de acercamiento con el expresidente Mauricio Macri. Pero el principal obstáculo, el que pone en duda la consistencia del viraje, es que la necesidad de ampliar la base de apoyos del Gobierno ultra fue un reclamo expreso y explícito de Estados Unidos. Lo formuló la Administración de Donald Trump al concederle a Milei un multimillonario rescate para intentar estabilizar la economía argentina antes de los comicios.

El presidente afrontó las elecciones en una situación de marcada debilidad política —había perdido por paliza frente al peronismo en los comicios provinciales de Buenos Aires— y con su plan económico en crisis, necesitado primero de un auxilio del FMI y, luego, del socorro de EE UU. El resultado de la elección legislativa —superó al peronismo por entre siete y nueve puntos, según cómo se hagan las cuentas— fue inesperado hasta para el propio Gobierno. Para muchos analistas, fue clave el rol de Trump: no tanto por el éxito de su intervención económica, sino por su amenaza de retirar el respaldo si Milei era derrotado. Desde esa perspectiva, el miedo al caos hizo el resto.

“El peronismo en casi todo el país hizo la elección que hace siempre, no tuvo un mal desempeño”, explica el politólogo Miguel De Luca, profesor de la UBA. “Lo determinante fue la concentración de casi todo el voto no peronista detrás de una sola opción, algo atípico en elecciones legislativas”.

¿Por qué La Libertad Avanza (LLA), el partido de Milei, logró monopolizar esa representación? Gran parte del electorado antepuso, sobre cualquier otra consideración, el control de la inflación —el principal logro del Gobierno—, “un horizonte temporal donde la gente que la está pasando mal puede hacer un cálculo, una estrategia de supervivencia”, diceDe Luca.

Para el politólogo Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, “operó una escena de polarización dramática”. “El Gobierno vivió varias semanas de zozobra, sobre todo después de la derrota electoral en Buenos Aires. Se fue creando la idea de que, si Milei perdía, se venía un lunes negro y volvía al poder el peronismo. La intervención de Estados Unidos fue la mejor demostración de la fragilidad de la situación”, sostiene. “Todo eso construyó una escena muy fértil para el voto estratégico, para que el Gobierno pudiera atraer a los votantes de distintas fuerzas que no quieren que vuelva el peronismo”.

Consumado el triunfo electoral, Milei se ocupó de dar señales de apertura y busca de consensos, como habían requerido, en forma reiterada, Trump y el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Su primer acto concreto fue encabezar una reunión, el jueves pasado, en la Casa Rosada, con los gobernadores de 20 de las 24 provincias del país. El propósito declarado fue comenzar a tejer apoyos para las leyes y reformas que el Gobierno aspira a tratar en un renovado Congreso, donde tendrá más apoyos que hasta ahora. Pero ya la invitación dejó claros los límites de la apertura: no fueron ni siquiera convocados los mandatarios peronistas más críticos de la ultraderecha. Entre ellos, Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, la provincia donde habita casi el 40% de la población argentina.

“Les falta credibilidad a estos gestos”, dice Romero. “Fue tal la presión de Estados Unidos en ese sentido, que no podemos saber si realmente Milei lo hace porque está convencido o porque está obligado”. De Luca considera difícil que Milei cambie su manera de liderar. “No es un personaje socializado en la política, nunca lo fue. Si en el momento en que estaba más débil no se abrió a la conformación de un gobierno de coalición, hoy, cuando está en un punto de mayor fortaleza, ¿por qué lo haría?”, se pregunta.

Además de reunirse con una mayoría de gobernadores, Milei retomó también el diálogo con Mauricio Macri. El expresidente ha oscilado en su relación con Milei, pero su partido, el PRO, ha tejido acuerdos electorales con la ultraderecha en algunas provincias y ha sido un aliado clave para el oficialismo en el Congreso. No obstante, el acercamiento se frustró en su primer encuentro: “No logramos ponernos de acuerdo”, informó Macri este sábado. Con un mensaje en sus redes sociales, el exmandatario cuestionó los cambios anunciados en el gabinete de ministros de Milei y las “conocidas disputas internas del Gobierno”.

Las dificultades de la negociación entre Macri y Milei eran previsibles. “El momento de Macri ya pasó”, estima De Luca. “Si cuando el Gobierno lo necesitaba Macri no se puso firme, ahora es una situación mucho más comprometida. No solo se fueron dirigentes del PRO a LLA, sino que sus votantes ya eligieron claramente a Milei”.

La capacidad y la voluntad de diálogo que tendrá el Gobierno se derivarán, en buena medida, del resultado que arroje ”la pelea interna por la reorganización del gabinete de ministros", advierte Romero. La salida de Guillermo Francos, la cara más amable de la gestión, supone un golpe a la relación del Ejecutivo nacional con las provincias, que él administraba. Como nuevo jefe de Gabinete, Milei designó a su portavoz, Manuel Adorni, un hombre cercano a Karina Milei, hermana del mandatario y secretaria general de la Presidencia.

El otro vértice de lo que Milei llama el “triángulo de hierro”, su más estrecho entorno de poder, es el poderoso asesor Santiago Caputo. Para mantener el equilibrio entre las distintas facciones de la ultraderecha, el presidente analiza hacia dónde avanzarán las atribuciones de Caputo, que hoy controla la cartera de Justicia y la Secretaría de Inteligencia.

Durante la semana pasada, Milei insistió en que él mismo decidiría el momento y los reemplazos de sus ministros. Pero las renuncias se precipitaron en los últimos días. Junto con Francos, el viernes dimitió el ministro del Interior, Lisandro Catalán, y cinco días antes de las elecciones lo había hecho el titular de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein, ya substituido. También dejarán sus cargos los ministros de Seguridad, Patricia Bullrich, y de Defensa, Luis Petri, para asumir el 10 de diciembre como legisladores, tras ser electos el domingo pasado. El armado de ese rompecabezas definirá el perfil del segundo bienio del Gobierno de Milei, el período en que el presidente promete comenzar “la construcción de la Argentina grande”.

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Sobre la firma

Javier Lorca
Es periodista de EL PAÍS en la redacción en Buenos Aires.
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