Elecciones en Argentina: la fuerza de la retórica antisistema en las redes

El triunfo y crecimiento en la popularidad de La Libertad Avanza de Javier Milei sorprendió, invocando comparaciones inmediatas con Donald Trump y Jair Bolsonaro, y generó preguntas sobre qué paso en el ambiente digital

Javier Milei, la semana pasada en Buenos Aires.AGUSTIN MARCARIAN (REUTERS)

Las elecciones de candidaturas de extrema derecha en Estados Unidos y Brasil dejaron una lección innegable: la política contemporánea se disputa, en gran medida, en el campo de las redes sociales, donde la desinformación juega un papel crucial. Las redes cumplen un rol cada vez más importante en la forma en que las personas, particularmente las jóvenes, se relacionan con la política. Aun así, otras elecciones están evidenciando que la ...

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Las elecciones de candidaturas de extrema derecha en Estados Unidos y Brasil dejaron una lección innegable: la política contemporánea se disputa, en gran medida, en el campo de las redes sociales, donde la desinformación juega un papel crucial. Las redes cumplen un rol cada vez más importante en la forma en que las personas, particularmente las jóvenes, se relacionan con la política. Aun así, otras elecciones están evidenciando que la retórica antisistema gana tracción especifica en el ambiente digital y también impacta fuertemente en los procesos electorales, sumando complejidad a la búsqueda de soluciones.

Las elecciones primarias del domingo 13 de agosto en Argentina, en las que se desordenó la lógica cuasi bipartidista que habían logrado conformar Juntos por el Cambio y Unión por la Patria, son un reflejo de esta tendencia. El triunfo y crecimiento en la popularidad de La Libertad Avanza de Javier Milei sorprendió, invocando comparaciones inmediatas con Donald Trump y Jair Bolsonaro, y generó preguntas sobre qué paso en el ambiente digital.

Un estudio de la iniciativa Contextual, que analiza cualitativamente la circulación de fake news en estas elecciones, sugiere que las narrativas que cuestionan ciertos derechos conquistados, como el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, los acuerdos democráticos de memoria y reparación asociados a la última dictadura militar, y los derechos asociados a la educación, producción y acceso a información científica, han logrado un impacto más significativo que las mentiras en sí. Ellas provocan un alcance orgánico y no necesariamente manipulado a gran escala, generando una red de seguidores y multiplicadores de esas ideas.

Otro indicador de la adhesión al discurso de Milei se observa en la publicidad política online. Una investigación de Civic Compass analizó más de 17.000 anuncios, incluyendo textos, imágenes y vídeos presentes en todas las plataformas pertenecientes a Google, y constató que Javier Milei, a través de su cuenta verificada, no pagó ni uno de ellos. Adicionalmente, el estudio no encontró que la cuenta oficial del partido La Libertad Avanza haya pagado anuncios en esta plataforma, a diferencia de todos sus adversarios, quienes superaron los 800.000 dólares a través de diferentes cuentas vinculadas con los dos principales partidos políticos.

Sin embargo, no por ello su presencia en redes fue débil: sus seguidores y colaboradores se encargaron de que estuviese presente en las publicidades de plataformas como Facebook e Instagram, y también de manera orgánica. El análisis encontró miles de anuncios asociados al candidato libertario pagadas por particulares, candidaturas municipales, medios de comunicación e individuos afines ideológicamente a Milei, un posible indicador de la adhesión a sus ideas. Sus seguidores suelen ser usuarios intensivos en redes que generan contenido espontáneo de manera permanente, creando así una red descentralizada de amplificadores de su discurso.

¿Qué retos genera esto? Podemos mencionar, al menos, tres evidentes. El primero, la movilización en las redes sociales vinculada a grupos de seguidores de personalidades anti-establishment trastoca cómo se vincula la ciudadanía con la política. La política llega a la gente no solo en formato de noticias, sino principalmente como un comentario, una reacción o en modo debate como mostró la investigación Juventudes y Democracia de Luminate. Estos formatos limitan la discusión pública a la dinámica de la polarización y el efecto burbuja.

Al fragmentarse y descentralizarse la comunicación, las redes se vuelven un lugar cada vez más difícil para la construcción de un espacio público plural y diverso. El gran desafío que se presenta para las democracias es cómo lograr un ambiente donde la libertad de expresión se preserve mientras se asegura un debate público menos divisivo y hostil.

El segundo reto se vincula con la regulación de las campañas digitales. No es suficiente cómo hoy se monitorean y documentan los mensajes que circulan en apoyo a candidaturas, y menos aún, cómo se traducen en un control transparente de los aportes privados a las campañas. Esta opacidad, mediada por algoritmos y productos electorales que proveen las plataformas digitales para el monitoreo, demanda transparencia e innovación para auditarlo. Una mejora de la regulación y en las prácticas de las campañas debería integrarlos para poder hacer un efectivo seguimiento del financiamiento público y privado.

Por último, y no menos importante, es la necesidad urgente de que las instituciones políticas presenten respuestas a las necesidades de la gente. Las campañas polarizadas, personalistas o conducidas por polarización afectiva, es decir, por odios o rechazos, trastocan uno de los pilares de la democracia representativa: la discusión programática. Esta polarización plantea un desafío para la democracia, ya que ésta requiere negociaciones y compromisos entre diferentes actores políticos para legitimar los resultados. Es preciso escuchar lo que el electorado tiene para decir cuando acepta, disemina y naturaliza ideas que apuntan a cuestionar derechos sociales ganados.

Los partidos políticos, la sociedad civil y los medios de comunicación tienen la urgente tarea de reflexionar críticamente sobre sus errores y aciertos, repensar sus roles, y prepararse para enfrentar los cambios que están reorganizando el sistema político. En la víspera de los 40 años de democracia en Argentina, estas elecciones son una oportunidad para reafirmar el compromiso con los principios de derechos humanos y con las políticas públicas que promueven mejores condiciones de vida para todas las personas, incluso dentro del entorno digital.

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