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La aventura patagónica del capitán de la selección de fútbol de Bangladesh

El surasiático Jamal Bhuyan juega desde hace un mes en un ignoto equipo de la tercera división argentina en otro capítulo del romance de su país con el fútbol de los campeones del mundo

Jamal Bhuyan luego de anotar durante un partido con Sol de Mayo, el 18 de septiembre.
Jamal Bhuyan luego de anotar durante un partido con Sol de Mayo, el 18 de septiembre.Sol de Mayo

Así como Argentina e Inglaterra conforman un atípico caso de clásico futbolístico extra continental, Argentina tiene a la vez una relación de amor a la distancia con Bangladesh. Se trata de un extraño idilio que nació a mediados de los años 80, cuando los asiáticos se abrazaron a los goles de Diego Maradona contra los británicos en el Mundial de México como una venganza poética del tercer mundo hacia sus antiguos colonizadores –en tiempos en que la televisión comenzaba a masificarse en Daca-, y que terminó de masificarse durante Qatar 2022, cuando millones de bangladesíes festejaron en su país la nueva Copa de la Albiceleste y la canonización de Lionel Messi. El insospechado vínculo a 17.000 kilómetros de distancia, con el deporte como el único idioma en común, acaba de sumar un nuevo capítulo con la reciente llegada del capitán de la selección de fútbol de Bangladés, Jamal Bhuyan, a un remoto club de la Patagonia.

Bhuyan debutó a finales de agosto en Sol de Mayo, un equipo de la ciudad de Viedma, la capital de la provincia de Río Negro, 950 kilómetros al sur de Buenos Aires, que participa en el torneo Federal A, la tercera categoría del fútbol argentino. Desde entonces, lleva jugados tres partidos, dos de ellos como titular, y anotó dos goles, ambos de penal. En el medio, regresó a su país para participar en dos amistosos entre Bangladesh y Afganistán válidos por la fecha FIFA, y volvió a la Argentina, donde este fin de semana jugará su cuarto partido para Sol de Mayo. El fútbol se especializa en historias migrantes, pero ninguna como la de Bhuyan, un puente entre el país campeón del mundo y la selección que ocupa la posición 189 sobre 207 en el ranking FIFA.

Región mítica e inhóspita, conocida como el fin del mundo, la Patagonia también suele permanecer aislada del mapa futbolístico. Salvo por participaciones ocasionales en décadas pasadas –casi siempre con goleadas en contra-, ningún equipo del sur argentino consiguió infiltrarse entre los actores principales de los campeonatos nacionales, especialmente concentrado en Buenos Aires pero a la vez extendido a las provincias del norte, el centro y el oeste del país. Tampoco muchos futbolistas surgidos de la Patagonia suelen triunfar en el fútbol grande.

Pero si Sol de Mayo es un club desconocido por el gran público en Argentina, en Bangladés pasó a estar en el centro de la escena. “Es el capitán de nuestra selección, cada partido que juega en Argentina genera mucha expectativa allá, e incluso dos canales de televisión de Daca están en tratativas para transmitir los partidos de Sol de Mayo”, dice Rahman Mizanur, uno de los 300 migrantes bangladesíes instalados en Buenos Aires. “A Jamal se le complicaron los primeros días en Argentina. Pasó de los 40 grados de Bangladés a solo 3 grados en Viedma, muy duro”, agrega Rahman, de contacto permanente con la mayor estrella futbolística de su país, que también debió adaptarse a una región del mundo con una alimentación demasiado carnívora para su cultura –y, acaso peor, con poco picante, casi sin sabor para su paladar-.

Mediocampista central de 32 años, 70 partidos para su país y una trayectoria profesional realizada hasta ahora en Bangladés, Bhuyan no solo cambió el calor y la humedad de Daca por el frío y el viento de la Patagonia. También debe adaptarse a un juego diferente, más desarrollado. “Entendió muy rápido lo que es el fútbol argentino. Vi los partidos de su selección y allá tiene más espacios y tiempo. Acá le enseñamos a jugar más rápido y está aprendiendo. Igual, lo ubico un poco más adelantado para que no tenga tanta responsabilidad de marca, pero su presencia va más allá del fútbol, es algo cultural”, entiende Juan Nicanor Alfonsín, el técnico de Sol de Mayo.

Mundial Qatar 2022: Los fanáticos bengalíes celebran un gol de la selección argentina en la ciudad de Daca
Fanáticos de Argentina en Daca festejan un gol de la albiceleste contra Saudi Arabia en el mundial de Qatar, el 22 de noviembre de 2022.MOHAMMAD PONIR HOSSAIN (REUTERS)

Por supuesto, lo deportivo también se mezcla con lo económico y lo diplomático –o es su excusa-. El germen de la llegada de un futbolista bangladesí a la Patagonia se remonta a que, en medio de la repentina cercanía entre los dos países tras el Mundial 2022, Argentina reabrió en febrero pasado su embajada en Daca tras 45 años sin presencia consular. Entre el intercambio comercial se filtró el fútbol: uno de los integrantes de la comitiva oficial fue el empresario argentino Juan Pablo Beacon, dueño de Malte SRL, una empresa de representación de jugadores que tiene contacto con varios clubes del Ascenso argentino, entre ellos Sol de Mayo.

La enorme mayoría de los equipos en Argentina son administrados por los propios clubes, pero algunos del Ascenso, como Sol de Mayo, esconden un gerenciamiento privado. A partir de su vínculo con Malte, el club patagónico incluyó muchas rarezas en los últimos meses, como la incorporación de dos futbolistas rusos -Aleksandr Luzin y Kuzmic Zeljko- y uno serbio -Lazar Jerovic-, todos ellos de nivel medio, que dejaron el club a los pocos meses. El vínculo de Bhuyan se extenderá en principio hasta fin de este torneo y aún no se sabe si se prolongará en 2024: a Sol de Mayo, que ocupa la mitad de la tabla del Federal A, le quedan cinco partidos para tratar de llegar a la zona de playoffs para conseguir un ascenso a la segunda categoría.

Los minsitros de Relaciones Exteriores de Argentina y Bangladesh, Santiago Cafiero y AK Abdul Momen, en Daca, el 27 de febrero.
Los minsitros de Relaciones Exteriores de Argentina y Bangladesh, Santiago Cafiero y AK Abdul Momen, en Daca, el 27 de febrero.MONIRUL ALAM (EFE)

Para el debut de Bhuyan, la empresa asociada a Sol de Mayo que contrató a la estrella lejana puso un ómnibus a disposición para que la colonia bangladesí residente en Buenos Aires se trasladara a Viedma. Tras un viaje de 14 horas solo de ida, las banderas de Bangladés coparon el pequeño estadio patagónico, donde no suelen congregarse más de 800 espectadores, pero que esta vez –y en cada partido que juegue el capitán de su selección- captaron la atención del octavo país más poblado del mundo, con 170 millones de habitantes.

A mediados de los 80, el presidente Raúl Alfonsín intentó –sin suceso- mudar la capital argentina desde Buenos Aires hasta Viedma para descentralizar la mayor urbe del país y poblar la Patagonia, la región con menor densidad de habitantes del territorio nacional. En la actualidad, con 60.000 habitantes, Viedma -ubicada a orillas del océano Atlántico- se convirtió por lo pronto en la insólita capital del fútbol bangladesí.

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