Una distinta manera de vivir el día de la democracia
Si reconocemos la covid-19 como la crisis de gobernanza que es, estamos a tiempo de generar el quiebre que buscamos y dirigirnos hacia el logro de la Agenda 2030
El mundo entero se encuentra sumido en la crisis más profunda, global y prolongada en décadas. Por doquier se discute cómo reconstruirnos, reinventarnos y sobre todo aprovechar la pandemia como un momento de quiebre para construir una nueva normalidad. Una que incorpore el reconocimiento del importante rol de Estado frente a situaciones como la actual, que reconozca la necesidad de protección social universal y sobre todo que incorpore la dimensión ambiental como parte indisoluble del crecimiento y el desarrollo.
La construcción de una nueva normalidad, más acorde con las expectativas ciudadanas que se vienen reclamando en América Latina previo al surgimiento de la pandemia y durante ella, es una tarea pendiente. Manifestaciones públicas, desobediencia civil, marchas y paros han sido la tónica en muchos países de la región como expresión de un sistema político y de gobernanza que no está siendo capaz de dar respuestas efectivas. Según Latinobarómetro, la satisfacción con el funcionamiento del sistema político en América Latina alcanzó un mínimo histórico en el 2018, lo cual ha empezado a afectar el apoyo a la democracia en los países de la región.
El terreno en el cual la región recibió la pandemia ha llevado a que en América Latina la crisis de la covid-19 sea también una crisis de gobernanza, además de sanitaria y socioeconómica, como se afirmó recientemente en El País.
América Latina necesita abordar la salida a esta coyuntura a partir de repensar el sistema político que nos sostiene, los acuerdos vigentes que más que acuerdos incluyentes han sido el resultado de presiones corporativas, dejando por fuera grandes sectores de la población no representados por dichos sectores corporativos. La apuesta del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), al iniciar en días pasados una consulta amplia, tendente al replanteamiento de su programa de gobernanza, constituye una esperanza frente a la coyuntura actual.
Alrededor de una sesión virtual el pasado 2 de septiembre en la que tuve la oportunidad de participar, se dieron cita líderes de la región. Durante la sesión se discutió sobre la crisis que enfrenta la región y la visión compartida con el PNUD de que necesitamos abordar esta como una crisis de gobernanza también y plantearse a partir de ello las reformas necesarias para enfrentarla.
Si reconocemos la covid-19 como la crisis de gobernanza que es y la necesidad de un nuevo pacto social que permita a la región poner en marcha las reformas pendientes, estamos a tiempo de generar el quiebre que buscamos y enrumbarnos hacia el logro de la Agenda 2030. Un camino que genere los servicios públicos que nuestros ciudadanos demandan y merecen, las instituciones robustas que aún carecemos, la participación ciudadana sin la cual ya no es posible gobernar.
La idea es el fortalecimiento de una agenda que facilite al organismo seguir colaborando en el impulso de reformas que aborden los altos niveles de desigualdad aún presentes, que mantienen a amplios sectores de la población excluidos de oportunidades; para lograr transitar de ser países de renta media a países de clase media. Reformas que generen la inclusión de grupos vulnerables y aún excluidos. Los avances en la materia de las últimas décadas están en riesgo a partir de la profunda crisis económica y social que ha llegado con la covid-19.
La celebración del día de la democracia, este martes, es propicio para reflexionar sobre la importancia de cuidarla y ello requiere que el sistema responda a las expectativas. Más allá de la democracia electoral, instalada en una parte de los países latinoamericanos, necesitamos que el sistema permita y facilite la construcción de sociedades más justas y equilibradas. Ello solo es posible con la participación de todos los sectores y la comprensión de que está en juego la propia sobrevivencia del sistema democrático.
Isabel Saint Malo es asesora senior del administrador del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y ex vicepresidenta y canciller de Panamá del 2014 al 2019.
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