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En colaboración conCAF

El papel del menú de los restaurantes número uno del mundo nace en la selva de Perú

Desde la selva alta, un grupo de mujeres artesanas convierten desechos en papel en insumos que se envían a Maido y Central, nombrados en los últimos años los mejores restaurantes del mundo

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En la Selva Alta del Perú, dentro del área de conservación Cordillera Escalera, funciona un pequeño taller que elabora papel a partir de fibras vegetales recolectadas entre los desechos de la zona y de papel reciclado proveniente de la ciudad más cercana. Son hechos de tallos de plátano u hojas de maíz, y pintados con tintes naturales como cúrcuma o achiote, que luego se convierten en cuadernos, abanicos o tarjetas. Es un trabajo que no solo busca mantener un equilibrio en el ecosistema de este bosque nuboso, sino que, desde hace siete años, brinda empleo a las mujeres de la comunidad.

Joisy García Barco (29), Vidalina Camacho (39), Marlyta Fernández (29) y Elvia León Lavan (27) son cuatro de una decena de artesanas que trabajan en el taller Bosques de Papel, ubicado al norte del Perú, en la región de San Martín. Contestan por videollamada mientras terminan de hacer unos cuadernos en la casa principal del taller, construida con bambú, techos de paja y sin paredes para que se pueda ver la naturaleza. Camacho habla mientras estampa un grabado de otorongo o jaguar, hecho con tintes naturales, en la portada de uno de los cuadernos. El encuadernado es su parte favorita del trabajo, dice, y enseña el producto a la cámara. Es ilustrativo porque el otorongo es una de las especies endémicas y amenazadas que vive en el área de conservación.

El taller es parte de la asociación Bosque Guardián que actúa en Cordillera Escalera con diversos bionegocios e iniciativas enfocadas en proteger el medio ambiente, como un ecolodge; el cuidado de abejas meliponas, conocidas por ser polinizadoras importantes; proyectos de agroforestación e investigación de flora y fauna. Así, en 2018, se creó el taller de papel para sumarse a este ecosistema de actividades. Ana Rosa Benavides, su fundadora, cuenta: “Empezamos a experimentar para reutilizar materias primas y materiales y ver la coherencia en todo el proceso para cuidar el bosque”.

Cordillera Escalera es un área de conservación regional de casi 150.000 hectáreas y fue una de las primeras creadas en el Perú en 2005 para proteger parte de los bosques nubosos montanos tropicales. “Es un ecosistema clave de transición entre los Andes y la Amazonia, por eso tiene tanta biodiversidad: es un ecosistema entre selva tropical y de montaña”, explica Luis Zari, coordinador de proyectos de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA). En ella habitan animales como monos choros, pumas, osos de anteojos y jaguares, además de una gran variedad de flora y múltiples especies de orquídeas.

Esta zona también es una gran proveedora de servicios ecosistémicos. Por ejemplo, abastece de agua a más de 300.000 personas que viven en las ciudades y poblaciones cercanas y, al ser un bosque en pie, captura carbono, lo que mitiga el cambio climático. Por otro lado, provee recursos naturales como frutos y semillas para las poblaciones.

Los papeles de fibra que desarrolla el taller se hacen con lo que para otros es un descarte. Es el caso de un papel que hacen con un tipo de pasto muy alto que las vacas no comen y los ganaderos queman para poder sembrar. “La idea es que no lo hagan, sino que lo traigan para hacer papel con él”, dice Isidro Chirino (47 años), coordinador general de bionegocios de la fundación. El otro tipo de papel que desarrollan es con cartones, boletas y papeles que recolectan de oficinas o restaurantes de Tarapoto, la ciudad más cercana.

Empleos dignos con impacto ambiental

En los últimos años, los habitantes de la zona han recurrido a actividades económicas como la tala ilegal, la quema de terrenos para la siembra, los incendios forestales, la construcción de carreteras o la cría de cerdos para ganarse la vida, pero esto pone en peligro la conservación de la zona. Ante esto, Zari señala la necesidad de impulsar iniciativas que ofrezcan alternativas económicas a las comunidades. “Así, la conservación se vuelve una opción sostenible y legítima”, afirma. Incluir a las personas de la zona en los negocios basados en la protección del bosque permite que el reparto de beneficios sea “real y tangible”. De este modo, la cadena que empieza en el cuidado del ecosistema termina en el bienestar local y busca que conservar resulte más rentable que recurrir a actividades ilegales, añade.

Las mujeres de Progreso, un caserío de 150 familias cercano al taller, han sido las principales beneficiarias. Chirinos explica: “Es una forma de dar empleo, que tengan salario y estabilidad laboral, y les ayuda a crecer a ellas y a sus casas”. Están contratadas en plantilla y tienen un sueldo fijo mensual para que puedan ser independientes y tener un sustento económico para sus familias.

García Barco, coordinadora de producción en el taller, dice: “Es difícil conseguir trabajos con ciertas comodidades y cerca de las familias y de los hogares, más ahora si uno no tiene estudio, sobre todo en la ciudad”. El taller, además, les permite que sus hijos las acompañen. Camacho cree que es “de bastante ayuda” porque, a veces, no tienen con quién dejarlos en casa. “Nos sentimos más cómodos estando juntos, al verlos cuando hacen sus trabajos”.

Con el tiempo el taller ha cambiado mucho. Camacho, quien es la que más años lleva trabajando, recuerda sus comienzos de cero, “con una chocita pequeña”. Ahora tienen áreas divididas, maquinarias, espacios bien implementados y más personas. Fernández, por ejemplo, comenzó como trabajadora de limpieza y hace ya algunos años fue contratada como artesana.

Para que el taller funcione y pueda brindar empleo necesita, como todo negocio, vender. Sin haberlo imaginado, los restaurantes más conocidos de Perú, como Maido y Central, que han quedado como los números uno del mundo los últimos dos años, según The World’s Best 50, han sido sus principales clientes. Enfocados en la biodiversidad de Perú y la conservación, les compran el papel para hacer sus cartas y presentar sus platos. Otro canal de venta son tiendas en Lima, Cusco y Tarapoto, donde venden sus productos.

Benavides habla pausado cuando quiere explicar algún aspecto del taller y piensa cada palabra que usa. Aunque comenzó Bosques de Papel con un objetivo únicamente medioambiental, pronto comprendió que era necesario enfocarse también en las personas. “Con el taller rescatamos que esto no es una fábrica”, dice. Y agrega: “Que sea hecho a mano tampoco da garantías de que sea un trabajo justo. No solo se trata de trabajo manual, sino del tiempo y la calidad del tiempo, del cuidado, de la presencia”.

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